Medio Ambiente

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Un abecedario para comunicar la acción climática

No basta con que las empresas muestren su preocupación por el medio ambiente. Tal como sostienen algunos, las compañías deben ser capaces de medir sus acciones y enseñar la evolución de sus proyectos para frenar el cambio climático con la máxima transparencia posible.

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Involucrarse en cualquier campaña en favor de la concienciación sobre el calentamiento global y la importancia de reducir nuestra huella climática otorga, a simple vista, un valor añadido a la identidad corporativa de cualquier firma. Los potenciales consumidores e inversores valoran muy positivamente este aspecto y las empresas lo saben. Sin embargo, no es suficiente con mostrar públicamente ese apoyo. Y es que comunicar y transmitir ese proceso de manera clara, con hechos y acciones mesurables que muestren la evolución al respecto, supone un reto para las empresas.

Cuando el compromiso con el medio ambiente no es comprobable se da una paradoja demasiado habitual: el ecoblanqueo. La práctica consiste en construir una imagen pública de la marca asociada a lo ecológico que no es real. De esta manera, los consumidores la asociarán con el compromiso verde en base a distintas acciones de marketing encaminadas a construir ese relato ficticio. Por tanto, se destinan recursos económicos que no se adhieren a ninguna iniciativa concreta pero que dan la apariencia de que la empresa está firmemente comprometida con todas a la vez.

Hechos y no palabras

Por eso, desde South Pole, compañía experta en la transición ecológica de empresas y administraciones, exponen una serie de pautas para eliminar cualquier sospecha de ecoblanqueo y, al mismo tiempo, hacer partícipes a todas las partes implicadas del compromiso que adquieren. Cada vez más gobiernos tienen en cuenta distintos parámetros para establecer protocolos en la materia. En Australia, por ejemplo, se han presentado directrices claras sobre las declaraciones ambientales de las empresas. Algo similar ha sucedido con los organismos de control de los consumidores en Países Bajos y el Reino Unido. Y en Francia, incluso, el gobierno ha aprobado una legislación con requisitos estrictos sobre cuándo las empresas pueden reclamar su etiqueta de carbono cero.

Aunque no se consiga la meta esperada, esconder la realidad no ayuda en absoluto

Todo apunta a que esta tendencia se hará extensible a otros países, que exigirán a las empresas que informen sin letra pequeña sobre cómo sus procedimientos en materia de acción climática reflejan la reducción en sus emisiones. Ese es el camino marcado, el de anunciar sus planes de futuro respecto a la responsabilidad climática que quieren alcanzar. ¿A qué se comprometen? ¿Cuál es el objetivo final que persiguen? La respuesta a estas preguntas debe ser absolutamente transparente para que se pueda valorar tanto el camino recorrido hacia esa dirección como su grado de cumplimiento.

Resulta siempre más fácil transmitir buenas noticias y hacerse eco de objetivos alcanzados pero, a veces, las expectativas no se cumplen. La integridad en el mensaje resulta clave para reforzar la credibilidad de la empresa, y aunque no se consiga la meta esperada, esconder la realidad no ayuda en absoluto. South Pole invita a las empresas a pensar a largo plazo y a prevenir una hipotética terminología cambiante en sus declaraciones optando siempre por la estrategia de crecimiento más amplia. Todo ello sin descuidar que reflejen todas las actividades climáticas en las que están inmersas con el ambicioso objetivo de reducir su huella de carbono. Mostrar y no contar: así es como potenciales inversores y consumidores podrán conocer el impacto real y comprobar que, efectivamente, los valores que promulgan desde la compañía no son papel mojado. Los datos verificados y las estadísticas que reflejen esa evolución hacia la sostenibilidad son la mejor garantía para el público objetivo.

Una hoja de ruta para eliminar la huella de carbono

Sin embargo, ante este paradigma de comunicación en el que priman los hechos, se abre el gran reto de cristalizar la transformación sostenible de la propia entidad. Y es aquí donde aparece la Iniciativa de objetivos basados en la ciencia (SBTi en inglés), una herramienta que guía a las empresas en su transformación mientras aprovechan los beneficios y aumentan su competitividad. Este manual define y promueve las mejores prácticas para eliminar la huella de carbono. Y acompaña durante el resto del recorrido, proporcionando métodos para establecer los objetivos marcados. Además, incluye un equipo de expertos que hará una evaluación independiente donde se comprobará la consecución de los mismos a través de un proceso en cinco fases.

Los datos verificados y las estadísticas que reflejen esa evolución hacia la sostenibilidad son la mejor garantía para el público objetivo

Para emprender este camino las empresas han de cuantificar, en primer lugar, su impacto ecológico. Y todo cuenta: instalaciones, servicios, consumo de energía… Una vez establecido, resultará más sencillo entender la magnitud del reto que enfrentan y los riesgos para la compañía si el cambio climático continua su curso como hasta ahora. Es entonces cuando hay que fijar los objetivos, tanto a corto como a largo plazo. Éstos deben de ser ambiciosos y marcar un plazo máximo para la emisión cero, con hitos intermedios cuya conquista indique que seguimos la dirección correcta. Para ello, SBTi establece una serie de parámetros (estandarización, ambición, impacto, responsabilidad, transparencia y credibilidad) con los que alcanzarla.

¿Qué acciones y decisiones pueden ayudar a reducir esa huella? El siguiente paso debe dar respuesta a esta pregunta a través del desarrollo dos estrategias, una diseñada para el corto y otra para el largo plazo. Así, solo queda señalar el final del camino indicando en qué año la descarbonización será completa. Algunos de los planes corporativos tardarán tiempo en prosperar y arrojar indicios de cambio. Sin embargo, mientras la estrategia no empiece a mostrar sus frutos, pueden embarcarse en otros proyectos que prevean, limiten o incluso eliminen la emisión de gases. Que no podamos suprimir nuestra huella a corto plazo, no quiere decir que no podamos ayudar a otros a conseguirlo. No se debe perder de vista que el compromiso es colectivo y que la lucha es global.

El último paso vendrá dado por la consecución y comunicación de los cuatro puntos anteriores. El progreso hacia la consecución de objetivos quedará respaldado por datos medibles que elevarán la reputación de la empresa y el valor ecológico de su marca. Ese compromiso climático, real y demostrable, atrae a potenciales clientes, proveedores e inversores haciéndoles participes de una travesía conjunta hacia la emisión cero. De esta forma, la responsabilidad corporativa se antoja indispensable de cara al futuro, con un papel cuyo devenir será clave en el camino hacia la descarbonización. La necesidad de una respuesta global es imprescindible, solo así la emisión de gases de efecto invernadero se reducirá hasta el punto de ser inofensiva para el planeta.

Empresas, descarbonización y comunicación.

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