Sociedad

Nunca convencerá a un terraplanista

En plena era de la hegemonía de la ciencia, el terraplanismo es un club concurrido con más de medio millón de búsquedas de Google y veinticinco mil piezas informativas. ¿Por qué es tan difícil desterrar esta teoría a pesar de las evidencias?

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05
mayo
2021

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Tierra, del latín Terra, diosa de la fecundidad, de lo femenino. La Tierra, el planeta más denso del sistema solar, formado hace más de cuatro mil quinientos millones de años. La Tierra, esfera no perfecta achatada por los polos. Un momento. ¿Esfera? ¿Quién lo dice? No sonrían. Busquen un argumento que lo demuestre. ¿Pueden hacerlo? ¿Y si les dijera que la Tierra, en realidad, es plana? Guarden ese gesto condescendiente y cuestiónenlo. No es fácil, ¿verdad? Ese es uno de los motivos del auge, en plena era de la hegemonía de la ciencia, de que el del terraplanista sea un perfil tan concurrido: más de medio millón de resultados en las búsquedas de Google, veinticinco mil piezas informativas y decenas de páginas en Facebook con más de treinta mil usuarios activos.

Aunque la esfericidad de nuestro planeta ya se argumentó en la Grecia clásica por autores como Pitágoras o Aristóteles, e incluso se atestigua en la Biblia –«Él está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas» (Isaías, 40:22)–, la idea de que la Tierra es plana es intuitiva, aunque falsa de toda falsedad. Por eso de niños tendemos a pensarla como un inmenso rectángulo, de acuerdo a la composición geométrica que nos hacemos al mirar.

Los antiguos se dieron cuenta de que quienes viajaban hacia el sur veían las constelaciones de ese hemisferio subir su posición en el horizonte, lo cual contradecía que la Tierra fuera plana. Por otro lado, y esta constatación proviene también de antaño, en los eclipses parciales de luna, el borde de la sombra terrestre es circular, y nada que no sea una esfera (por imperfecta que resulte) puede generar una sombra redonda. De ahí las imágenes tomadas por los distintos satélites, que nos permiten ver en tiempo real la Tierra y verifican, comprueban, demuestran y corroboran que nuestro es un planeta esférico. ¿En serio? Si fuera tan obvio, ¿cómo es posible que en la actualidad haya quien trate de argumentar que es plana con la misma soltura que otros afirman que el cambio climático es una mentira?

El gran ‘boom’ se sitúa en 2014, cuando Enric Dubay comparte doscientas supuestas pruebas de que la Tierra es plana

Nuestro cableado neuronal responde mucho mejor a las emociones que a los datos, por lo cual traficar con sospechas, detectar las conspiraciones que rigen la sociedad, nos coloca en un plano (este sí) de cierta superioridad, al tiempo que segrega endorfinas (somos «los elegidos», los que sabemos aquello que el resto –aborregado, intelectualmente cautivo– es incapaz de observar). Llámese narcisismo, si procede. El conocimiento científico requiere un cierto nivel de abstracción ya que hay fenómenos, como el que estamos tratando, que no se deducen de nuestra experiencia directa.

El terraplanismo quedó como discusión más o menos residual hasta mitad del XIX, cuando el inventor inglés Samuel Birley ideó un sistema solar alternativo y plano, Astronomía Zetética, que fundó en Estados Unidos su propio credo: la Iglesia Católica cristiana, que sigue en activo. El fabuloso escritor Washington Irving, por su parte, alimentó el contubernio con la publicación en 1828 de La vida y viajes de Cristóbal Colón, donde explica el miedo de los marineros a rebasar los límites del mar (se escamotea el hecho de que Colón sabía perfectamente de la redondez terráquea).

Y así como los nazis erigieron un departamento dedicado ex profeso a desbaratar las teorías de los científicos judíos (la Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana), los terraplanistas han ido a lo largo de los años tratando de enmendar la plana a los distintos conocimientos astronómicos desde el origen de los tiempos. El gran boom del terraplanismo podría situarse en 2014, cuando el escritor y activista Eric Dubay compartió urbi et orbe un documento en el que aportaba doscientas supuestas pruebas de que la Tierra es plana. ¿Cómo es posible que los océanos se adapten a la supuesta curvatura? Si el planeta gira sobre sí mismo, ¿cómo es posible que el agua que contiene no se caiga?

La verdad no siempre es fácil de explicar: el agua, en realidad, se adapta al campo gravitatorio que actúa sobre ella, por eso no se cae. Ni por esas. A saber: la Tierra es un disco plano cuyo centro recae en el Polo Norte, que limita con la Antártida, cerrado en su límite sur por un muro de hielo de más de cuarenta metros de altura (la Torre Eiffel supera los trescientos).

Hay quien entrega incluso su vida por esta creencia, como le ocurrió al mediático Mike Hughes, que murió apenas hace un año a los 64 cuando falló el cohete casero con el que pretendía fotografiar la Tierra desde el espacio para demostrar que es plana. También en 2020, un grupo de terraplanistas tuvo que ser rescatado de alta mar cuanto trataba de encontrar «el fin del mundo». Hay quien juega con el esférico para reivindicar la planicie del globo: el Flat Earth FC, un equipo de fútbol mostoleño de tercera división, sin estadio pero con convicciones terraplanistas férreas. Vivir para marcar un gol a la ciencia.

La pregunta es: ¿quién y qué gana haciéndonos creer que la Tierra es redonda si no lo fuese?

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