Medio Ambiente

El calentamiento global nos amenaza a todos, sin excepciones

Las conclusiones del informe del IPCC pueden ser, como opina este miembro de la institución, realmente perturbadoras. Sin embargo, estas marcan las líneas claras del diagnóstico y ayudan a dar con la solución de una forma más sencilla. Necesitamos este tipo de conocimiento para abordar la actual crisis ambiental que compromete a todos los habitantes del planeta.

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02
marzo
2022

El Grupo Intergubernamental de Expertos en cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) aprobó en la semana pasada la segunda parte de su informe de evaluación, que trata de los impactos, adaptación y vulnerabilidad del cambio climático. Este es el sexto informe que emite desde su creación en 1988 y, como en los anteriores, numerosos científicos –más de 300 autores principales en este caso–, ayudados también por cientos de autores contribuyentes y decenas de revisores han aglutinado los datos más actualizados sobre todo lo que sabemos.

El IPCC es una organización única por su rigor, transparencia y neutralidad política. Si bien sus informes los redactan expertos elegidos por la propia organización a propuesta de los Gobiernos y otras entidades acreditadas, estos no tienen ninguna vinculación con quien les propone; no representan más que a sí mismos y son elegidos por lo que saben.

El proceso de elaboración de estos conocidos informes consta de varios pasos. Tras varios años de redacción, con varios borradores revisados, los autores lo someten a la aprobación del plenario del IPCC. Es un informe compuesto por tres partes: primero, el informe principal propiamente dicho, un texto de más de mil páginas; después, dos resúmenes del mismo, uno más técnico y otro, destinado a los responsables de políticas (aunque también al público general), que contiene las principales conclusiones de los expertos. Su aprobación es un evento único, porque su contenido se aprueba oración por oración, para que no quede duda de que todos y cada uno de los elementos han sido aprobados por unanimidad.

En este riguroso proceso de aprobación participan, por un lado, los Gobiernos, que son la mayoría de los que hay en la Organización de las Naciones Unidas, y por otro, los autores. Es un diálogo fructífero, porque los Gobiernos tienen ocasión de cuestionar cualquier contenido del informe. Al final del día, cuando todas y cada una de la frases que componen el Informe para los Responsables de Políticas se han aprobado, este pasa a ser propiedad, además del propio IPCC, de todos los países que le han dado el visto bueno en su total literalidad. A partir de ese momento, se convierte en el informe de la ciencia de todos y para todos.

La sociedad humana, con sus desigualdades, puede hacer que los efectos del clima terminen siendo perversos

Y bien, ¿qué aporta de nuevo este sexto informe? Si tuviese que resumirlo en una palabra, diría que contundencia. Hay que pensar que en el periodo de tiempo que pasa entre un informe y el siguiente se publican miles de trabajos, por lo que es una tarea hercúlea resumir qué aportan a lo que ya sabíamos. Sin ir más lejos, en estos últimos siete años, la ciencia ha ayudado a alcanzar una mayor comprensión de cómo el cambio climático se está manifestando (sobre todo en sus extremos) y cómo está afectado a los sistemas naturales y humanos.

Los episodios meteorológicos y climáticos extremos son los más dañinos. Estos abarcan desde lluvias torrenciales, olas de calor o sequías hasta los sus efectos sobre otros fenómenos conexos, como las inundaciones, los incendios forestales, las hambrunas, etc. La ciencia ha avanzado últimamente de manera extraordinaria sobre la comprensión de estos fenómenos y ha podido establecer para muchos de ellos que su ocurrencia ha sido debida, en parte, al cambio climático ya observado, porque este lo ha hecho más probable, intenso, duradero o extenso. En otras palabras, el calentamiento global observado, que alcanza 1,1°C sobre la época preindustrial, ya se ha manifestado en multitud de riesgos que se han materializado en forma de impactos severos a lo largo y ancho del planeta, afectando a los modos de vida de las personas en forma muertes o enfermedades, a nuestras pertenencias y a los ecosistemas del mundo entero.

No hay que retroceder mucho para recordar episodios extremos recientes. Sin ir más lejos, el año pasado, a principios de verano se observaron temperaturas de 49,6°C en el oeste de Canadá, ocasionando olas de incendios de gran magnitud en el oeste de Norteamérica. También tuvimos inundaciones en el sur de Alemania y en Bélgica, lluvias que fueron de una intensidad desconocida. Este año hemos vivido un invierno extraordinariamente seco y cálido en el oeste peninsular que no sabemos aún dónde nos llevará. Estos episodios extremos, que se presentan con una alta recurrencia, son la expresión del clima nuevo en el que vivimos y afectan a millones de personas que pierden sus cosechas por las sequías, sus casas porque se inundan por las crecidas de los ríos o por fenómenos costeros y los lugares donde habitan por laderas porque se desploman ayudadas por lluvias torrenciales. Además, hemos observado cómo incendios de magnitud desconocida, veáse los de Australia de hace un par de años, quemaban enormes porciones de su territorio forestal, llevándose por delante casas y acabando con el hábitat de millones de animales silvestres que, de repente, vieron incrementar su vulnerabilidad y riesgo de extinción.

La vulnerabilidad, en el centro

Los impactos son la manifestación de los riesgos derivados del cambio climático. Para que se materialicen, se necesitan tres componentes: por un lado, el propio clima, con sus peligros meteorológicos y climáticos; y por otro, dos componentes mayoritariamente sociales como la exposición y la vulnerabilidad. Estos no tienen que ver con el clima, sino con la sociedad, con cómo nos gobernamos, cómo nos anticipamos a los riesgos y cómo nos adaptamos al clima poniendo en marcha planes efectivos que nos permitan reducir el impacto del calentamiento global. Por exposición entendemos que haya elementos de valor expuestos en sitios que pueden ser afectados por un peligro.

La vulnerabilidad hace referencia a la capacidad de verse negativamente afectado por una condición externa. Es algo que es intrínseco: se es vulnerable, o no. Nuestra sociedad juega un papel fundamental en determinar la exposición y la vulnerabilidad. Por ejemplo, una mala planificación urbanística permitirá que construyamos casas en zonas inundables. Si en condiciones normales sabemos que hacerlo, más tarde o más temprano, tendrá consecuencias indeseadas, en el contexto del nuevo clima y el aumento de la torrencialidad de la lluvia que se prevé, esa decisión se puede convertir en letal. En la misma línea, la desigualdad social por causa de edad, raza, etnia o género ahondará las consecuencias por efecto de la exposición y la vulnerabilidad.

Y es que ante un riesgo, no todos van a sufrir iguales consecuencias. Las mujeres, y las niñas en particular, son más vulnerables porque las cargas no se distribuyen de forma equilibrada. Las mujeres cargan con los mayores y con los niños, por lo que tienen un riesgo mayor de verse afectadas cuando hay que huir del desastre. Y ante una hambruna, algunas sociedades priorizan alimentar a los varones antes que a las niñas. De nuevo, la sociedad humana, con sus desigualdades, puede hacer que los efectos del clima terminen siendo perversos. Mejorar la sociedad para hacerla más justa es una medida de adaptación al cambio climático, por alejado que esto pueda estar del clima.

No puedo resumir en unas pocas páginas todo lo que aporta el IPCC en este nuevo informe. Si tuviese que hacer alguna recomendación para los miembros de la Asamblea Ciudadana les diría que se informen, que lean las conclusiones. Si bien hay elementos técnicos que no van a ser comprensibles para todos, los mensajes sí, y todos ellos, sin excepción, tienen que estar basados en la ciencia para que puedan pasar el filtro. Puede que no todos comprendamos la ciencia que sustenta un mensaje, pero si ha pasado el riguroso filtro del IPCC es porque esa conclusión está todo lo fundamentada en la ciencia que puede ser exigible y, por tanto, será lo mejor que tengamos en este momento.

La información contrastada y rigurosa del IPCC nos permite contrarrestar a cualquier tipo de opinador

Esto se traslada igualmente a todos los ciudadanos, para que se informen y puedan darse cuenta de la magnitud del problema. Puede que algunos tachen al IPCC de alarmista porque sus conclusiones, a veces, sean perturbadoras. Sin embargo, puedo asegurar que, si de algo hay que tachar al IPCC, es de conservador. No es un reproche, sino el resultado del proceso: exigir la aprobación unánime es ponerse el listón muy alto, de manera que lo que termina siendo aceptado por todos es incuestionable.

Puede que alguno busque soluciones en los informes del IPCC. No las va a encontrar. Por una razón esencial: el IPCC, como organismo del sistema de la ONU, tiene que ser neutral desde el punto de vista de las políticas. Esto significa que no puede recomendar nada. Así, la acción política queda en mano de los Gobiernos, no de los científicos. No obstante, establecido el diagnóstico, la decisión puede ser más sencilla. Aunque dependerá de cómo enfrentemos las adversidades: algunos son más proclives a aceptar riesgos; otros, sin embargo, prefieren evitarlos y dar por bueno lo gastado en prevenir, incluso si el riesgo no termina materializándose.

Me explico: algunos prefieren pagar el seguro del hogar y darlo por bueno, aunque nunca hayan tenido que usar sus servicios, mientras que otros se lamentan de haber pagado al seguro y no haberlo utilizado. Es la naturaleza humana y, por eso mismo, la gestión del riesgo no es un asunto científico, sino social. No obstante, lo primero que necesitamos para decidir y proponer la acción es conocer, y conocimiento –en superlativo– es lo que aporta este informe, pues nos dice que los impactos son ya de tal intensidad que la salud del planeta y el bienestar de quienes lo habitamos están comprometidos.

Es más, advierte de que no estamos haciendo lo suficiente ni para detener el calentamiento ni para adaptarnos y tomar medidas que ayuden a paliar sus impactos. En otras palabras, nuestras acciones nos llevan a lo más indeseado, y no vale que algunos digan que no será para tanto. No hay ninguna otra opinión que tenga sustento científico, por más que algunos, armados de potentes altavoces, lo nieguen (puede que hasta hagan beneficio con ello).

Para contrarrestar a tanto opinador tenemos la información rigurosa, contrastada y basada en la ciencia que nos facilita el IPCC. Con el diagnóstico que ha hecho, está claro que el tiempo para actuar apremia. En este momento, es prácticamente seguro que nos calentaremos por encima de 1.5°C, y cada décima de grado de más supone un clima más severo y adverso con impactos mayores, algunos de ellos irreversibles. La senda actual de calentamiento nos lleva por encima de lo acordado en París en 2015. Por eso, la acción para detener el calentamiento y adoptar medidas para minimizar los impactos es imperiosa.


José Manuel Moreno es catedrático de Ecología en la Universidad de Castilla-La Mancha y miembro del equipo de autores del VI Informe del Grupo II del IPCC.

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