Economía

Renovarse en verde o morir

Hemos heredado tres aprendizajes clave de la pandemia: estamos plenamente inmersos en crisis sobrepuestas, no podemos luchar solos y debemos apoyarnos en la ciencia para poder tomar las decisiones de forma realista y efectiva. Quien se niegue a asumirlo, simplemente, no tendrá futuro.

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10
noviembre
2021

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La pandemia nos ha proporcionado tres aprendizajes clave. El primero es que estamos plenamente inmersos en una era de crisis sobrepuestas y sin precedentes, de alto potencial disruptivo y de carácter sistémico; el segundo es la fragilidad de nuestra forma de vida –todos somos vulnerables a estas crisis y ningún agente social está capacitado para resolverlo ni puede abordarlo de modo individual–; el tercero es que debemos de darle la importancia que merecen a la ciencia y a los datos a fin de tomar decisiones de futuro teniendo en consideración las predicciones de los científicos. Las organizaciones que actúen de espaldas a esta nueva realidad y que no incorporen en su liderazgo esta visión colaborativa, sistémica y de generación de impacto positivo, simplemente no tendrán futuro.

El reciente informe del IPCC publicado este verano de fenómenos climáticos de virulencia extrema alerta de un código rojo para la humanidad: estamos ya viviendo las consecuencias de la crisis climática,sin duda de naturaleza antropogénica, que afecta a todos los rincones del planeta sin excepción.  Nuestro país es extremadamente vulnerable a los riesgos climáticos y todos ellos afectan de pleno a la viabilidad y supervivencia del sector empresarial: estrés hídrico, incremento del riesgo de desertificación, disrupciones en el suministro de materias primas agrícolas y ganaderas y pérdida de diversidad. Tal y como indicaba David Brower «there is no business on a dead planet» («no puede haber negocio en un planeta muerto»).

Un 63% de los consumidores está dispuesto a prestar más atención al impacto social de los productos que compra

En estos momentos, las negociaciones de la COP26 de Glasgow –la más determinante desde París– serán clave para evitar un calentamiento global catastrófico de más de 2,7º C a finales de este siglo. Todos los acuerdos anunciados hasta el momento dibujan un horizonte en el que la sostenibilidad es una palanca estratégica fundamental: fin de la desforestación en 2030, reducción de las emisiones de metano en un 30% de cara a 2030, fin a la financiación pública de proyectos de combustibles fósiles, fortalecimiento de las inversiones verdes y sostenibles a través de los compromisos de la Alianza Financiera para Glasgow Net Zero (GFANZ) o la creación de un nuevo Consejo de Normas Internacionales de Sostenibilidad para desarrollar normas de reporte de sostenibilidad más amplias para los mercados financieros con el objetivo de que las divulgaciones climáticas sean obligatorias.

Estamos ante un entorno de escrutinio y exigencia creciente en el que ha aumentado la presión social, regulatoria e inversora sobre la ética y la gobernanza corporativa, pero también sobre los impactos sociales y medioambientales que generan las empresas en su cadena de valor. Por una parte, existe una mayor presión regulatoria derivada de la ambición de la Unión Europea por asumir el liderazgo mundial en la lucha contra la crisis climática que se tangibiliza en una avalancha regulatoria en temas ESG (con más de 500 iniciativas solo en el año 2020) pero sobretodo con la propuesta de Ley Europea del Clima, el Plan de Acción de la Comisión Europea para la Economía Circular, el reglamento sobre Taxonomía Europea o la nueva propuesta de directiva de reporte (Corporate Sustainability Directive Reporting). Por otra parte, encontramos el incremento del interés inversor en modelos de negocio sostenibles, ya que las empresas que definen su impacto en base a criterios ESG incurren en menos riesgos y son más resilientes. Por último, debemos hablar también de la presión social, con un consumidor más consciente, informado y digitalizado: un 63% está dispuesto a prestar más atención al impacto social de lo que compra y, mientras que antes de la covid solo el 5% de los encuestados consumía productos sostenibles de forma constante, ahora el 40% de ellos considera importante hacerlo.

La competitividad y supervivencia de las empresas dependerá de la urgencia con la que integren procesos que aceleren la reducción de la huella de carbono, el uso de energías renovables, la adopción de la circularidad y las estrategias de colaboración para la creación de un ecosistema de innovación abierta y sostenible. El liderazgo de las organizaciones ha de asumir de forma proactiva esta transformación hacia la sostenibilidad y la economía net zero, transversalizarla a toda la empresa y cadena de valor, y pasar del mero compliance a visualizar la sostenibilidad como palanca de crecimiento y rentabilidad. El liderazgo sostenible tiene un enfoque sistémico, colaborativo y circular, puede anticiparse a los cambios gracias a una mayor compresión del entorno externo cambiante, y hace que su organización sea menos vulnerable a los riesgos.

Para ello, precisa activar los siguientes ejes de acción:

1. Ambición y pensar en grande: La transición no implica simples ajustes para minimizar los impactos negativos en el medio ambiente, sino que debe abordar cómo la organización contribuye a regenerar los sistemas naturales y crea impacto positivo. Deben proponerse metas disruptivas que inspiren a los equipos a pensar e innovar en de forma exponencial.

2. Cultura de la sostenibilidad: Los modelos de negocio sostenibles se apoyan en los datos, pero deben poner en el centro a las personas. Es importante que la sostenibilidad, sus objetivos y cómo las personas de la organización puede contribuir a ellos, sean comprensibles y compartidos.

3. Estrategia y medición: Una estrategia de sostenibilidad sin hoja de ruta e indicadores coherentes y claros no tiene futuro. Una estrategia de sostenibilidad no integrada a la estrategia de negocio, tampoco.

4. Colaboración: Es clave involucrar a toda la cadena de valor y repensar el rol de todos los grupos de relación, sobre todo proveedores y clientes, que deberán ser aliados de la esta transformación, animándolos a retar sus modelos de negocio y a compartir información de forma transparente para tener más impacto.

5. Corresponsabilidad y generosidad: La sostenibilidad debe tener visión compartida y objetivos transversales, que impliquen alianzas público-privadas y colaboraciones sectoriales ambiciosas. Incluso en sectores altamente competitivos, compartir retos aumenta la posibilidad de escalar y replicar soluciones sostenibles con mayor rapidez e impacto.

6. Comunicación, transparencia y diálogo: La sostenibilidad implica un cambio de cultura empresarial. Por tanto, para rebatir la resistencia al cambio se debe tener capacidad de escucha y compartir información para que todos sean aliados de la transformación. Esta misma transparencia debe aplicarse en los foros de diálogo con nuestros grupos de relación. Solo así se pasará de los análisis de materialidad como herramienta de reporte a la co-creación de soluciones sostenibles con nuestro ecosistema de cambio.

7. Reimaginar nuestros modelos de negocio: Pasar de pensar en clave de reto a oportunidad de creación de valor compartido. Pensar en clave sostenible implica explorar oportunidades de innovación en abierto con partners que nos obliguen a repensar el modelo de negocio en clave restaurativa y de impacto positivo.

8. Gobernanza: Es imprescindible que el liderazgo sostenible esté presente en los centros de tomas de decisiones de las empresas (Comités de Dirección y Consejos de Administración). Las empresas que tienen un propósito vinculado a la sostenibilidad y al impacto positivo lo demuestran con la presencia de directivos con conocimientos ESG en las más altas esferas de las organizaciones.

Las empresas que no integren la sostenibilidad de forma transversal a sus modelos de negocio, no solo incurrirán en el incumplimiento de la ley, que cada vez será más exigente, sino que perderán oportunidades de inversión, innovación, atracción de talento y el favor de un consumidor cada vez más activista.


Sonia Ruiz es colaboradora académica del Instituto de Innovación Social de ESADE y socia fundadora de NOIMA, Sustainability Strategies.

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