Internacional

Alemania: ¿una esperanza o un espejismo para los partidos verdes?

Los Verdes de Alemania son la segunda fuerza en intención de voto para las elecciones de septiembre. En su programa conviven propuestas como acelerar el proceso de descarbonización a través del cierre inmediato de centrales nucleares y plantas térmicas que operan con carbón.

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12
julio
2021

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Más del 90% de los ciudadanos europeos, sobre todo jóvenes, considera que el cambio climático constituye uno de los problemas más serios en la actualidad. Por tanto, podríamos pensar que es un buen momento para que los partidos verdes ganen votos y formen parte de gobiernos. Pese a la creciente aceptación de sus ideas, pocos partidos verdes han conseguido transformar la preocupación ambiental en votos a nivel nacional, sobre todo en países donde la democracia llegó relativamente tarde.

El Partido Verde Europeo consiguió 74 eurodiputados en las elecciones de 2019, un 48% más que en 2014, y varias ciudades europeas cuentan con alcaldes procedentes de partidos verdes, como Ámsterdam, Burdeos, Lyon o Budapest. Además, los verdes forman parte de gobiernos de coalición en Bélgica, Suecia, Finlandia o Austria. Pero donde los Verdes han adquirido mayor fuerza es en Alemania: son la segunda fuerza en intención de voto para las elecciones federales de septiembre. En mayo las encuestas les situaban por encima del CDU/CSU de Angela Merkel, aunque su primer puesto fue efímero con la aceleración del proceso de vacunación y tras conocerse que la líder verde había maquillado su currículum y contaba con acusaciones de plagio.

En todo caso, con un 19,2% de intención de voto se espera que jueguen un rol fundamental en la formación de un gobierno de coalición, bien junto al CDU/CSU o formando una coalición semáforo junto a los socialistas del SPD y los liberales del FDP. El repunte de los Verdes alemanes (Grüne) se puede explicar por varios factores: por las sospechas de corrupción que rodearon recientemente a varios políticos del CDU/CSU; por el lento proceso de vacunación en el país hasta primavera y su efecto negativo en la recuperación económica; por el todavía bajo carisma de Armin Laschet, el candidato del CDU/CSU, en comparación con Merkel.

Alemania es todavía un país dependiente del carbón, un sector que da empleo a unos 20.000 trabajadores

Pero hay que destacar una debilidad estructural de la economía alemana: que no es tan verde como parece. La era Merkel ha resultado ser una pequeña decepción en términos de lucha contra el cambio climático: la canciller del clima’ ha logrado vitalizar al sector de las energías renovables para generar electricidad, pero Alemania es todavía un país dependiente del carbón, un sector que da empleo a unos 20.000 trabajadores, y del que ‘tira’ el sistema energético de empresas como Siemens, Daimler o BASF. De hecho, solo se plantea abandonar el uso del carbón en 2038.

El sector automotriz, basado todavía en vehículos de combustión interna, constituye otro pilar de la economía, aportando un 10% del PIB germano y está controlado por lobbies poderosos. Consecuentemente, las emisiones de gases de efecto invernadero han descendido a un ritmo más modesto durante el período 1990-2019 de lo exigido por ONGs o el Tribunal Constitucional.

Giro arriesgado hacia el centro político

Los Verdes alemanes desean acelerar el proceso de descarbonización pero con un toque realista y pragmático, pivotando hacia el centro político y rompiendo con su pasado hippy. Por supuesto, plantean cerrar inmediatamente las centrales nucleares y plantas térmicas que operan con carbón. También abogan por la retirada de vehículos de gasolina y diésel para 2030 y proponen un programa de medio billón de euros para infraestructuras verdes. Combinan una serie de propuestas económicas de la izquierda con medidas neoliberales promercado. Entre las primeras se encuentra la subida del salario mínimo y de los impuestos sobre los gigantes tecnológicos y la población más rica.

Los Verdes alemanes buscan crear un fondo de capital riesgo financiado con dinero público para la creación de ‘start-ups’

Por otro lado, desean cambiar los hábitos de consumo mediante desincentivos: un impuesto verde aplicable a billetes de avión, a las emisiones de CO2 y los aranceles sobre importaciones procedentes de países muy contaminantes (como China). Además, pretenden crear un fondo de capital riesgo financiado con dinero público para la creación de start-ups verdes. Muestran más confianza en los mecanismos de mercado y las grandes empresas que otros partidos verdes o los de izquierdas, por lo cual algunos los llaman neoliberales con bicicletas, olvidando al electorado obrero y centrándose en ciudadanos urbanos de renta media-alta que pueden costearse la descarbonización. Esta estrategia tiene el peligro de solapamiento con las propuestas de la derecha central del CDU/CSU, que sigue siendo la opción preferida por parte de esta clase social.

Escasa independencia en el Sur y Este europeo

Pese a que la población española es una de las que más preocupación muestra por este problema global, el movimiento ecologista no se consolida en un solo partido verde, sino que se basa en la confluencia. Equo tuvo que asociarse con fuerzas de izquierda para adquirir cierta influencia política y aun así solo cuentan con un diputado en el Congreso. Lo mismo le sucede a Os Verdes en Portugal, con dos diputados.

En cuanto al Este de Europa, no es que menosprecien el cambio climático, pero la oposición en países como Polonia o Hungría trata de acabar con los gobiernos iliberales en primer lugar. Además, al contar con rentas per cápita más bajas, la población da prioridad al crecimiento económico material en detrimento de valores posmaterialistas que defienden los verdes.The Conversation


Eszter Wirth, es profesora de Economía Internacional (ICADE), Universidad Pontificia Comillas. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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