Hacia una nueva manera de actuar
Irene Diez, directora de la Fundación ECOALF, e Ignacio Jiménez, director de Comunicación de Endesa, dialogan sobre cómo activar el cambio hacia un nuevo sistema socioeconómico que, sin dejar a nadie atrás, nos permita progresar sin sobrepasar los límites planetarios.
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La transición ecológica es el gran reto de nuestro siglo: un sendero hacia el futuro que necesita de una acción decidida en el presente a través de alianzas entre empresas, administraciones, oenegés y todos los actores que vertebran el sistema socioeconómico. Un reto que beberá del matrimonio entre imaginación y acción para construir nuevas formas de vida más sostenibles. Ante este escenario, comunicar a la ciudadanía de forma efectiva los efectos del cambio climático y las oportunidades de los modelos verdes del futuro se torna una tarea imprescindible. Hablamos con Ignacio Jiménez, director de Comunicación de Endesa, y con Irene Díez, directora de la Fundación ECOALF, sobre la importancia de construir vínculos transversales entre distintos actores, concienciar e incorporar soluciones innovadoras en la economía global para construir un futuro más responsable.
En ECOALF lleváis años trabajando con asociaciones para recuperar y dar una segunda vida a los plásticos que acaban en los mares. Por otro lado, desde ENDESA también buscáis el apoyo institucional para construir ciudades inteligentes a través de proyectos como eCityMálaga. En ambos casos, la colaboración y la cooperación vertebran algunas de vuestras acciones más transformadoras. ¿Qué papel juegan las alianzas entre actores de distintos ámbitos y cómo ayudan en la lucha por la protección del medio ambiente?
Irene Díez: Nacimos como una entidad pequeña y sabíamos que solos no íbamos a lograr nuestros objetivos. En 2015 nos dimos cuenta de que necesitábamos colaboración en los centros de investigación, en la cadena de suministro… En la fundación teníamos que trabajar mano a mano con muchos interlocutores. Trabajamos para recuperar la basura marina junto a pescadores e instituciones que permiten operar para la cadena de reciclaje. Todos los proyectos que planteábamos tenían esa parte novedosa en la que se quería involucrar a muchos actores distintos, administraciones, pescadores, ciudadanía, el sector del reciclaje e incluso el de la moda. Es fundamental trabajar esas alianzas ya que, además de ser necesarias para avanzar, tienen un efecto multiplicador al permitir intercambiar experiencia y conocimiento con tus aliados. Así se genera un ecosistema muy rico del que aprendemos todos.
Jiménez: «Al desmontar un modelo industrial, se tiene que formar a la masa social que ha estado viviendo de ese sistema»
Ignacio Jiménez: Creemos fervientemente en la colaboración público-privada. Es la única manera de poder crecer y llegar a soluciones de consenso viables y constructivas para la sociedad. Una institución pública ni puede ni debe actuar en solitario sin tener en cuenta a la sociedad civil y el tejido empresarial, pero tampoco las empresas pueden construir un plan de progreso dentro de la sostenibilidad sin el marco regulatorio y la colaboración pública. Con esa colaboración público-privada se crea una red de posibilidades que obliga a conectar a diferentes puntos de la ciudadanía en poblaciones concretas para desarrollar, por ejemplo, capacidad renovable en un territorio donde antes no había nada o había una industria carbonera. Al iniciar la descarbonización se pueden generar tensiones porque el modelo de vida anterior de esa zona desaparece. Por ello, intentamos actuar siempre bajo la premisa de no dejar a nadie atrás, tratando de desarrollar en esos entornos tecnologías renovables alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que acompañen a toda la masa social y geográfica. Es absolutamente indispensable que se trabaje de forma conjunta con administraciones y proveedores locales, dando a cada uno el protagonismo que merece.
Respecto a ese objetivo de «no dejar a nadie atrás», ¿de qué manera se puede integrar a los sectores más afectados por la transición hacia un mundo más sostenible para que no solo no se queden en el camino, sino que también ayuden a impulsar esta transformación?
IJ: Hay que tener un plan que marque dónde estamos y hacia dónde se quiere llegar y acompañarlo con inversión y formación. Al desmontar un modelo industrial, se tiene que formar a la masa social que ha estado viviendo de ese sistema. Por supuesto, previamente tiene que haber aceptación y entendimiento de que el modelo va a cambiar y que en ese nuevo proyecto se pueden realizar actividades diferentes, como el mantenimiento de parques eólicos o plantas fotovoltaicas. Además, tiene que haber un alineamiento de las administraciones para que esto sea posible, porque cualquier empresa puede tener planes de acción e incluso la disposición de la masa social, pero si hay trabas regulatorias para desarrollarlo, resulta imposible. Este es un ecosistema en red y la colaboración público-privada tiene que producirse.
Díez: «Las alianzas tienen un efecto multiplicador al permitir intercambiar experiencia y conocimiento con tus aliados»
ID: Es fundamental pensar en las pymes y microempresas. No solo no queremos que no se queden atrás, sino que queremos que sean líderes. La adaptación es imprescindible. Ahora, con los fondos Next Generation, ¿cuántas pymes se sienten capacitadas para solicitarlos? Nosotros somos una mediana empresa y sabemos que hay que justificar y emplear recursos para solicitar ayudas a la innovación o la economía circular. Por tanto, es necesario adaptar las normativas y oportunidades a todos y habrá que tener en cuenta los ritmos y el desarrollo de cada empresa en cada sector. Porque aparte de no dejar atrás a las empresas, es importante no dejar atrás a las personas.
A pesar de las evidencias y estudios científicos, todavía hay quien no cree que la emergencia climática sea tan grave. ¿Qué alimenta estos discursos tan reacios a las transformaciones?
ID: Hay una parte de desconexión con el problema. En el libro El murciélago y el capital se compara la crisis de la covid-19 con el cambio climático, dos amenazas planetarias que ponen en riesgo nuestro modelo y nuestras vidas. Una de sus conclusiones es que con la pandemia parecía que el esfuerzo iba a ser corto y, después, todo iba a volver a ser como antes. Sin embargo, en el cambio climático los ciudadanos tenemos la sensación de que hay que hacer un gran cambio, y no durante un mes o un año y llegar a una ‘nueva normalidad’. Considero que hay una resistencia a ese gran esfuerzo, además de otros problemas, como la desinformación.
IJ: El origen está en la desinformación. El Center for Countering Digital Hate ha publicado una lista con 10 plataformas que generan contenidos que niegan los daños del cambio climático y, además, atacan a empresas y organismos que luchan contra él. Plataformas como Google y Facebook cuentan con un tráfico de casi 186 millones de usuarios consumiendo y distribuyendo esa información. Todo esto genera polarización y confrontación social, que es lo que busca la desinformación: que todo se enfangue y las cosas no sucedan.
En este escenario, ¿se está comunicando correctamente la magnitud del problema y el impacto positivo que tiene la transición ecológica? ¿Cómo se puede sensibilizar a la población sobre el desafío medioambiental que, además, requiere de un papel activo ciudadano?
IJ: Se está comunicando razonablemente bien, pero no es un problema de calidad, sino de cantidad. En un entorno de canales y audiencias fragmentadas, con cada vez más identidades digitales, es muy difícil abrirse paso entre tanto ruido. Cuando una empresa o un gobierno disemina un contenido, ese dato tiene que abrirse paso entre una cantidad de información brutal. Se están haciendo las cosas de forma consistente y precisa, pero el problema está en cómo hacerse un hueco y captar la atención. Y, por otro lado, qué disposición hay por parte la sociedad –sobre todo a nivel general– a decidirse por la acción.
ID: A veces me pregunto, ¿estábamos más informados cuando no teníamos redes sociales? Hace años, el referente era el telediario o el periódico. Ahora tenemos toda esa información que permite muchas cosas, pero que también abruma. Hay una parte difícil para los medios y profesionales de la comunicación: explicar de manera sencilla un problema muy complejo. La cuestión ambiental no tiene una sola explicación, depende de múltiples variables. Esto hace que la respuesta se vuelva compleja y se pierda el interés.
Jiménez: «Con cada vez más identidades digitales, es muy difícil abrirse paso entre tanto ruido»
Nos encontramos ante dos grandes revoluciones: la transición ecológica y la revolución tecnológica. ¿Cómo se pueden conjugar ambas transformaciones? ¿Cuál es el papel de la innovación tecnológica para contribuir a la descarbonización de la economía?
ID: Tenemos que volver a entender la innovación y plantear una innovación en el pensamiento. Tradicionalmente, un problema del textil y del fast fashion ha sido la cantidad y el impacto de los residuos que genera. Ahora todo parece enfocado a poder reciclar nuestras prendas. Pero desde ECOALF estamos intentando cambiar ese foco y fabricar prendas mejores que duren más en el armario, que sean más atemporales y que no hagan falta reciclar. Es cuestión de ecodiseño y comunicación.
IJ: En el sector eléctrico, planteando que la energía eléctrica sea más barata y asequible. El cliente debe sentirse cómodo tanto con su consumo como con el beneficio que aporta al medio ambiente. En este escenario, la información en tiempo real es fundamental. El propio cambio de modelo hace que la digitalización sea un gran aliado para determinadas cuestiones. Históricamente, la electricidad se generaba en una central y se distribuía al hogar o la empresa. Ahora está todo descentralizado y va a haber consumo eléctrico allí donde haya movilidad. El autoconsumo, la movilidad eléctrica y la electrificación de la demanda multiplicarán las localizaciones. Y la digitalización de la red con el cruce de datos permitirá ofrecer un servicio y acompañar a la gente en la eficiencia del consumo.
Díez: «La normativa debe dejar de ir detrás para ir por delante y acompañar»
Por último, viendo dónde están las sociedades y pensando en el futuro, ¿dónde se deberían centrar los esfuerzos en innovación técnica y científica?
IJ: En el sector eléctrico hay dos elementos clarísimos. Primero, desarrollar la tecnología para generar energía de manera cada vez más sencilla y sin emisiones y, en segundo lugar, su almacenamiento, que es el gran reto. En España se puede generar mucho con energía fotovoltaica y eólica, pero se necesita almacenar la que no se utiliza. Estos son los dos focos de investigación que se están fraguando ahora y que marcarán la diferencia a corto y medio plazo. Por último, una tercera derivada es el modelo de la distribución de la energía, y aquí influirá mucho la digitalización. El camino se centrará en cómo generar de una forma barata y sin emisiones, cómo almacenar y cómo distribuir de manera eficiente.
ID: En cuanto a los residuos, entrará en juego prolongar la vida útil de las cosas. Cambiar el modelo de usar y tirar, que la innovación se enfoque en soluciones que permitan la reparación, la reposición de una parte del producto, y un ecodiseño que piense en toda la vida útil y no solamente en la fase final. La regulación también debe acompañar y empujar la innovación. Hemos logrado cosas como prohibir pajitas, bastoncillos y plásticos de un solo uso. La normativa debe dejar de ir detrás para ir por delante y acompañar. Desde los residuos tenemos que trabajar mucho más en la prevención que en la reciclabilidad.
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