Los parajes naturales más amenazados de España
Solo el 9% de los hábitats de interés comunitario se encuentran en un estado de conservación favorable, porcentaje que desciende al 7% cuando se trata de zonas de agua dulce.
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España es el país más vulnerable a la pérdida de biodiversidad de toda Europa. Lo dice la WWF, que apunta a la fragmentación y destrucción del hábitat natural como una de las principales razones por las que nuestro país se sitúa en este ránking. Es la firma del ser humano: arrasa por donde pasa y sobreexplota la naturaleza con la agricultura intensiva o la construcción de infraestructuras. Como consecuencia surgen la contaminación y el cambio climático, ingredientes de un cóctel letal para numerosos parajes naturales. «Solo el 9% de los hábitats de interés comunitario está en un estado de conservación favorable en España, porcentaje que baja al 7% cuando se trata de los espacios de agua dulce», concluye el último informe sobre el estado de los hábitats elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica.
El más claro ejemplo de este azote son las lagunas costeras, apuntan desde Ecologistas en Acción que, junto a SEO/BirdLife, ha solicitado la aprobación del Catálogo Español de Hábitats en Peligro de Desaparición con el objetivo proteger aquellas zonas en grave peligro. «Son enclaves con una problemática ambiental muy larga que se acercan al denominado ‘colapso ecológico’. Doñana es uno de los más vigilados a nivel nacional e internacional porque tiene un enorme valor, ya que es el lugar que conecta los principales movimientos migratorios entre Europa y África. De ahí sus etiquetas: Espacio Ramsar, Parque Natural, Patrimonio de la UNESCO», explica Teresa Gil, responsable del Programa Agua de la WWF.
Doñana, el Mar Menor y el Delta del Ebro pueden acabar completamente inundados por culpa del cambio climático
Doñana es el paraje más representativo, pero no el único humedal en peligro. El Mar Menor (Murcia) se enfrenta a la misma amenaza. «A la larga trayectoria de denuncias por sobreexplotación del acuífero se le añade un problema de contaminación del agua por exceso de nitratos que ha tenido como consecuencia una muerte masiva de peces en la zona. Esto no solo supone una pérdida de biodiversidad, sino que tiene consecuencias económicas para cientos de familias de pescadores», explica Gil. «Son parajes que generan beneficio a muchos niveles, incluido el económico, porque son recursos turísticos y de ocio». Una demostración de la interdependencia entre ser humano y la naturaleza: primero van la flora y la fauna y, tarde o temprano, nosotros.
A la lista de parajes húmedos, Gil añade el delta del Ebro: «Otro espacio muy conocido que cuenta con área protegida, pero no con un plan de ordenación de recursos naturales. En otras palabras: carece del instrumento básico de protección que ayuda a organizar los recursos de la zona». De nuevo, en este enclave convive la biodiversidad con la explotación agrícola de los arrozales. Por su situación geográfica –une tierra y mar–, «acumula todos los despropósitos de gestión que ha habido aguas arriba en el río», describe Gil. Así, Doñana, el Mar Menor y el Delta del Ebro comparten el mismo destino: «Los modelos de crecimiento de nivel del mar muestran estas tres zonas completamente inundadas».
Por otro lado, los Acantilados de Maro-Cerro Gordo, en Andalucía, forman parte de un paraíso natural duramente golpeado por décadas de abusos inmobiliarios. «Dentro de la zona protegida, aparece un proyecto de un campo de golf al que le crecen los enanos: urbanización, chalets… Esto pasó después del sonado caso de Cabo de Gata –el hotel ‘El Algarrobico’, considerado por Greenpeace un símbolo de la destrucción de la costa– es bastante preocupante», recuerda Pilar Marcos, bióloga ambiental y coordinadora de Área de Biodiversidad de Greenpeace. Otro paraje amenazado por el ladrillo, añade la experta, ha sido el de las Dunas de Corralejo (Fuerteventura). «Y en los Pirineos, las ampliaciones de las pistas de esquí ponen en jaque las zonas protegidas de la parte aragonesa», detalla.
Son parajes únicos, pero también ‘parques de papel’: espacios naturales de alto valor ecológico cuyos sellos administrativos no son capaces de protegerlos de la destrucción humana. Una incongruencia, en opinión de Gil, que pasará factura a la biodiversidad y la humanidad «de no aplicarse una protección real basada en una convivencia sostenible».
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