Sociedad
Diez años sin ETA: elementos básicos para una disculpa
Si bien el discurso de Arnaldo Otegi no enmarca a la izquierda independentista como culpable del daño generado ni muestra una disculpa explícita, el reconocimiento a las víctimas se manifiesta clave para la resolución del conflicto.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2021
Artículo
Arnaldo Otegi, líder de la coalición independentista vasca Bildu, leyó un comunicado en el que se quería trasladar su pesar y dolor por el sufrimiento padecido por las víctimas de ETA justo al cumplirse 10 años del cese de la violencia por parte de la banda armada. Las declaraciones han corrido como la pólvora y no se han hecho esperar valoraciones al respecto. Pero ¿es una disculpa? ¿Qué objetivo tiene? A la hora de evaluar un discurso tan complejo es necesario detenerse en varios aspectos.
El emisor
En primer lugar, en su actor: quien pronuncia las palabras es el líder de Bildu y exintegrante de ETA, por lo que está lo suficientemente legitimado como para llevarlo a cabo. La banda terrorista asesinó a más de 800 personas, provocó el exilio de muchos y silenció a buena parte de la sociedad vasca durante décadas. Sin embargo, el comunicado se lo atribuye la izquierda independentista vasca. No ETA, ni sus antiguos integrantes. Esto separa el movimiento político de la organización criminal. Si no hay responsabilidad, no hay culpa, y por lo tanto se trata de una mera declaración de valores. El plural supone que quien habla lo hace en nombre de la organización y no sólo en el suyo propio, lo que conlleva que parte de la culpa pueda diluirse en la colectividad y, según autores como Smith, esto difumina la responsabilidad de quien lo pronuncia.
El mensaje
A continuación, es necesario desgranar su contenido. El comunicado no contiene una solicitud explícita de perdón o disculpa, que supondría una mayor asunción de la responsabilidad y contrición, según autores como Benoit o Hood. Sin embargo, posee otras con una marcada carga emotiva: «Queremos decirles de corazón que sentimos enormemente el sufrimiento y nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades». La declaración empática de sufrimiento va acompañada de una propuesta para tratar de aplacar el dolor, lo cual es necesario en toda disculpa.
En una solicitud de perdón canónica se debe huir de toda ambigüedad, no debe contener condicionales ni elementos vagos que dejen abierta la interpretación del mensaje. Se debe reconocer qué se ha hecho mal, mostrar remordimiento y, en la medida de lo posible, tratar de compensar a las víctimas. En este caso no hay ninguno de estos elementos en tanto que la organización no se reconoce como causante del daño. Sin embargo, sí es interesante el interés que muestra por favorecer la concordia como apuesta decidida por la memoria de aquellos que fueron asesinados por la banda y quienes la sufrieron. Si esta es real o no, y cómo podrá materializarse, es otro debate.
El contexto
El lugar en el que estas palabras se enmarcan en la propia declaración también es significativo. Aparecen en tercer lugar, tras hablar de la veracidad del proceso de entrega de armas de la banda y antes de recordar la importancia que para la izquierda independentista vasca tiene el acercamiento de los presos. Esto resta importancia a la declaración que se camufla entre otros puntos, lo que podría acercarle a su nicho de simpatizantes pero alejarla del conjunto de quienes demandan un posicionamiento claro y decidido con toda la solemnidad que se merece. Así pues, la estructura del documento es lo suficientemente ambigua como para contentar a unos y desalentar a otros.
Sin perdón
Las palabras pronunciadas por Otegi no son un perdón y probablemente no aspiren a serlo. Algunos autores aseguran que este discurso atañe únicamente a las víctimas y que estas no deben en ninguna circunstancia sentirse obligadas a concederlo, sino hacerlo libre y voluntariamente tras el reconocimiento de la culpa, tal como señalan Ware y Linkungel. En ocasiones, los individuos apelan a lo que se conoce como argumentum ad misericordiam en el que se apela a la bonhomía de la contraparte para conseguir su favor. No es el caso.
El perdón es un discurso complejo. La búsqueda de la reconciliación es recurrente entre individuos y sociedades tras un hecho traumático o reprobable y el perdón es un elemento básico para llevarla a cabo. Pero no es suficiente por sí solo. Debe estar acompañado de obras y acciones que lo respalden para hacerlo creíble y coherente. Solo de este modo podrá suponer un punto de inflexión entre las partes y asentar las bases de una nueva relación entre ellas. El comunicado de la izquierda independentista vasca tampoco es una disculpa. Pero deja mensajes muy interesantes que podrían servir como estímulo a un camino que comenzó hace diez años. El reconocimiento hacia las víctimas es fundamental en la resolución del conflicto y comprender sus sentimientos puede no ser suficiente, pero es necesario.
Pedro Marfil es profesor de Comunicación, Universidad Camilo José Cela. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
COMENTARIOS