Siglo XXI

Cinco reportajes para poder comprender un mundo en evolución

La actualidad nos empuja a repensar el futuro y, a su vez, el presente. Nuestras creencias, los lugares que habitamos y la forma en que nos comunicamos parecen, hoy, condenados a transformarse (una y otra vez). Esta selección de artículos representa una oportunidad para poder orientarse a través del laberinto que nos espera.

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04
noviembre
2021

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Hoy el porvenir es tan difuso como la línea del horizonte tras la llegada del crepúsculo. Las turbulencias globales distorsionan una política envuelta en fieras proclamas extremistas, el planeta parece hundirse bajo el aplastante peso de las toneladas de gases de efecto invernadero y las pandemias –emponzoñando tanto la salud física como la mental– aparecen, como desagradables sorpresas, para mordisquear poco a poco el vigor de todo humano. La desazón, sin embargo, no es exclusiva del futuro: esta misma perspectiva afecta también al propio presente, que empieza a sufrir unos cambios interpretados como imperativos. Así lo demuestran la toma de medidas –urgentes– contra el cambio climático y la evolución de las ciudades hacia hábitats más amables con toda condición humana.

Mientras tanto, las sociedades occidentales evolucionan y desarrollan nuevas formas de pensar e interpretar el mundo. ¿Cómo comprender si no los impulsos censores y las nuevas ideologías políticas? En estos términos busca Ethic comprender el intrincado mundo de hoy y, por ende, el de mañana. Seleccionamos cinco reportajes que desentrañan algunas de las claves esenciales para comprender este escenario en constante transformación.

La búsqueda de la felicidad

felicidad

La ciencia ha alargado nuestra vida hasta límites antes insospechados. En la mayor parte de los casos, esto implica también un aumento de la calidad de vida. El consumo, a su vez, continúa poniendo a nuestra alcance algunos de nuestros deseos más fervientes. Sin embargo, ¿podemos considerarnos felices? Este reportaje enfrenta la dificultad de comprender un fenómeno poliédrico y esencial en una sociedad hedonista: la felicidad. Según explica el psicólogo Steven Pinker, «a nivel individual nos sentimos más felices cuando estamos sanos, cómodos, seguros, abastecidos, socialmente conectados, sexualmente activos y amados». Pero ¿cómo hacerse con una sensación que, de tan compleja, es también tan escurridiza?

¿Están preparadas las ciudades para sobrevivir a este siglo?

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Los núcleos urbanos se hallan en el centro de todas las transformaciones. Las grandes preocupaciones de los urbanistas pasan, hoy, por la necesidad de deshacer mucho de lo que se desarrolló el siglo pasado en aras de la mal llamada ‘ciudad moderna‘ y volver a situar a la persona –y el entorno natural– en el centro de su morfología. La superpoblación, el calentamiento global y las necesidades propias de la inclusión prevén modificar y condicionar por completo el futuro desarrollo de las ciudades (y, por tanto, nuestra forma de interactuar con ellas).

Las ¿nuevas? formas de censura

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Durante los últimos años se ha vuelto imposible ignorar los gritos angustiados esgrimidos contra lo que algunos consideran nuevas –y más sutiles– formas de censura. Esta corriente ideológica, marcada por la corrección política, propone una revisión anacrónica de obras artísticas y figuras del espacio público, expandiéndose de manera más bien irregular a través de las redes sociales. Es posible observar los efectos de esta corriente, que considera que la intransigencia es indicativa de virtud, en la retirada de Lo que el viento se llevó de la plataforma HBO o el rechazo de Hachette a publicar las memorias de Woody Allen en inglés.

La belleza del pensar

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¿Es posible percibir la belleza más allá de una forma que, hoy, la restringe a la pura estética? De la particular relación que existe entre la belleza y el pensamiento pueden decirse muchas cosas, pero ninguna ha llegado nunca a resultar tan evocadora como la que llevamos veinticinco siglos leyendo a Platón en su Teeteto: «El que piensa bellamente es una bella y excelente persona». ¿No es, acaso, un ejemplo de belleza la esperanza de cambiar lo que somos? Al fin y al cabo, no estamos sino ante la presunción de que algo distinto es posible.

Construir el futuro

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Levantar nuevos cimientos es una tarea complicada y, sobre todo, ingrata: así lo demuestran la esterilidad –hasta ahora– de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, cuya razón de ser no es sino la construcción de un mundo más justo y más igualitario; es decir, un mundo nuevo. La realidad que conocemos parece quedar atrás, como si fuese vista a través de un espejo retrovisor. En ocasiones, ni siquiera hay manera de aprehenderla: la desinformación desmenuza maliciosamente una realidad al alcance de unas poblaciones cuya práctica totalidad es ya digital. El futuro se esconde tras la niebla: se cuestiona la democracia y la hegemonía global; incluso la vida diaria siente sobre su cabeza el peligroso peso de la incertidumbre.

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