La inteligencia artificial, el quinto elemento
En los nuevos años 20 que están por venir serán fundamentales las denominadas organizaciones aumentadas, aquellas capaces de aprovechar todo el poder de la IA para reinventarse –de la forma más humana– desde todos los ámbitos, incluido el de la sostenibilidad. ¿Por dónde empieza la transformación?
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El agua. El aire. El fuego. La tierra. Los elementos naturales siempre han estado ahí. Constantes, infinitos. Y el ser humano no ha dejado de reinventarse a través de ellos. Porque innovar es una cuestión propiamente humana: un proceso de adaptación continuo a los nuevos tiempos que corren. Si, en los años 20 del siglo pasado, Hemingway reinventaba la cultura tras la guerra y las empresas crecían gracias a la electrificación de los sistemas, ahora, en estos nuevos años 20 poscoronavirus llega una era facilitada por un nuevo elemento: la inteligencia artificial (IA). Y esta idea ha dibujado la línea narrativa del Congreso online Converge Europe 2020, organizado por la empresa de tecnología e innovación Globant con el objetivo de agrupar a todos los agentes de las denominadas organizaciones aumentadas. Es decir, aquellas empresas que están creando transformaciones más allá de lo digital para aprovechar el poder de la inteligencia artificial y reinventarse desde todos los ámbitos, incluido el de la sostenibilidad.
Sobre este escenario virtual generado a través de la realidad aumentada han desfilado todo tipo de portavoces del sector tecnológico para afinar una amplia cuestión: ¿Por dónde hay que empezar a reinventarse? «La digitalización tiene las herramientas para crear un mundo más justo e igualitario», explica Martín Umarán, uno de los cuatro fundadores de Globant. «Es un imperativo acelerar la sostenibilidad más allá de la conversación porque es uno de los mayores retos del ser humano», añade. Pero esto debe plantearse, precisamente, desde la humanidad.
Y ese guante lo recoge Monique Morrow, ex CEO de CISCO y fundadora de The Humanized Internet, una organización que trabaja para garantizar la soberanía digital en cualquier rincón del planeta y proteger los derechos de los usuarios más vulnerables. «La irrupción tecnológica también es ética. Y la tecnología está obligando a generar nuevas corrientes morales. Las interacciones humanas ya están representadas en la inteligencia artificial», detalla. Y puntualiza: «Asumimos que las empresas recurren al dato simplemente para crecer pero, ahora que más del 90% de los datos en el mundo se han generado en tan solo dos años, estamos ante la oportunidad perfecta para ir más allá».
Morrow: «La tecnología está generando nuevas corrientes morales; las interacciones humanas ya están representadas en la inteligencia artificial»
Las finanzas, la farmacología, la ciberseguridad. Todo ámbito económico tiene una línea humanizada que seguir para que la IA, además de resultar atractiva a los responsables de las compañías, acoja a los clientes y, en general, a la sociedad. «Es un equilibrio entre tres aspectos: interacción humana, lealtad y beneficio», añade Morrow, que recalca la importancia de tomar esa variante más humana de la inteligencia artificial para aprovechar su potencial al máximo. «Para motivar a los empleados, para evitar fraudes, para protegernos como sociedad frente a los ataques virtuales… y también para garantizar que nadie se quede atrás en la transformación digital», remarca.
No es la primera vez que el ámbito empresarial y el social comparten el mismo espacio. Múltiples organizaciones internacionales, desde Naciones Unidas hasta la Comisión Europea, insisten en que las compañías y su relación con los empleados y con el resto de la sociedad son un conjunto inseparable en la transformación sostenible. «Ahora más que nunca los clientes quieren relaciones sostenibles y justas con las empresas. Y eso a las compañías nos ha costado entenderlo, pero es muy bueno salir de la zona de confort», reconoce Ángel Sáenz de Cenzano, country manager de LinkedIn en España e invitado al evento. «Nos estábamos poniendo límites que no eran reales. Por ejemplo, había muchos puestos de trabajo físicos que podrían haber sido online hace tiempo, y no quisimos verlo», recuerda. Al menos hasta que la pandemia lo hizo todo migajas y evidenció tres problemas: la falta de atención al empleado, la ausencia de flexibilidad y, sobre todo, el bloqueo del talento.
«Con los límites geográficos desdibujados por el coronavirus hemos aprendido que podemos encontrar talento en cualquier lugar, y también dentro de la propia compañía», explica Sáenz de Cenzano, aludiendo a que las empresas, al verse obligadas a flexibilizar los horarios y cuidar a los empleados en los meses más duros, han abierto los ojos. «Hemos visto, primero, que ya no es la compañía la que selecciona al empleado, sino que también ocurre al revés», añade. Esa negativa a mirar más allá de las cuatro paredes de la oficina, asegura, ha llevado a abrir una importante brecha de talento. «Y ahora podemos solucionarla de dos maneras. La primera es recurriendo a las herramientas digitales y analíticas para atraer empleados. La segunda implica desarrollar la movilidad interna, entender cómo mantener contenta a la plantilla, buscar sus puntos fuertes», añade. Aquí la inteligencia artificial también juega su parte a la hora de impulsar la productividad del personal o mejorar la toma de decisiones. De hecho, según el Foro Económico Mundial, esta tecnología puede llevar a crear 133 millones de nuevos empleos. Y es capaz de generar esa comunicación más horizontal entre el directivo y la plantilla.
Una convergencia sostenible
El 20 de octubre del año pasado el Parlamento Europeo aprobó las primeras recomendaciones sobre la inteligencia artificial en cuestiones éticas, de responsabilidad civil y de derechos de propiedad intelectual para pavimentar el camino hacia un marco moral de la tecnología. Con ese contexto, a lo largo del congreso se ha repetido una palabra: el blockchain, que puede definirse como un registro compartido de información protegido y asegurado por criptografía avanzada. Es difícil piratearlo y, por ello, ocupa actualmente la conversación en torno a la revolución tecnológica y sus ventajas para dibujar una sociedad más justa. Por ejemplo, la organización de Morrow quiere utilizar las bondades del blockchain para dar nombre a esos más de mil millones de personas apátridas que no tienen una identidad oficial y corren el riesgo de sufrir múltiples abusos. Esta herramienta les garantizaría un número digital intransferible que les daría acceso a derechos básicos como la educación, la salud o las finanzas.
Palt: «Ahora es el momento de recuperar esa innovación para la humanidad, porque las disrupciones llevan tiempo y necesitamos trabajar en eficiencia»
El blockchain, aseguran desde Naciones Unidas, es capaz además de garantizar el multilateralismo, un elemento clave a la hora de legitimar la sostenibilidad del sistema económico. «Es a través de las soluciones multilaterales donde se puede garantizar un crecimiento sostenible, más plural, con una ciudadanía más presente y todas las partes involucradas», afirma la organización internacional.
Es una convergencia con múltiples significados que puede ayudar a acelerar la sostenibilidad y, por tanto, la lucha contra el cambio climático. «Ahora estamos en una década donde todo tiene que ver con la cooperación. Honestamente, no creo que nadie quiera a estas alturas afrontar sin compañía el cambio climático», insiste Alexandra Palt, directora de Sostenibilidad y vicepresidenta ejecutiva de L’Oreal. Y añade: «Es verdad que nosotros hemos mejorado mucho en materia medioambiental, pero no quiero hacerlo sola. Lo que quiero es que nuestra experiencia sirva de ejemplo para el resto de empresas, porque la transición ecológica tiene que tener lugar en una sociedad equitativa». Elena Morettini, Directora del Business Sustainable Studio de Globant, describe esta visión holística en un término: el ‘ecosistema 360’. «Un ecosistema que vaya más allá de su propio significado, que unifique todo bajo la misma línea de acción», apunta.
¿Qué hace falta para ello? «Personalidad, actitud, seguridad. Las compañías tenemos que marcarnos metas basadas en la ciencia y dejar de decir que ya nos pondremos a ello. Nos quedan nueve años para solucionarlo», zanja Palt. En otras palabras, lo que se necesita es que las empresas bajen a tierra con la ayuda de la tecnología. «Durante mucho tiempo hemos visto la innovación como algo que tenía que traer, sí o sí, un progreso a la humanidad. Pero, en algún punto, hemos innovado por innovar. Ahora es el momento de recuperar esa innovación para la humanidad, porque las disrupciones llevan tiempo y necesitamos trabajar en la eficiencia», añade. Reinventar, de nuevo.
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