Cultura
Dalí y Buñuel: una relación conflictiva
El distanciamiento entre Buñuel y Dalí ha dejado distorsionada la realidad de una amistad apasionada que dio a luz a dos obras maestras de la historia del cine: ‘Un perro andaluz’ y ¡La edad de oro’.
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Dalí y Buñuel, Buñuel y Dalí. Dos genios de la cultura española del siglo XX que fueron grandes iconos en sus artes a nivel internacional y que tuvieron relaciones conflictivas: con la España franquista, con Federico García Lorca… y también entre ellos. Un incidente que nunca ha sido aclarado por completo. a pesar de tener testigos suficientes, y que ha sido engrandecido por la inevitable exageración en torno a los dos genios.
Su primera colaboración juntos fue un éxito. Un perro andaluz, cuya producción fue posible gracias a la generosidad y fortuna de la familia de ambos, se alzó como la obra responsable del cambio en la percepción del cine y el surrealismo en la época. La ruptura de Buñuel y Dalí llegó con la segunda, La edad de oro, que Buñuel acabaría rodando en París en 1929 acreditando a Dalí tan solo como coescritor del guión. Encerrados en la villa de Cadaqués, residencia del pintor, para trabajar en el largometraje, Buñuel coincidió en aquél viaje con el poeta francés Paul Eluard y la mujer de este, la futura pareja de Dalí, su inseparable Gala.
La atracción entre Dalí y la rusa era evidente y nada discreta. Gala, además, había revolucionado Cadaqués siendo -se dice- una de las primeras mujeres que hizo topless. Al parecer, Buñuel condenaba la relación que se estaba desarrollando en las narices del poeta Eluard, también su amigo. En parte, el director sentía celos por la atención que le dejaba de prestar Dalí. Y es que, ni Buñuel soportaba a Gala, ni ella a él.
El director, sobre todo durante su juventud, no ha sido conocido por su autocontrol. En un momento de una discusión con Gala en la casa catalana parece que el aragonés se lanzó sobre la rusa, quizás con intención de golpearla, y Dalí se interpuso entre ambos, defendiendo a su futura pareja. Tras el altercado, Buñuel se marchó para no volver más. Fuese por esto o porque el cineasta –más conservador que el pintor– simplemente no aprobaba el adulterio, su relación se rompió. No existen testimonios menos fiables que los de Dalí pero él mismo afirmó, en los sesenta, que llevaba casi tres décadas sin hablar con Buñuel quien, vista su incomodidad con la dictadura franquista, permaneció exiliado en Francia y México poniendo tierra y mar entre ambos.
Un dúo de enfrentamientos
El currículum conjunto del tándem Dalí y Buñuel, Buñuel y Dalí, era uno bastante cruel. Buñuel, también amigo de Lorca, terminó rompiendo la relación con el poeta en discordancia con su enamoramiento de Salvador Dalí, una atracción nada disimulada que, según el catalán, algunas veces animaba y otras evitaba. Este es, quizás, el dato íntimo que más ha trascendido de una relación que nunca fructificó para sufrimiento del poeta andaluz. En este aspecto, una vez más, surge el conservadurismo moral de Buñuel: se dice que el aragonés llegó a preguntarle a Federico, muy serio, si era cierto que era pederasta. En los años veinte muchas personas aún sostenían el prejuicio de relacionar la homosexualidad con los abusos de menores.
Por otro lado, si se dice que el título de Un perro andaluz hace referencias nada disimuladas a Lorca, mucho peor es el ataque de Dalí-Buñuel al también poeta Juan Ramón Jiménez: llegarían a escribirle una carta al futuro premio Nobel de Literatura sobre su obra Platero y yo creyendo estar «en el deber de decirle -sí, desinteresadamente- que su obra nos repugna profundamente por inmoral, histérica, cadavérica y arbitraria». La misiva que envió de vuelta Ramón Jiménez también llegó cargada de dureza.
Finalmente y tras tantas idas y venidas, ya entrados los ochenta, Dalí propuso por carta a Buñuel una última colaboración cinematográfica sobre la que nunca obtuvo respuesta: la segunda parte de Un perro andaluz. El calandino moriría un año después. No mucho más tarde, en 1989, lo haría también el pintor. Su amistad no acabó del modo más feliz, pero se puede conocer a ambos en la obra del otro. Dos genios impredecibles, testarudos, pasionales y contradictorios que, si nunca hubieran colaborado, habrían dejado en herencia a España una cultura muy distinta.
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