Siglo XXI

«El espacio cibernético es el nuevo estado de la naturaleza»

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04
marzo
2021

Durante el 40 aniversario del 23F, mientras se terminaba de editar esta entrevista, millones de usuarios españoles cruzaban en Twitter sables verbales sobre aquel día y su significado para la democracia constitucional, en un escenario violento que contrasta con la serena opinión de uno de los mayores constitucionalistas de nuestro país, Ignacio Villaverde Menéndez, recién nombrado Rector de la Universidad de Oviedo. Dentro del campo del constitucionalismo español, Villaverde es un experto de primer nivel en el derecho de información. En su discurso apela con frecuencia al «proceso de comunicación pública libre». Es un positivista liberal que, sin embargo, critica abiertamente la utopía libertaria de las GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) y el periodismo ciudadano en su último libro, Los poderes salvajes’. Considera que estos intermediarios tecnológicos nos han engañado y devuelto al estado de la naturaleza donde los más fuertes oprimen a los más débiles y la voz sensata se silencia. Por eso, reivindica que estas plataformas sean consideradas como auténticos medios de comunicación en el sentido tradicional, para que así pueda regularse su consiguiente responsabilidad.


En Poderes Salvajes identificas una nueva definición de medio de comunicación, mucho más amplia que la tradicional. ¿Podría decirse que, en el entorno digital, toda compañía es un medio de comunicación?

Internet ha roto la imagen tradicional de medio de comunicación. Los nuevos medios se caracterizan porque generan lo que, pedantemente, llamamos «periodismo ciudadano». Es decir, yo ya no tengo un equipo de redactores que genere y transmita información, sino que mi redactor es cualquier ciudadano que quiera transmitir a través de mi medio de información. Pero al final tengo decisiones editoriales, porque alguien tiene que generar los algoritmos. Alguien decide qué va antes y qué va después. Alguien decide si se publica todo o solo se publican determinadas cosas. Allí donde haya un funcionamiento similar a un consejo de redacción, hay un medio de comunicación. A mí no me cabe ninguna duda de que los GAFA actúan como medios y, a la Unión Europea, tampoco.

Google y Facebook son medios de comunicación que se ponen al servicio de los ciudadanos. No tienen un staff, ni un cuerpo de periodistas contratados, porque se sirven de la actuación periodística del ciudadano. Pero, ¿quién decide lo que se publica ahí? En Google hay un algoritmo que controla el page-rank de las entradas. De hecho, puedes comprar tu ubicación para que la tuya sea de las primeras en la búsqueda. A diferencia de un comité de redacción de un medio tradicional –que decide desde el principio de qué se va a informar, qué va primero y qué va después– en los digitales ocurre todo lo contrario. Por principio, se transmite todo y, si intervienen, lo hacen solo por defecto. Actúan como un comité de redacción y toman decisiones de la misma forma que en un periódico o en televisión. Se parecen a aquellos viejos canales que se pusieron de moda en las televisiones de Alemania en los setenta, que habilitaban determinadas franjas horarias para que los ciudadanos pudieran hacer lo que quisieran. Esta utopía libertaria del periodismo ciudadano fue un fracaso total.

«En el ciberespacio pesan más las opiniones agresivas y odiosas que las sensatas»

Te enfrentas a todos los argumentos que consideras que han ido construyendo el relato de la llamada «utopía libertaria». Por ejemplo, dices que no existe un cíber-mercado libre de las ideas.

En el mundo del derecho constitucional nos movemos por ficciones. La ficción constitucional del mercado libre de las ideas apela a un gran proceso de comunicación pública que tiene una serie de condiciones objetivas de pluralidad, libertad e igualdad para que se genere un debate público del que saldrá victoriosa la verdad, como defendió John Stuart Mill. ¿Qué dicen los defensores del libertarismo utópico cibernético? Los GAFA aseguran «yo soy el gran facilitador de ese gran debate global de ideas». Pero esto no es cierto porque, dentro del ciberespacio, no existen las condiciones objetivas de pluralidad, libertad e igualdad. Cuando hablamos de un mercado libre y plural de ideas, hablamos de un proceso de comunicación pública donde cualquiera puede interactuar y donde se genera una pluralidad de mensajes.

En el ciberespacio también ocurre, pero con más limitaciones, ya que pesan más las opiniones agresivas y odiosas que las sensatas. Se produce un efecto silenciador de mensajes que, en un proceso analógico, sí que se transmitían, porque la presión sobre ellas era menor. Yo critico la bandera que se tratan de arrogar los GAFA cuando afirman que son los adalides del proceso de comunicación pública. No, ustedes no son los adalides, ustedes están produciendo un efecto de silenciamiento, un efecto restrictivo en la transmisión de mensajes.

¿Por qué se inhiben los sensatos y no los exacerbados?

Habrá que remitirse a los sociólogos. ¿Por qué en las redes triunfan las teorías de la conspiración y hay tipos vestidos de búfalo que forman parte del QAnon? ¿Por qué los terraplanistas tienen más eco que la gente prudente y sensata?

Lo que está claro, desde la óptica constitucional, es que en el ciberespacio está ocurriendo lo contrario de un mercado libre de las ideas. Para mí, una razón fundamental es que en ese proceso de comunicación pública analógico la presencia de los medios era abrumadora, acaparaba todo el proceso y, por ello, las reglas de juego –entre ellas la veracidad como estándar de comportamiento– eran esenciales.

En el espacio cibernético se rompe con el monopolio de los medios de comunicación, pero el efecto sociológico es que el odio contenido en los mensajes se ha impuesto sobre los sensatos y prudentes. El mensaje más agresivo, más salvaje y con menos escrúpulos está silenciando al más racional. Se rompe la regla de paz en el proceso de comunicación pública. El ciberespacio es el nuevo estado de la naturaleza. Ahora nos vemos con el mismo reto que llevó, en el siglo XVII, a Hobbes -y posteriormente, Locke- a teorizar sobre cómo superar un estado de la naturaleza donde el más fuerte devora al más débil.

«Nunca entenderé la irresponsabilidad de cuestionar las instituciones democráticas»

 ¿Qué pensaste el 6 de enero, cuando los seguidores de Trump tomaron el Capitolio?

Me asusté mucho porque son imágenes insólitas, pero la política norteamericana ha sido muy convulsa siempre. Aún así, choca ver lo del Capitolio. Y asusta ver la agresividad con la que se estaba invadiendo un lugar que, guste o no, es sagrado para cualquier sistema democrático.

Más tarde, pensé en responsabilidades. Hay responsables claros, entre ellos el propio ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que forma parte de esa legión de insensatos que vierten, de forma muy inconsciente, mensajes en las redes sin saber cuál es su auditorio. También tienen responsabilidad ciertos medios de comunicación y todo este conjunto de sujetos que intervienen en el ciberespacio poniendo en cuestión y erosionando la credibilidad y la legitimidad de la democracia. Yo puedo entender el juego político y partidista, incluso en los medios de comunicación, pero nunca entenderé la irresponsabilidad de cuestionar las instituciones democráticas. Cada vez que dudamos sobre la fiabilidad de un proceso democrático estamos erosionando la confianza de los ciudadanos en el sistema, y eso puede acabar como las situaciones del 6 de enero o como la del aciago 23 de febrero de 1981. Creo que no es casual los ruidos de sables que se han escuchado estos días. Yo pensaba que ya los habíamos erradicado de la política española.

Al hilo de esas responsabilidades, ¿qué opinas que Twitter le retirara la cuenta a Trump? Hay un debate muy polarizado al respecto. ¿Debería de extenderse este tipo de decisiones a las otras GAFA?

Lo de Trump es una cuestión difícil. La Corte Suprema había declarado la cuenta de Trump como foro público porque entendía que todo lo que dijera el ex presidente encajaba dentro de esa sana doctrina de los public fora.

No obstante, la decisión de Twitter queda manchada porque llega tarde, y porque se ha convertido en juez y parte del proceso. Twitter hace y deshace lo que le da la gana en su red. Me parece muy bien porque «esto es mío y yo con mi propiedad hago lo que quiero», que es muy americano. Pero entonces no enarbole la bandera de la libertad de expresión. Muchos ciudadanos han sufrido soledad e impotencia en Twitter cuando han sido acosados por mensajes y la red social se ha lavado las manos, argumentando su política de neutralidad. Los intermediarios tecnológicos son empresas de riesgo y, como cualquier empresa de riesgo, tienen que estar sujetos a regulación.

Twitter

Pero si Trump utiliza ese foro público para atentar contra las instituciones democráticas habrá que hacer algo con él, ¿no?

El problema en el caso de Trump es que hay una confusión permanente entre Trump, «ciudadano Trump», y Trump presidente de los Estados Unidos. Una cosa es la cuenta pública y, otra, su cuenta personal. Pero, como Trump, entremezclaba las dos cosas, complicaba mucho la diferenciación. Hay una cosa muy clara: cuando alguien es presidente de una nación, deja de ser persona. Uno no se puede poner la gorra de «ahora soy presidente, ahora soy persona». No, usted es presidente de los Estados Unidos las 24 horas. Le ha devorado la institución.

En tu libro vienes a decir que los GAFA, al ser medios de comunicación, han de asumir las responsabilidades de un medio de comunicación. ¿Crees que con esto el ciberespacio se va a convertir en un lugar más pacífico?

Sí, por algo se empieza. En el momento en que se asignen responsabilidades en el ciberespacio, los que lo gestionan tendrán más cuidado con su labor. Durante mucho tiempo, han hecho y deshecho lo que les convenía y se han eximido de toda responsabilidad, globalizando la agresividad y violencia verbal del ciberespacio. Esto lo que ha provocado es que esa parte salvaje del ciberespacio se ha globalizado.

Ahora las cosas están cambiando. La Corte Suprema y la FCC están decidiendo de manera distinta. Y la Unión Europea, movida en parte por la tímida pero, cada vez más clara, jurisprudencia del TEDH, se sitúa en la línea de «si ustedes son los nuevos medios de comunicación tienen que asumir las mismas responsabilidades».

«El terraplanista, por mucho que se le contrarice, va a seguir siendo terraplanista»

Volviendo a nuestras fronteras, ¿qué te pareció la orden ministerial contra la desinformación del Gobierno?

Esa medida contra la desinformación puede tener sentido a través de una autoridad independiente aunque sea el legislador quien lo regule, pero no de policía de las redes sociales, porque eso sería inaceptable e inconstitucional. Sería más bien una agencia de «contrainformación» que cada vez que detecte un fake advierta al público. De todas maneras, me parece que es un trabajo ímprobo que va a suponer un derroche de energía y de personal.

Además, tengo mis dudas sobre su eficacia y su constitucionalidad porque creo que nuestra Constitución sí que exige al poder público una absoluta neutralidad en el proceso de comunicación, aun a costa de que las fake news campen a sus anchas en redes sociales. El mecanismo tiene que ir por otra vía, por la de la ley orgánica, a través del Parlamento, de tal manera que esté legitimada por la soberanía popular y no por el Gobierno. Debe responsabilizar a los nuevos medios de comunicación digitales de la falta de veracidad de la misma forma que a cualquier medio tradicional, estableciendo mecanismos de autocontrol.

¿Te parecen entonces inútiles los fact checkers como Newtral y Maldita.es?

Me parecen inútiles en el sentido de que la finalidad de todos esos esfuerzos de advertir al público de la falsedad se construyen sobre una idea muy optimista del ser humano. La inmensa mayoría de ese público busca sesgos de confirmación y, por lo tanto, darán credibilidad a todas las noticias que confirmen sus sospechas, sus creencias, sus supersticiones y sus prejuicios, y no darán credibilidad a algo que les resulte contrafáctico, que es ese esfuerzo privado de combatir las fake news.

Otra cosa es que los fact checkers deban existir. Me parece meritorio ese esfuerzo porque forma parte de ese flujo informativo y contribuye a su salud.

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