Opinión

Asilo y refugio en tiempos de guerra contra la inmigración

En ‘Asilo y refugio en tiempos de guerra contra la inmigración’ (Catarata), más de una decena de expertos en migraciones analizan y simplifican, desde una mirada histórica y analítica, las principales cuestiones sobre la situación de asilo y refugio y las medidas tomadas por Estados Unidos y los principales países europeos.

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14
octubre
2021
Campo de refugiados sirios a las afueras de Atenas. Foto: Julie Ricard.

Vivimos tiempos de guerra contra la inmigración. Las metáforas bélicas: ‘oleada’, ‘avalancha’, ‘asalto a nuestras costas’, ‘ataque sin precedentes’, ‘invasión’, ‘desafío’, son de uso frecuente para referirse a la situación actual de las migraciones internacionales. Palabras de guerra que definen y legitiman las políticas de control migratorio que se están desarrollando en todo el mundo. Como señalara Sayad, las políticas migratorias funcionan como un espejo que refleja las problemáticas propias de los contextos donde las mismas se producen y se llevan a cabo. Nos permiten ver qué sociedad somos, qué sociedad estamos construyendo y qué sociedad queremos ser.

Pensar el asilo y el refugio en tiempos de guerra contra la inmigración nos invita a intentar comprender los procesos a través de los cuales las lógicas expulsoras que caracterizan a la economía global toman forma: dinámicas a través de las cuales cada vez más gente es expulsada de sus casas, de sus tierras, de sus barrios, de sus negocios, de sus lugares de origen, de los órdenes sociales y económicos clave. También a intentar comprender los países en los que estas personas buscan refugio y protección. Las distintas formas de violencia estructural y extrema que provoca el capitalismo global en su reproducción, intensificadas en las últimas décadas a través del aumento de los conflictos armados, la guerra, el terrorismo, la especulación financiera, la apropiación de tierras, la destrucción ambiental y el cambio climático, constituyen una condición central para explicar las migraciones contemporáneas, especialmente las de carácter forzado. Las lógicas de expulsión, las dinámicas de excepcionalidad y la colonialidad son procesos que ayudan a comprender el contexto actual y las respuestas institucionales que se dan a las migraciones internacionales en tiempos de capitalismo salvaje y depredador.

Las políticas de control migratorio que se vienen desarrollando en Europa se configuran a partir de estas lógicas y se materializan en el cierre de fronteras, la construcción de muros, la externalización del control migratorio, la eliminación de las operaciones de rescate marítimo, el cierre de puertos o el bloqueo a los barcos de ayuda humanitaria, la criminalización de la solidaridad y la detención y el internamiento de migrantes, entre otras. En definitiva, en la negación de las condiciones de refugio a las personas que huyen y buscan protección. Estas políticas se articulan y legitiman a partir de discursos y sentimientos de rechazo y hostilidad hacia las personas migrantes, pero también, y al mismo tiempo, contribuyen a construirlos, generando así contextos de odio, discriminación y rechazo que se trasladan a toda la sociedad. En este libro nos proponemos analizar estas políticas, prácticas y discursos presentando ejes de análisis y de debate que nos ayuden a comprender qué pensamos cuando pensamos en la inmigración, el asilo y el refugio, y qué dejamos fuera cuando nos acercamos a estos fenómenos desde las retóricas institucionalizadas.

Entender las movilidades humanas desde las lógicas que las subyacen nos permite analizar las respuestas de las autoridades internacionales

El concepto de migración fue inventado para capturar el movimiento de poblaciones dentro de y entre los límites de las fronteras territoriales del Estado nación. Esta conceptualización ha condicionado la comprensión de las migraciones internacionales durante más de un siglo. Este nacionalismo epistemológico y metodológico, que ha dominado buena parte de las interpretaciones y de las políticas públicas, concibe la movilidad entre fronteras nacionales como un fenómeno localizado fuera de los parámetros de la normalidad, más aún si los que atraviesan fronteras carecen de recursos económicos. Entender las movilidades humanas desde las lógicas que subyacen a las mismas y como un fenómeno independiente de esta normatividad nos permite tomar distancia de esos presupuestos y analizar las respuestas creadas por las autoridades internacionales y nacionales como un intento de subordinar las movilidades humanas a las prioridades de quienes detentan el poder.

El concepto de autonomía concibe la dinámica de las migraciones como fuerzas sociales independientes donde son los deseos, el conjunto de acciones independientes, las capacidades de quienes se ponen en movimiento las que contribuyen a crear procesos de transformación social donde se redefine y reinventa la vida en sociedad. Frente a estos procesos el orden del estado nación, que es el foco de nuestro análisis, resiste reforzando y multiplicando el control de movilidades concebidas como indeseables e ilegales.

La situación migratoria nos está obligando a pensar radicalmente, esto es, pensar desde la raíz sobre la cuestión del asilo, el refugio y la frontera. Cualquier observador atento de las tendencias globales en materia demográfica, ecológica y tecnológica llegará pronto a la conclusión de que estamos usando un lenguaje gastado y que no solo no actuamos bien, sino que ya no pensamos bien los problemas políticos y jurídicos sobre los que hemos de actuar. Sin haber resuelto los viejos problemas, ni en el orden político ni en el orden intelectual, nos hemos encontrado ante realidades nuevas. Los muros son tan injustos como inútiles a los propósitos que aducen quienes los levantan. Ellos lo saben. Su efecto inmediato no es infundir miedo en quien trata de traspasarlos, que huye de un miedo mayor, sino el de mantener asustados a quienes del otro lado del muro se creen en la necesidad de confiar en el poder que los gobiernos poco a poco van dejando de tener.

Hay ejemplos históricos suficientes de sociedades abiertas que, con políticas firmes de integración e instituciones fiables, son hoy más libres, creativas y prósperas

Ante la realidad de la que escapan las personas que en caravana desde Centroamérica cruzan México hacia los Estados Unidos, la estéril bravuconada del presidente Trump provoca estupor. Huyen de una violencia cotidiana y arbitraria que asesina a tantas personas como un conflicto bélico y ante la que sus gobiernos no tienen respuesta. Su Estado ha desaparecido y hablar en este contexto de monopolio de la violencia física legítima es valerse de un lenguaje agotado. Del mismo modo, creer que donde se levanta el muro hay una frontera es olvidar que los nuevos dispositivos de vigilancia y control fronterizo y la política de externalización de esta labor a terceros países hacen que el concepto convencional de frontera signifique hoy poco. Los de frontera, soberanía o refugiado, son conceptos que debemos redefinir para que recojan la complejidad de una realidad que no es la de 1951.

Pensar radicalmente pasa también por asumir que nuestras sociedades van a tener que transformarse para la acogida. Y en este punto conviene hablar claro. Los enemigos de la inmigración, los profetas del repliegue nacional, los nostálgicos de la comunidad imaginada últimamente hablan muy claro, demasiado claro, engalanándose con su propia retórica ajena a cualquier sentido no solo de la justicia sino también del decoro, del pudor. Conviene que quienes defendemos ideas cosmopolitas hablemos también con claridad de los retos de la acogida y no hacer valer solamente que acoger inmigrantes será la única manera de garantizar las pensiones, pues de nosotros depende que nuestras sociedades y nuestras ciudades de mañana sean más justas, más decentes. Hay ejemplos históricos suficientes de sociedades abiertas que, con políticas firmes de integración e instituciones fiables, son hoy más libres, creativas y prósperas.

(…)

Pensar radicalmente pasa también por pensar la cuestión migratoria desde una perspectiva histórica. Recordar es casi siempre útil y en este caso lo es no sólo para mirar la cuestión del refugio desde una adecuada perspectiva moral y política sino para comprender en qué contexto se fijaron las definiciones de los conceptos jurídicos a los que hoy apelamos y cuál fue la naturaleza de los problemas a los que con ellos se quiso dar respuesta. Ese contexto es el de la Europa de la posguerra y los años de la reconstrucción. Distinciones como la de refugiado y desplazado se fraguaron entonces, como también lo haría en los años siguientes de acelerada industrialización fordista nuestro imaginario sobre el ‘emigrante económico’. Una historia, la de los conceptos, de luchas, intereses, valores, coyunturas y arbitrariedades que nos avisa para no bajar la guardia ante las consecuencias no queridas del lenguaje que a veces usamos con las mejores intenciones.


Este es un fragmento de ‘Asilo y refugio en tiempos de guerra contra la inmigración’ (Catarata), donde participan expertos como Héctor Romero, Natalia Moraes y María Elena Gadea, entre otros.

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