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En el corazón del bienestar animal

El Pazo de Vilane nació para recuperar una tradición que se estaba perdiendo: los huevos de casa. 25 años después, los huevos camperos son una realidad extendida en todos los lineales de los supermercados.

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29
enero
2021

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Allá por 1996 aún no se hablaba de esa España vaciada que ahora todos reconocemos. Los pueblos y aldeas del norte llevaban ya décadas perdiendo población, quedándose vacíos. Los jóvenes se iban a las grandes ciudades para no volver. Y, sin embargo, hace 25 años ya empezaba a haber gente consciente de los peligros de una despoblación que amenaza las tradiciones, la cultura, el folklore e, incluso, la ganadería y la agricultura extensiva tan característica de la época de nuestros abuelos o bisabuelos. En cierto modo, esta preocupación es lo que llevó a la familia Varela-Portas a abandonar la comodidad frenética de Madrid y recuperar sus raíces lucenses en el Pazo de Vilane, un edificio medio derruido del siglo XVIII en la comarca de Antas de Ulla (Lugo) que siempre había pertenecido a la familia.

Sobre ese edificio en ruinas, que bien podría representar el destino del mundo rural si no se pone freno a la despoblación, la familia Varela-Portas liderada por sus mujeres construyeron un sueño que, si bien humilde, requería de mucho esfuerzo. Algo que ahora nos parece una nimiedad, en la España de mediados de los 90 se convirtió en revolucionario: recuperar la esencia de la avicultura tradicional con la producción de lo que hoy se conoce como huevo campero.  El Pazo de Vilane se convirtió, así, en la primera empresa en España en introducir huevos de gallinas en libertad en los lineales de los supermercados.

Pazo de Vilane

El resurgir de una comarca

El éxito empresarial del Pazo de Vilane, en ese contexto de despoblación que vive la comarca, ha transformado las vidas de los habitantes de la aldea de Vilane y sus alrededores. La empresa creada por las hermanas Nuria y Piedad Varela-Portas contribuye, en la medida de sus posibilidades, a que los jóvenes de la zona no abandonen los pueblos y aldeas que los han visto crecer: la media de edad de sus empleados ronda los 30 años. Además de dar empleo directo a 40 personas, la alta demanda existente de huevos camperos y la creación de un sistema propio y diferente de producción con altos estándares de cuidado animal y sostenibilidad ha convertido a la empresa en un generador de emprendimiento entre los granjeros de la zona. El Pazo de Vilane integra la producción local a través de un sistema de formación y apoyo a los nuevos granjeros, como aseguran sus fundadoras, «con una filosofía que muestra su apuesta por el desarrollo sostenible y el bienestar animal».

El Pazo de Vilane contribuye a que los jóvenes de la zona no abandonen las aldeas que los han visto crecer

Porque en el Pazo de Vilane tienen una máxima inamovible: «No producimos huevos, cuidamos gallinas». El bienestar de estas aves está, en todo momento, por encima de los estándares del mercado y eso consigue que los huevos camperos sean de gran calidad. Pero su secreto está en la forma y el fondo y no en las palabras: las gallinas son criadas en libertad, en un entorno privilegiado y no masificado, todo gracias a un sistema de microgranjas no extensivas. Cada animal dispone de 4 metros cuadrados de parque en el exterior: «Así, un lote pequeño de 5.000 aves dispone de 20.000 metros cuadrados de finca, es decir, aproximadamente dos campos de fútbol», explica la empresa.

De Londres a Lugo para recuperar la esencia gallega

El Pazo de Vilane como nuevo motor económico de la comarca en la que se sitúa renació a casi dos mil kilómetros de distancia de Lugo. La economista Nuria Varela-Portas, cofundadora de la empresa, comprobó a principios de los 90 que en Londres los huevos camperos procedentes de gallinas en libertad eran muy apreciados por los consumidores. Pero ¿y si en España también fuese así? En nuestro país, y especialmente en el norte, la demanda de este tipo de producto, producido como se hacía antiguamente, en las casas de pueblo, era una realidad. Y así nació esa empresa que hoy factura más de 7 millones de euros al año y tiene 150.000 gallinas que viven en libertad. Pero todo empezó con una furgoneta, 50 gallinas y horas de carretera por la comarca vendiendo los huevos de tienda en tienda. Kilómetro a kilómetro, gallina a gallina, el Pazo de Vilane se ha convertido en lo que es hoy: un símbolo de sostenibilidad y bienestar animal de la Galicia rural.

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