Economía

Mitos y verdades de la ‘huelga a la japonesa’

La ‘huelga a la japonesa’ no es más que una leyenda que se ha extendido por Occidente obviando una preocupante realidad: la muerte por exceso de trabajo es tan común en Japón que el Gobierno se ha visto obligado a marcar medidas para ponerle freno.

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14
mayo
2021
Office workers walk across an intersection in Tokyo, Japan, on Tuesday, May 24, 2016. Japan’s service producer price index (PPI) figures are scheduled to be released on May 26, 2016. Photographer: Akio Kon/Bloomberg

Cuenta la leyenda que cuando los trabajadores nipones quieren hacer huelga, trabajan el doble de horas para aumentar la producción y crear un exceso de mercancía. Es la llamada ‘huelga a la japonesa’, una de las peores pesadillas para cualquier empresa que, además de ver crecer sus gastos por esa actividad extra, se encuentra con la dificultad (muchas veces imposibilidad) de distribuir y vender el stock, enfrentándose así a importantes pérdidas. Y mientras, los trabajadores siguen conservando sus puestos y manteniendo sus sueldos.

Pero parece ser que esto no es más que eso, un mito con poco aderezo de realidad. Es más, se trata de una leyenda urbana que solo existe en España y América Latina y cuyo motivo nadie sabe explicar. Todo apunta a que su origen surgió en los años cuarenta en el mismo Japón, cuando Toyota dejó de fabricar coches por encargo directo de sus clientes y empezó a aumentar su producción considerablemente. Corría la Segunda Guerra Mundial, las existencias se iban acumulando y se avecinaban problemas financieros. Ante un excedente de automóviles que no podía vender y enfrentándose a cuantiosas pérdidas económicas por la inversión en la fabricación, la compañía empezó a despedir a gente para evitar la quiebra.

García: «Si las huelgas van acompañadas de protestas, suelen ser más civilizadas que en Occidente»

Así que los trabajadores decidieron hacer una huelga como protesta ante lo que consideraban una medida injusta, pero una huelga igual que la de otros trabajadores en cualquier otro país del mundo: dejando de trabajar hasta que se resolviese la situación. Como explica Héctor García, español afincado en Tokyo desde hace dos décadas y todo un experto en la cultura japonesa –con varios libros publicados–, «sí hacen huelgas, igual que en otros lugares, pero son muy escasas», aunque detalla que en los últimos años han aumentado ligeramente. Además, «si van acompañadas de protestas o manifestaciones, suelen ser mucho más civilizadas» que aquellas a las que estamos acostumbrados en Occidente.

Lo que no es una leyenda urbana es que en Japón existen las jornadas laborales de 60 horas y la gente muere por exceso de trabajo. Tan real es esta muerte que hasta tiene un nombre, karoshi, y se ha convertido en todo un problema de salud pública nacional de tal envergadura que el gobierno nipón publicó en 2017 un documento con medidas concretas para ponerle freno. El motivo principal para invertir tantas horas en el trabajo parece ser el sentimiento de culpa si uno se va a su hora, o si deja alguna tarea por terminar, y el origen de esta carga moral, se cree, radica en la figura del jefe. Porque en una sociedad extremadamente jerarquizada, donde se rinde máximo respeto a los superiores (y mayores), uno no coge vacaciones si su jefe no lo hace.

El gobierno nipón publicó en 2017 una serie de medidas para poner freno a la muerte por exceso de trabajo (‘karoshi’)

El resultado es que, al final, los trabajadores solo usan el 52,4% de las vacaciones pagadas que les corresponden. Todo apunta a que la raíz de esta cultura de la diligencia se empezó a fraguar, de nuevo, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el por aquel entonces primer ministro Yoshida instó a las empresas a premiar a aquellos empleados que hicieran horas extras con el objetivo de reflotar la economía del país. Lo que no está claro es cómo esto se consolidó y pasó a formar parte de la normalidad laboral japonesa.

Si la ‘huelga a la japonesa’ se llevase a cabo, seguro que afectaría a las empresas: en este mundo donde impera la ley de la oferta y la demanda, verse con un exceso de producción obligaría a la compañía a bajar los precios para deshacerse del stock acumulado, arriesgándose a no vender dicho excedente. Uno puede imaginar las pérdidas económicas de una situación así. Ahora, si se trata o no de un modelo efectivo de presión sindical es algo que todavía queda por ver, porque, de momento, no existen casos de éxito que lo demuestren.

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