Opinión

Por una ciencia abierta y multilingüe

El español y el portugués podrían mejorar la proyección internacional de sus pueblos con una apuesta conjunta por la creación y difusión de conocimiento científico.

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30
junio
2021

La pandemia que nos ha cambiado la vida ha traído la ciencia a nuestro vivir cotidiano, al estar pendientes de los avances en las vacunas, el análisis de las nuevas variantes o el complejo tema de la inmunidad. También ha puesto en evidencia que no todos somos iguales y que los países con más desarrollo científico obtuvieron respuestas que otros esperaron a que les pudieran llegar. Hemos visto los llamamientos del Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, para que las vacunas lleguen a todo el mundo y se haga un verdadero esfuerzo para proteger a los más vulnerables. Lo que ha quedado claro es que, junto a la tecnología, existe una enorme brecha entre ricos y pobres en el acceso al conocimiento y a la tecnología, que será aún mayor si no consideramos estos dos ámbitos como estratégicos para el desarrollo.

Todavía no conocemos todos los impactos que resultan de esta crisis global, pero al igual que en el ámbito de la educación, podemos optar por la inercia o entender que se abre la posibilidad de cambios que se deben acelerar. Si en la educación se ha hecho aún más evidente la brecha digital, que ha permitido a algunos mantener sus aprendizajes y ha llevado a otros a aumentar el número del abandono escolar, también se ha hecho patente en la ciencia la diferencia de medios, empezando por el acceso al conocimiento.

«Más que hacer que los datos y las publicaciones estén disponibles en acceso abierto, se trata de abrir el proceso científico en su conjunto»

En septiembre de 2020, el Observatorio de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la OEI publicó el informe La respuesta de la ciencia ante la crisis del Covid-19 que, como era de esperar, señala la intensidad de la producción científica que se distribuye, en gran medida, según las capacidades de I+D+i a nivel mundial, con una fuerte participación de Estados Unidos, China y los países europeos. En Latinoamérica, Brasil lidera la región en todos los indicadores de producción e inversión en ciencia y tecnología. También se demuestra que se ha incrementado la producción científica en el espacio iberoamericano, así como la colaboración entre instituciones científicas, lo que ha impactado en las políticas científicas, ya que algunos países han movilizado más recursos para el sector.

La crisis sanitaria que vivimos a nivel global, compartida al minuto en los medios de comunicación, con indicadores y gráficos que nos permiten seguir la situación local y mundial, ha desencadenado una avalancha de reflexiones (debates, conferencias, seminarios) en las que se ha compartido el conocimiento y, en el caso de la ciencia, se ha puesto de manifiesto la absoluta necesidad de su democratización. Primeramente, promover políticas de «ciencia abierta» que fomenten el intercambio de conocimientos entre la comunidad científica, la sociedad y las empresas, lo que permitirá ampliar el reconocimiento y el impacto social y económico de la ciencia. Más que hacer que los datos y las publicaciones estén disponibles en acceso abierto, se trata de abrir el proceso científico en su conjunto, reforzando el concepto de responsabilidad social científica. La implementación de una ciencia abierta también genera múltiples oportunidades de innovación que permiten impulsar el desarrollo de nuevos productos, servicios, negocios y empresas. Se trata, de hecho, de una prioridad de la Unión Europea, que puede llegar a beneficiar a otras regiones al valorar la puesta en común de la producción científica y potenciar la apropiación social del conocimiento. Además, el principio de la Ciencia Ciudadana, que implica a la sociedad en el proceso de creación y uso del conocimiento, posibilitará una mayor transparencia, más alfabetización científica y más confianza de los ciudadanos.

«[El español y el portugués] conjuntamente ya constituyen la segunda lengua de publicación científica en la ‘Web of Science’»

Otra cuestión que debería debatirse es la idea generalizada de que la ciencia se escribe en inglés. De hecho, ha sido y seguirá siendo la lengua franca de la producción científica, pero eso no significa que no luchemos por el uso de otras lenguas, sobre todo en áreas de conocimiento en las que las lenguas juegan un papel relevante en la configuración del pensamiento. En un reciente trabajo promovido por el Instituto Camões y el Instituto Cervantes, titulado La Proyección Internacional del español y el portugués: el potencial de la proximidad lingüística (Lisboa, 2020), se trata el tema en consonancia con el panel «Políticas lingüísticas para la internacionalización», que integró la Conferencia Internacional de las Lenguas Portuguesa y Española, organizada por la OEI en Lisboa a finales de 2019. En ambos espacios, Ángel Badillo, investigador del Real Instituto Elcano, destaca los efectos de lo que denomina la «dictadura del impacto» y la obsesión por la publicación, que ha llevado a la casi desaparición de la comunicación de la ciencia en libros, siendo sustituida por revistas académicas, algunas de ellas «depredadoras» (que cobran por la publicación, la traducción e incluso el nivel de difusión).

La Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) también se ha ocupado del tema de las lenguas de la ciencia. En la IV Conferencia Internacional sobre la Lengua Portuguesa en el Sistema Mundial, que tuvo lugar del 26 al 28 de mayo en formato digital –promovida por el Gobierno de Cabo Verde como Presidencia pro tempore de la CPLP– se dedicó uno de los ejes de reflexión a la Ciencia, Investigación e Innovación en Lengua Portuguesa. Se destaca la intervención de Edleise Mendes, profesora de la Universidad Federal de Bahía (Brasil), que señaló la trampa de las mediciones de impacto que no tienen en cuenta las especificidades de las distintas áreas de conocimiento y contextos regionales. En este sentido, destacó la importancia de la cooperación entre lenguas cercanas en la producción y difusión de la ciencia, como es el caso del español y el portugués, es decir, compartir repositorios científicos y estrategias conjuntas para la promoción de ambos idiomas como lenguas de la ciencia. Cabe señalar que las dos lenguas conjuntamente ya constituyen la segunda lengua de publicación científica en la Web of Science.

Los retos para una ciencia en español y portugués es el tema del estudio que la OEI está desarrollando en colaboración con el Real Instituto Elcano, y cuyas conclusiones se darán a conocer próximamente. Las dos lenguas suman 800 millones de hablantes, repartidos por cuatro continentes, y se prevé que su demografía siga creciendo. Pero, estas dos lenguas, que reconocemos como lenguas globales, no lograrán una proyección internacional si no son lenguas de la ciencia y la innovación. Este es un desafío a nuestro alcance con consecuencias en todos los ámbitos, incluido el bienestar y el progreso de nuestros pueblos.


Ana Paula Laborinho es Directora General de Bilingüismo y Difusión de la Lengua Portuguesa de la OEI

 

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