Biodiversidad

¿En qué nos diferenciamos de un orangután?

Una extraordinaria memoria a largo plazo, la capacidad de hacer bromas con sus semejantes o la habilidad para fabricar herramientas son algunas de las cualidades que nos acercan a los orangutanes, uno de nuestros parientes más cercanos evolutivamente del que apenas quedan 20.000 ejemplares en todo el mundo.

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04
diciembre
2020

¡Eh, tú! Sí, tú, insufrible y petulante homo sapiens. Te crees el colmo de la sofisticación y miras por encima a todos los demás seres vivos por eso de que estás en la cima de la pirámide evolutiva. Pero, ¿en qué estado quedaría tu autoestima si te dijeran que, a pesar de tus logros, tus vehículos autónomos, tus comunicaciones 5G y todos tus sofisticados inventos, sigues estando solamente unos pasos por delante de un orangután? ¿O que, en términos evolutivos, no dejas de ser una variante ilustrada y contaminante de un primate de los tantos que pueblan el planeta? En 2011, el genetista evolutivo Devin Locke llegó a la conclusión de que el genoma humano y el del orangután son idénticos en un 97%. Aunque el chimpancé está aún más próximo en cuanto a vecindad de ADN (99%), otro estudio basado en características físicas y evidencias fósiles sugiere que el orangután es nuestro pariente vivo más cercano. En concreto, este trabajo encontró hasta 28 rasgos únicos compartidos entre humanos y orangutanes, como el esmalte dental grueso de los dientes que ambas especies lucen al abrir la boca.

Desde un plano más experiencial, Sue Sheward, fundadora de la Orangutan Appeal UK, destaca la manera en que estos animales expresan emociones como alegría, júbilo, tristeza, enfado o frustración, muy parecida a cómo lo hacen los humanos, o cómo, a diferencia de otros simios, los orangutanes miran directamente a los ojos, con calma y curiosidad, en sus interacciones.

En malayo, orangután significa hombre del bosque. Y es que, al margen de las coincidencias genéticas y físicas, estos animales han demostrado una inteligencia que recuerda mucho a la nuestra, la de sus parientes lampiños. Es conocida, por ejemplo, su habilidad para utilizar de manera cotidiana elementos de la naturaleza como herramientas. Se podría decir que, por su versatilidad, las hojas de los árboles son el smartphone de los orangutanes, un dispositivo natural que utilizan para múltiples aplicaciones: paraguas para guarecerse de la lluvia, esponja para exfoliarse el rostro, vaso para beber, guantes para protegerse las manos de arañazos o trompetilla con la que emitir extraños sonidos con los que desconcertar o asustar a sus depredadores.

Otra prueba de la habilidad manual y mentalidad de ingenieros de estos primates es la meticulosidad con la que, cada atardecer, construyen un lecho de ramas y hojas encaramado a los árboles para pasar la noche. Una operación que puede llevarles tranquilamente media hora, y en la que no faltan rigurosos controles de calidad, ejecutados por el propio operario orangután, que salta y se balancea sobre su cama arbórea para comprobar su seguridad y resistencia.

Apenas quedan 20.000 ejemplares vivos en todo el mundo, fundamentalmente en las selvas de Sumatra y Borneo

Pero es en sus relaciones sociales y familiares en las que esta especie rompe moldes y sorprende a los investigadores con sus pautas de comportamiento. La próxima vez que un humano se sienta avergonzado por quedarse en casa de sus padres hasta los 30 años –algunos lo estiran hasta los 40–, puede buscar consuelo en el reino animal. Los orangutanes también lo hacen. Animales solitarios, las madres viven prácticamente aisladas con sus crías hasta que estás alcanzan los siete u ocho años. En el caso de las hembras, estas pueden permanecer cerca de sus madres hasta que cumplen los 15 años.

Estos sistemas familiares monoparentales –aunque sin llegar a desvincularse del todo del grupo– hacen que los especímenes jóvenes vivan literalmente pegados a las faldas de sus madres y dependan de ellas para casi todo, ya sea para alimentarse, para protegerse de los peligros y también para aprender a valerse por sí mismos. La ausencia de un grupo cercano que comparta las tareas educativas hace que recaiga sobre las madres toda a carga del aprendizaje de los pequeños, una responsabilidad extra que también ha traído ventajas a la especie en forma de sorprendentes habilidades y capacidades.

Uno de los rasgos más llamativos de estos monos es su extraordina memoria a largo plazo, otra característica que comparten con la raza humana, aunque recientemente se ha hecho un descubrimiento todavía más chocante. Si bien se creía que el sistema de aprendizaje de los orangutanes se basaba principalmente en la imitación, un experimento de la Escuela de Psicología y Neurociencia de la Universidad de St. Andrews (Reino Unido) ha demostrado que disponen de otro impresionante recurso docente. Y es que, según estos investigadores, las madres orangutanes son capaces de «hablarles» del pasado y del futuro a sus hijos. Un mentorazgo en toda regla, basado en la experiencia, que facilita el aprendizaje de los jóvenes especímenes a la hora de enfrentarse, por ejemplo, a una amenaza potencial como un depredador. La capacidad de estos animales para bromear en sus relaciones, provocando intencionadamente sorpresa en su interlocutor, como demostró la antropóloga de la Universidad de California, Erica Cartmill, es otro de esos guiños cognitivos que se creían exclusivos de los humanos y que los orangutanes se han encargado de reivindicar como algo compartido por ambas especies.

Aunque está comprobado que estos primos no tan lejanos son fascinantes, por desgracia, el recordatorio vivo de que no somos tan diferentes de ellos podría tener fecha de caducidad. Desde sus refugios en las selvas tropicales de Sumatra y Borneo, los orangutanes agonizan, como tantas otras especies en peligro de extinción. Su número ha pasado en pocos años de 100.000 a apenas 20.000 ejemplares. La deforestación de sus hábitats, la caza indiscriminada y otras actividades con la firma de sus primos, los supuestos ‘capos’ de la Creación, son las principales culpables.

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