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Filomena, o cómo dejar de normalizar los fenómenos climáticos extremos

Lluvias torrenciales, huracanes, inundaciones, episodios de frío extremo, olas de calor y sequías se han cobrado la vida de 495.000 personas. ¿Ha sido el cambio climático? Sobre esta cuestión se centró la novena edición de ‘Vidrios y barras’, un espacio de debate promovido por Ecovidrio en colaboración con Ethic.

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Valeria Cafagna
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22
marzo
2021

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Valeria Cafagna

Unos siglos atrás, la llegada de un temporal de las dimensiones de Filomena a un lugar como Madrid quizá habría sido interpretado por la población local como un presagio del fin del mundo. Hoy, en 2021, con la seguridad que brindan nuestras conquistas en materia de progreso y conocimiento, los actuales madrileños se limitaron a sacar los esquís del trastero y disfrutar del insólito espectáculo de ver las principales arterias de la ciudad cubiertas por una gruesa capa blanca. El problema es que, en esta ocasión, es posible que sí se tratara de un presagio del fin del mundo. 

La relación, más que acreditada desde un punto de vista científico, entre cambio climático y fenómenos meteorológicos extremos –no siempre sencilla de atribuir a eventos específicos–, ha sido el tema central de la novena edición de ‘Vidrios y Barras’, un espacio de debate impulsado por Ecovidrio, en colaboración con Ethic, que, de nuevo, se ha celebrado en formato online. El panel de expertos que ha participado ha estado compuesto por Isabel Moreno, física y presentadora del programa de TVE, ‘Aquí la tierra’; Enrique Segovia, director de conservación de WWF, y Odile Rodríguez de la Fuente, bióloga y divulgadora ambiental. El evento también ha contado con la participación de Beatriz Egido, directora de comunicación y directora de RSC de Ecovidrio. La periodista de Ethic, Jara Atienza, fue la encargada de moderar esta mesa de debate.

Moreno: «En España, los récords de temperaturas por calor han sido 18 veces más numerosos que los de frío»

«En los últimos años, la humanidad está presenciando cómo los eventos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes en todo el mundo», afirma  Beatriz Egido. Según datos del último Índice de Riesgo Climático Global del Germanwatch, en las últimas dos décadas, lluvias torrenciales, huracanes, inundaciones, episodios de frío extremo, olas de calor y sequías se han cobrado la vida de 495.000 personas y han dejado pérdidas por valor de 3,54 billones de dólares. Unos datos lo suficientemente alarmantes para que la humanidad deje de mirar hacia otro lado y de ‘normalizar’ esa mayor incidencia de los fenómenos climáticos extremos. «Estos sucesos son una de las formas en las que el cambio climático se manifiesta y afecta a nuestras vidas. La sociedad debería tomárselos una advertencia de que algo no esta funcionando como debería en el planeta», reclama la directora de comunicación de Ecovidrio.

Numerosas evidencias científicas acreditan estas conexiones entre el calentamiento global y el aumento en intensidad y frecuencia de los eventos climáticos extremos, como temporales, olas de calor, sequías, etc. Una relación que, como explica Isabel Moreno, tiende a polarizar la tendencia natural de las distintas zonas del planeta, tanto temperaturas como precipitaciones: «Las zonas donde llueve habitualmente serán más húmedas, mientras que las zonas típicamente secas serán aún más secas». No hace falta irse muy lejos para constatar esta huida hacia los márgenes de la media. «En España, en el decenio 2010-2020, los récords de temperaturas por calor han sido 18 veces más numerosos que los de frío», ilustra la divulgadora.

Los medios de comunicación no son ajenos a esta realidad y su cometido es trasladarla a la opinión pública. No obstante, las distintas velocidades con las que trabajan el periodismo y la ciencia, a veces, provocan choques. «Cada vez que sucede un fenómeno natural extremo, los periodistas llaman a los meteorólogos para preguntarles si está causado por el cambio climático. Pero los medios y sus audiencias demandan respuestas inmediatas, y la ciencia necesita tiempo para realizar sus investigaciones. Tenemos que encontrar un punto intermedio y llegar a un mejor entendimiento mutuo», propone Moreno.

No es fácil, pero el experto advierte que la dificultad para atribuir un suceso concreto al cambio climático no puede servir de excusa para minimizar su importancia. «Los fenómenos meteorológicos extremos ponen en riesgo nuestra forma de vida. Necesitamos abordarlos como sociedad, y, en ese sentido, hace falta mucha comunicación y educación medioambiental».

¿Cuáles son las mejores estrategias para concienciar a la sociedad, e incluso a los negacionistas, de que el cambio climático es una amenaza real? «Hace unos años pensaba que el camino era con más ciencia y más datos. Ahora creo que la respuesta está más en la sociología y la psicología. Necesitamos buenas historias que conecten con la parte más emocional de las personas y nos ayuden a asumir, dentro de nuestras comunidades, un rol más conectado con la naturaleza», opina la presentadora de ‘Aquí la tierra’.

Biodiversidad en peligro

La naturaleza es, al mismo tiempo, víctima y termómetro de los efectos de los fenómenos medioambientales extremos. Los indicadores no son alentadores: según el último informe Planeta Vivo de WWF, el barómetro que analiza anualmente el estado de la naturaleza, las distintas especies de vertebrados que habitan el planeta han perdido un 68% de sus individuos desde 1970. Para Enrique Segovia, esto es «un dato escalofriante». ¿Las razones de ese descenso en las poblaciones? «Estamos destruyendo sus hábitats», zanja este conservacionista. Caza y pesca indiscriminadas, contaminación, desforestación, especies invasoras o cambio climático «están alterando la biodiversidad del planeta y llevando a la naturaleza al límite», lamenta Segovia.

Segovia: «Hay que cambiar radicalmente nuestra forma de producir, tanto energía como alimentos»

Los problemas que originan estos desajustes van más allá de lo evidente. Como apunta este experto, «la naturaleza nos ayuda a regular el clima y a amortiguar el impacto de estos fenómenos, ya que bosques y océanos absorben dióxido de carbono. El problema es que los seres humanos estamos emitiendo tal cantidad de estos gases a la atmósfera que los ecosistemas ya no son capaces de absorberlos».

¿Cómo se revierte esta situación? Enrique Segovia subraya que, a pesar de que la conservación es una condición necesaria, no es suficiente para dar marcha a atrás a esta progresiva destrucción de la biodiversidad. «Hay que redoblar los esfuerzos en conservación, sí, pero también en recuperación», pide. Otra medida imprescindible: «Cambiar radicalmente nuestra forma de producir, tanto energía como alimentos».

¿Qué pasa con la salud?

Para Odile Rodríguez de la Fuente, el homo sapiens actual ha heredado una visión de la vida desligada de la naturaleza. «Actuamos como si no formáramos parte de ella y fuéramos una entidad al margen del resto del planeta. Hemos adoptado una visión mecanicista y reduccionista de la naturaleza que nos sirve como pretexto para explotarla», denuncia.

Esta divulgadora recuerda que los seres humanos apenas llevan un 5% de su tiempo sobre la Tierra viviendo como agricultores sedentarios en torno a grandes núcleos de población. «Antes éramos cazadores-recolectores y nos relacionábamos con la naturaleza de otra manera». «El estilo de vida que llevamos hoy en las ciudades no es natural. Nos hace sentirnos escindidos de la naturaleza, aislados de sus estímulos», argumenta. Una burbuja envuelta en progreso que «tiene consecuencias negativas desde el punto de vista emocional».

Rodríguez de la Fuente: «Tenemos que empezar a hablar a los niños de la maravillosa historia de la vida sobre la Tierra»

La bióloga también se muestra muy crítica con lo que ella llama «narrativa del progreso perpetuo», un discurso que defiende que la salud del ser humano mejora a medida que evoluciona. «La mayoría de las enfermedades más comunes de la actualidad, como las dolencias coronarias, la hipertensión, la diabetes, enfermedades autoinmunes, osteoporosis o muchos tipos de cáncer, son muy raras o inexistentes entre los grupos de cazadores-recolectores que todavía pueblan nuestro planeta», rebate Rodríguez de la Fuente.

Los problemas para la salud de una vida a espaldas de la naturaleza se hacen patentes en estos tiempos de pandemia. «El 70% de las enfermedades infecciosas más graves son zoonóticas, es decir, se transmiten de unas especies a otras. Comenzaron a aparecer a partir de Neolítico, con la domesticación de los animales», dice esta especialista.

La hija de Félix Rodríguez De la Fuente insta a emprender urgentemente el camino de la reconexión. Un trayecto que pasa por la educación. «Tenemos que empezar a hablar a los niños de la maravillosa historia de la vida sobre la Tierra, que tiene cerca de 4.000 millones de años de evolución y es única, que sepamos, en el Universo. Y necesitamos entendernos mejor a nosotros mismos, porque en el momento en que seamos seres más plenos y  conectados con la naturaleza, el cuidado y la preocupación por todos los seres vivos que habitan nuestro planeta llegará de forma natural».

¿De cuánto tiempo disponemos para alcanzar esa reconexión? Los expertos de este ‘Vidrios y Barras’ coinciden en que la humanidad ya ha perdido la baza de traspasar la responsabilidad a las generaciones futuras: «¡Somos nosotros quienes tenemos que actuar!» Y recuerdan que el reloj no se detiene. «Lo que seamos capaces de hacer en los próximos diez años marcará el devenir del planeta en el próximo milenio».

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