Sociedad

Dos años de la pandemia que recordó nuestra fragilidad

En diciembre de 2019, un hombre de unos 70 años cayó enfermo en China aquejado de neumonía. Dos años después, afrontamos una nueva variante de coronavirus, la omicrón, que vuelve a hacer temblar los pilares de la ‘nueva normalidad’. Desde la primera PCR hasta la primera vacuna, en este segundo aniversario de la pandemia de la covid-19 repasamos el camino que el mundo ha seguido hasta ahora.

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02
diciembre
2021

El 1 de diciembre de 2019, un hombre de unos 70 años cayó enfermo en China aquejado de neumonía. Apenas treinta días después eran bastantes más las personas que comenzaban a padecer en masa la enfermedad. Una patología semejante en sus síntomas a otras más comunes, como los refriados o la gripe estacional, pero cuyo comportamiento difería en ciertos efectos –como la anosmia– y su agresividad era muy superior. Acababa de propagarse el Sars-Cov-2, el tipo de covid  que hoy todos conocemos. Una familia de patógenos que, hasta comienzos de este siglo, no se creían especialmente dañinos para el ser humano.

Fue el 30 de diciembre de 2019 cuando en el Hospital Central de Wuhan, China, recibieron la noticia: el virus que estaba detrás de la enfermedad era el SARS. Si bien el diagnóstico de los secuenciadores genéticos no era del todo acertado, tampoco fue erróneo ya que no se trataba exactamente del mismo patógeno que había provocado, entre 2003 y 2004, una enfermedad respiratoria aguda que causó alrededor de 8.000 infectados y 800 fallecidos. En esa década, el gobierno chino contuvo la información recibiendo por ello severas críticas internacionales, ya que la conducta gubernamental fue negligente hacia la salud pública del resto de la población humana. Sin embargo, en esta ocasión la noticia saltó rápidamente a las redes sociales de China continental y de allí al resto del mundo. Al día siguiente, George F. Gao, director general del Centro de Control de Enfermedades de China, comenzó a recibir propuestas de ayuda procedentes de todos los rincones del mundo. Al mismo tiempo, la empresa BlueDot, que desde la crisis epidemiológica de 2003 había lanzado un algoritmo que cada 15 minutos cruzaba y analizaba información sanitaria y científica de todo el mundo en busca de enfermedades emergentes, lanzó el aviso de que en China había comenzado a propagarse un patógeno semejante al SARS.

No fue hasta el 11 de marzo de 2020 cuando la OMS declaró la pandemia y los países europeos comenzaron a tomar medidas serias, como el confinamiento

A partir de entonces, la cascada de sucesos se desenvolvería vertiginosa. Se incumplió el protocolo de la OMS de alertar en 24 horas de las amenazas detectadas a la salud –China siguió sin reconocer la existencia del brote en año nuevo de 2020– y las informaciones que llegaban eran opacas. Llegaron los primeros muertos, entre ellos algunos jóvenes, primero en Asia, pero después en Europa y América. También las primeras personas en recuperarse, como la mujer china de 103 años de edad que superó la enfermedad tras seis días de tratamiento.

Mientras se propagaba el patógeno en un mundo globalizado como el nuestro, donde los movimientos humanos son continuos e internacionales, las previsiones en Europa se rompían con la expansión de la pandemia por el viejo continente. Durante los meses de enero a marzo, las autoridades sanitarias españolas hablaban de casos procedentes del exterior que podrían aislarse sin advertir que el virus hacía tiempo que ya circulaba por el país. No sería hasta el 11 de marzo de 2020 cuando la OMS declarara la pandemia y los países europeos comenzaran a tomar medidas serias como el confinamiento, el uso de mascarillas y las limitaciones de movimiento y aforo. Lo demás es historia.

Keenan y la esperanza: primeras vacunas

La que no se hizo esperar fue la reacción entre el ámbito científico y las farmacéuticas. Pocos días después ya se había secuenciado el patógeno, y se adaptaron las primeras pruebas PCR para ser sensibles a la nueva enfermedad. Tras unos meses de escasez y titubeos políticos, la industria farmacéutica consiguió mantener un suministro suficiente de mascarillas, desinfectantes y material sanitario y preventivo contra la enfermedad, muy útil durante el otoño de 2020 para reducir la proliferación de otras patologías respiratorias.

La primera vacunada en España fue Araceli Hidalgo (96 años), el 27 de diciembre de 2020

La investigación tampoco se hizo esperar, y además de los estudios clínicos y biológicos, comenzaron a patentarse los primeros modelos de vacuna. Algunas empleaban el novedoso mecanismo de ARN mensajero, otras métodos más tradicionales. Incluso se llegó a apostar por vacunas esterilizantes (que impedirían la propagación de la enfermedad en el infectado y el desarrollo de una carga viral suficiente para infectar). Acabaron por elegirse las que persiguen la inmunidad. El 8 de diciembre de 2020, en tiempo récord, la británica Margaret Keenan (90 años) se convertía en la primera persona del mundo en recibir la inoculación, un suceso que se replicó en España con Araceli Hidalgo (96 años), el 27 de diciembre de ese mismo año.

El año de la vacunación ha sido 2021. Con una marcada desigualdad entre naciones y continentes, y una heterogénea respuesta entre la población del primer mundo a la hora de recibir la vacuna, enfrentadas al reto de las diferentes variantes del virus que han ido surgiendo desde el comienzo de su propagación, el mantenimiento de medidas como la distancia social, el uso de mascarilla y, finalmente, la vacunación, se han demostrado un punto de inflexión en la lucha contra una enfermedad cuyo origen, aún a día de hoy, sigue sin haberse consensuado.

Un futuro incierto ante la covid

La naturaleza prueba continuamente al ser humano en su capacidad para actuar, adaptarse o reaccionar ante lo acontecido, paliando la adversidad o multiplicándola hasta el desastre. Una de las lecciones que nos enseña el coronavirus es que la solidaridad, el civismo y el respeto hacia los demás (no todo el mundo reacciona igual ante un mismo patógeno) se han demostrado vitales para construir civilización y sociedades fuertes, proteger la salud individual (para que lo esté la colectiva) y fomentar el pensamiento crítico distanciados del ruido que genera el miedo. Por supuesto, la crisis ambiental y la presión a la que nuestros ritmos someten a la biodiversidad también han pasado a un primer plano.

La nueva incierta variante ómicron pone ahora en jaque la posibilidad de retomar una vida similar a la previa de la pandemia

La menor duración de la inmunidad proporcionada por las vacunas, la inoculación de la tercera dosis a los ya vacunados y el refuerzo de las campañas de captación de quienes aún no lo han hecho (en países como España, donde se está preparando la posible inoculación de la población de 5 a 11 años, el porcentaje de ciudadanos que ha recibido al menos una dosis  es del 80,9 %), así como la llegada de nuevas variantes, como la incierta variante ómicron, ponen en jaque la posibilidad de retomar una vida parecida a la de antes de la pandemia. En algunos países ya se especula con la posibilidad de retornar a las medidas de confinamiento en plena ola pandémica en Europa.

Sea como fuere, la necesidad de retornar a ciertas medidas higiénicas –como la mascarilla o la distancia social, que se han demostrado medios muy eficientes durante los momentos hasta ahora más difíciles de la pandemia– puede que regresen en breve, más aún en plena polémica en torno al Pasaporte COVID, que en países donde la aceptación voluntaria de la vacuna ha sido más que sobresaliente, como en España, se torna una medida irracional y, para algunos sectores, poco democrática.

Desde el verdadero punto de vista de la ciencia, la esperanza se cierne en las vacunas y medicamentos que se espera comiencen a ser aprobados a lo largo de 2022 (como las vacunas esterilizantes o antivirales específicos) y en la resistencia de las personas que han pasado la enfermedad. Veremos que nos depara un final de 2021 y un año 2022 cargado con la misma intensidad de incertidumbre como de deseo en regresar a la tranquilidad previa al desastre.

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