Dignidad sin empleo, una ecuación improbable
La igualdad de oportunidades en el acceso a un trabajo digno es fundamental para el desarrollo de las personas. Alcanzar ese horizonte es un reto que exige, necesariamente, abrazar la inclusión y la diversidad de talentos, en ese orden.
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La dignidad de la mayoría de los ciudadanos recae en las empresas por partida doble. Tal y como están hoy organizadas las sociedades, el individuo difícilmente alcanzará esa cualidad básica si no tiene un trabajo. Por otro lado, ese concepto definidor de la condición humana puede ser extremadamente frágil en un entorno laboral en el que se vulneren derechos. «La dignidad no tiene precio», escribía Saramago, «cuando alguien comienza a dar pequeñas concesiones, al final, la vida pierde su sentido».
El papel de las empresas es fundamental para salvaguardar esta cualidad de la que emanan los derechos fundamentales y el libre desarrollo de la personalidad. Una sociedad solo puede ser próspera si es justa, y solo será justa si antepone la dignidad de las personas a consideraciones generales como la generación de ingresos a corto plazo, el aumento del PIB o la tecnología.
«Según Kant, lo que tiene precio es aquello que puede ser sustituido por algo de valor equivalente, y eso no es aplicable a la dignidad», recuerda el filósofo Javier Gomá en una reunión ante CEO de grandes compañías en el marco de la Alianza #CEOPorLaDiversidad, y advierte: «Si no interviene la educación, las leyes de la economía tienden a cosificar, porque equiparan la dignidad con un objeto productivo. Es una tendencia normal, ya que favorece la rentabilidad, el lucro, el trabajo, la riqueza y la modernidad». El autor del ensayo Dignidad (Galaxia Gutenberg) matiza que esta inercia encuentra dos límites. «Uno, el dado por los consumidores. Hoy, la sociedad privilegia empresas que respetan los derechos humanos, que son sensibles a la cultura, a la ecología… El otro límite está en las leyes laborales, ya que una empresa debe ajustarse a infinitas normas que hace apenas un siglo ni existían, muchas enfocadas a defender la dignidad de sus trabajadores».
Las mujeres víctimas de la violencia de género se empoderan cuando tienen acceso a un empleo
Gomá añade: «Pero junto con esas reformas de la ciudadanía ilustrada y las leyes hay otra transformación que procede del convencimiento del propio empresario, del que hoy ya se puede esperar que sea, además de un buen profesional, un buen ciudadano. Y eso le llevará a humanizar las leyes de la empresa y la economía a través de una política inclusiva». En este sentido, es un hito muy importante que 75 compañías y 75 directivos y directivas que representan el primer nivel de liderazgo de las empresas españolas se unan en torno a la Alianza #CEOPorLaDiversidad, proyecto colaborativo dirigido por la Fundación Adecco y la Fundación CEOE para acelerar las estrategias de De&I en España.
Gomá habla de una dignidad que muchas veces se logra ya desde el propio reconocimiento. El historiador británico E. P. Thompson argumentaba que muchas luchas políticas, incluido el surgimiento del movimiento obrero, tenían por objeto ganar respeto y no solo más riqueza material. El catedrático de la Universidad de Lancaster Stephen Ackroyd expone en su libro Dirt, work and dignity (Suciedad, trabajo y dignidad) que, «aunque hoy muchas reivindicaciones se presentan como movimientos sobre remuneración y seguridad laboral, están realmente motivadas de manera significativa por la búsqueda de reconocimiento». Precisamente lo que no puede cuantificarse en dinero ni es susceptible de negociarse, como señala Gomá.
Naciones Unidas, a través de la Organización Internacional del Trabajo, señalaba en 2015 «la importancia social del trabajo como fundamento de la dignidad personal, como fuente de estabilidad y desarrollo de las familias y como contribución a las comunidades pacíficas». En esta línea, desde la Fundación Adecco añaden que la pandemia ha acelerado el cambio de paradigma empresarial «pasando de elementos tradicionales como la jerarquía, el control o la uniformidad a valores como la colaboración, el bien común y la horizontalidad».
El talento sénior a menudo ve mermadas sus oportunidades profesionales debido a prejuicios y estereotipos
La dignidad humana conlleva, en la mayoría de los casos, el acceso a un empleo. Las empresas son por ello tan responsables de protegerla como de no destruirla. Y esto pasa, de entrada, por la igualdad de oportunidades a la hora de conseguir la autonomía e independencia que da una manera justa de ganarse la vida.
Un reto en el que aún queda camino por recorrer, y que se antoja aún más necesario entre las personas más vulnerables. En la Fundación Adecco señalan tres públicos como prioritarios: las personas con alguna discapacidad, las mujeres con responsabilidades familiares no compartidas y/o víctimas de violencia de género y las personas mayores de 45 años. La contratación de personas con alguna discapacidad había vivido un ascenso continuado en la última década, pero ha caído abruptamente en 2020 por la pandemia. Como señala la Fundación Adecco en un informe, «aunque este descenso ha sido inferior al 15% registrado a nivel general, en el caso de las personas con discapacidad las dificultades de acceso al empleo son dobles, ya que no solo se enfrentan a la crisis económica, sino a prejuicios y estereotipos históricos que dificultan que encuentren una oportunidad laboral a corto plazo».
Los resultados del estudio arrojan que, durante el tiempo de pandemia, un 79,4% de los encuestados con discapacidad ha visto empeorar su situación laboral, y casi uno de cada cinco ha perdido definitivamente su empleo. El auge del teletrabajo no ha mejorado esta situación. Las personas con discapacidad parten, en muchos casos, de una situación inicial de desventaja para adaptarse a la digitalización súbita al encontrar barreras para acceder a internet e interactuar con la tecnología. Casi el 42% de los encuestados reconoce que le parece demasiado complejo y avanzado su uso debido, entre otras cuestiones, al ritmo frenético de adaptación que ha provocado el confinamiento.
La consecuencia más dramática de la pandemia es que retrasa el proceso de normalización de la discapacidad en los entornos laborales. Supone desandar varias casillas de lo conseguido hasta ahora, una lucha que, según la mitad de los encuestados, pasaba por desterrar los prejuicios de los contratadores, que cuestionaban su productividad. Desde la Fundación Adecco señalan que, para alcanzar esa normalización, es necesario seguir potenciando la formación, la información y el diálogo, así como la cooperación, la convivencia y la interacción, para «acercar la discapacidad a los entornos de trabajo y conseguir que las empresas y sus empleados se involucren, de forma real, en el reto de la inclusión».
Contra la violencia de género: autonomía
En los periodos de crisis, en los que se disparan el desempleo y las dificultades económicas, suele caer el volumen de denuncias, fundamentalmente debido a las mayores dificultades de las mujeres para pedir ayuda, a lo que se suma el temor a no encontrar empleo o verse sin recursos. Sin embargo, en los periodos de recuperación, el número de denuncias aumenta, coincidiendo con etapas más prósperas para afrontar la búsqueda de trabajo y ser independientes. Esta conclusión, extraída de un estudio de la Fundación Adecco, demuestra que las víctimas se empoderan y adquieren herramientas para salir de su dramática situación cuando tienen acceso a un empleo que les permite desarrollarse y desvincularse de su vida anterior.
Aunque el mercado laboral es su principal tabla de salvación, en muchas ocasiones encuentran grandes dificultades para conectar con él. El 74% de las víctimas consultadas para este estudio reconoce que no comunica en las entrevistas de trabajo su situación debido a la existencia de prejuicios que podrían restarle oportunidades. «Es completamente desacertado», opina Begoña Bravo, responsable del plan de integración de la Fundación Adecco. «Las situaciones de violencia de género nunca son ocasionadas por la forma de ser de la víctima, sino siempre por el comportamiento y decisión del agresor», señala.
La pandemia ha ocasionado que casi la totalidad de las mujeres víctimas encuentren algún grado de dificultad para llegar a fin de mes, y más de la mitad admite que se está planteando acceder a algún trabajo irregular. «En lugar de estigmatizarlas es preciso brindarles todo nuestro apoyo, siendo el empleo uno de los elementos por excelencia para que puedan salir adelante», concluye Bravo.
Experiencia versus prejuicios
La población activa de más de 45 años (a la que se denomina, de forma creciente, «talento sénior») ya encontraba importantes dificultades para acceder al mercado laboral antes de la pandemia. El porcentaje de desempleados en esta franja de edad ha pasado del 26,4% al 37,6% en los últimos diez años. «Sin embargo, hemos atisbado un punto de luz en medio de las sombras porque, en esta crisis pandémica, han sido, al mismo tiempo, el grupo protagonista de los puestos de trabajo generados», explica Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco. «En primer lugar, detrás de esta realidad pesa lo puramente estadístico: los mayores de 45 años representan buena parte de la fuerza laboral disponible, casi cuatro de cada diez desempleados.
Pero, además, están dando la cara ante la crisis y demostrando que valores como la experiencia, la madurez, la templanza o el control emocional son grandes valedores de la recuperación». Y añade: «Los séniores están encontrando empleo en sectores hoy en auge, como el sociosanitario o el logístico, que han demandado profesionales de forma urgente, poniéndose en primera línea del camino hacia la recuperación».
Existen grandes estigmas sobre las personas con discapacidad
Esta fotografía coyuntural no debe opacar las dificultades que habitualmente encuentran los séniores en su acceso al mercado laboral. Pese a haber sido protagonistas del empleo creado durante el último ejercicio, constituyen un segmento de la población habitualmente discriminado en el ámbito laboral, como muestra el paro de larga duración: el 56% de los desempleados mayores de 45 años lo sufre frente al 45,7% general, y el 85,7% cree que la edad sigue siendo un factor discriminatorio a la hora de superar una entrevista de trabajo, como alumbra el informe #TuEdadEsUnTesoro. «Nuestra sociedad no puede olvidar cómo los séniores se están haciendo cargo de la difícil situación económica en estos momentos, dando una lección de ejemplaridad y desmontando los prejuicios negativos que lastran su inclusión laboral», reclama Mesonero.
Precisamente los prejuicios son el principal escollo contra la dignidad, especialmente entre los sectores más vulnerables. Una conclusión que se alinea con la de la Organización Internacional del Trabajo: «Los derechos, las oportunidades, la protección social y el diálogo social en el trabajo cumplen una función en el logro de metas más amplias, como la inclusión social, la erradicación de la pobreza, el fortalecimiento de la democracia, el desarrollo integral y la realización personal».
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