Derretir las barreras de la exclusión social

El verano mas extraño de nuestras vidas ha quedado atrás para dar paso a un otoño y un invierno también aciagos para la economía. Con un sector servicios bajo mínimos, los hoteles, restaurantes y cafeterías necesitan toda la ayuda que se les pueda dar en un momento como este, ya que el futuro laboral de miles de personas depende de ellos. Para apoyar al sector de la hostelería, encontramos proyectos de venta con propósito que aportan un valor añadido incalculable a las empresas que los incorporan: cada vez son más los ciudadanos que empiezan a cambiar su estilo de vida y hábitos de consumo y prestan atención a los impactos que las marcas tienen en la sociedad y en su entorno.

Desde sus inicios, Soy Frigo ha ofrecido formación y empleo a más de 3.000 personas en España

Un ejemplo de ello sería el caso de Soy Frigo, el programa de empleabilidad y educación medioambiental llevado a cabo por Unilever para mejorar la inserción laboral de personas vulnerables o en riesgo exclusión social y educar en valores sobre el cuidado del medio ambiente. La época estival de este año ha marcado el sexto aniversario de una iniciativa que, desde que surgiera en 2015, ha ofrecido formación y oportunidades laborales a más de tres mil personas en España, cifra que asciende a cien mil en toda Europa. Este proyecto, enmarcado dentro del Plan Unilever para una Vida Sostenible, está impulsado por la marca de helados Frigo y sus homólogos en otros países. Así, la empresa de origen español se abre hueco como motor de cambio social en todo el continente europeo. «Estamos decididos a emprender un viaje para crear un mundo más feliz e inclusivo, calle a calle, con el arma más poderosa que se puede soñar: !los amantes de los helados!», aseguran desde la compañía.

Y esa determinación es la que los ha llevado a apostar por la formación y empleabilidad, cada año, junto a la Fundación Ana Bella, que agrupa a cien mujeres que han sobrevivido a la violencia machista y que se sumarán al resto de colectivos a los que el programa ofrece una segunda oportunidad: jóvenes sin experiencia, migrantes, discapacitados, desempleados de larga duración, mayores de 55 años, madres solteras o cualquier persona en riesgo de exclusión social. El programa Soy Frigo capacita en ventas a sus participantes para que, luego, con un carrito fijo o móvil, vendan los helados en puntos concurridos de las ciudades.

Al mismo tiempo, cada vez son más los establecimientos de hostelería que se unen a esta iniciativa, gracias a la cual llegan a ver incrementadas sus ventas hasta un 34% de media. Tal vez, de cara a los próximos meses y, en especial, a la próxima campaña estival, Soy Frigo se convierta en un incentivo aún mayor para recuperar el pleno rendimiento de la hostelería. Al comernos un helado, nos llevamos mucho más: es una decisión de compra que apuesta por derretir las barreras que excluyen a aquellos amenazados con quedarse fuera del sistema a la vez que se impulsa una relación saludable con el medio ambiente y una recuperación económica necesaria en los peores momentos de la crisis.