Sociedad

La ruta canaria

Miles de personas llegan en patera a las Islas Canarias, tal como refleja el fotoperiodista Javier Bauluz en uno de sus últimos libros. Hoy, el archipiélago es ya uno de los principales puntos de acceso a Europa para la migración proveniente de África Occidental.

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24
febrero
2022

Magníficas playas, parajes volcánicos, un variado catálogo de opciones residenciales y un clima subtropical que no decae en prácticamente todo el año: suena bien, ¿verdad? Este atractivo es lo que parecen confirmar los miles de europeos que eligen las Islas Canarias año tras año como su predilecto destino turístico. Desde que se inició la pasada década, el número de turistas se ha ido incrementando hasta rozar los 15 millones anuales en el período situado entre 2017 y 2019. Tal incremento convierte al archipiélago en la segunda comunidad autónoma de nuestro país más frecuentada –después de Cataluña– por el turismo internacional. Aunque no todo son ventajas: el auge del turismo ha condicionado que más del 40% del empleo en las islas dependa del mismo. Un problema que se ha vuelto evidente tras el impacto de la pandemia.

Las islas, sin embargo, también comenzaron a recibir la visita de miles de personas en absoluto interesadas por sus bondades recreativas. Personas que no llegan en avión ni disponen de la holgura económica suficiente para disfrutar las ofertas de ocio que atraen al turismo internacional. No buscan allí un desahogo temporal de las rutinas laborales, sino una oportunidad vital que les permita, justamente, acceder a un empleo que asegure su subsistencia. Se trata de inmigración en busca de una oportunidad mejor: las Islas Canarias forman ya parte de una de las principales rutas de la migración africana hacia nuestro continente, tal como reconoce el Consejo Europeo.

En agosto de 2020 comenzó una entrada masiva de personas migrantes en la isla de Gran Canaria. A finales de año, más de 20.000 habían llegado a dicha isla, siendo acogidas en lamentables condiciones de hacinamiento en el puerto pesquero de Arguineguín. La covid-19 copaba en su práctica totalidad tanto la actualidad informativa como la gestión gubernamental, pero las dramáticas escenas de desesperación vividas en la isla dieron a conocer una trágica realidad y sacudieron los frágiles cimientos de nuestros sistemas de protección humanitaria.

A finales de 2020, más de 20.000 inmigrantes habían llegado a Gran Canaria, siendo acogidos en condiciones de hacinamiento

El fotógrafo y reportero Javier Bauluz, primer español en recibir un Premio Pulitzer, llegó a Gran Canaria en octubre de 2020 para registrar lo que se estaba viviendo en el puerto de Arguineguín, pero las dimensiones del drama le llevaron a permanecer en la isla durante 7 meses. Su trabajo periodístico, La Ruta Canaria, pudo ver la luz a mediados del año pasado gracias a una campaña de crowdfunding. Un trabajo que muestra no sólo la carencia de agilidad de nuestro modelo de ayuda humanitaria sino también los efectos que tuvo la utilización política de aquel drama humano sobre la población canaria. Como el mismo fotógrafo reconoce horrorizado, no fueron pocos los habitantes de la isla que organizaron verdaderas razias de caza al migrante.

A la ausencia de ingresos turísticos generada por la covid-19 se sumó una crisis humanitaria de tal calibre que la respuesta gubernamental no pudo ser sino casi improvisada: se utilizaron estancias hoteleras para dar cabida a tal avalancha humana y se abandonó a su suerte a muchos menores migrantes que deambulaban por la isla intentando sobrevivir a toda costa; todo ello no hizo más que acrecentar la indignación ciudadana.

Afortunadamente, 2021 trajo el inicio de la recuperación del sector turístico en Canarias, y el Gobierno obtuvo el apoyo de la Unión Europea para desplegar nuevos dispositivos de ayuda humanitaria para los miles de personas que habían llegado –y llegarían– a las islas en busca de una oportunidad de futuro. El creciente volumen de personas migrantes en el archipiélago ha desbordado las diversas operaciones de atención, que han pasado desde los alojamientos en estancias hoteleras a la construcción de barracones; el flujo de llegada, sin embargo, es incesante: solo en lo que llevamos de año casi 5.000 personas migrantes han llegado a Canarias, según datos del Ministerio del Interior.

La población de acogida está consternada y, a pesar de seguir registrándose altercados, no son pocos los colectivos sociales que reclaman soluciones para prestar a estas personas la debida atención humanitaria, pero también para evitar que acaben realizando trabajos no remunerados y sin ningún tipo de protección social (en detrimento, además, de las expectativas laborales de la población autóctona). Las Islas Canarias se han convertido ya en el inevitable paso previo para la llegada a Europa de miles de personas que escapan de las guerras, el hambre y una vida sin horizontes en su tierra natal.

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