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Desafíos de la ética en la era de la inteligencia artificial

«Valores como la dignidad, diversidad, equidad, privacidad o la justicia entre otros, deben ser la base inmutable para que las decisiones algorítmicas puedan tener un impacto positivo en la sociedad», escribe Fernando Ariza, subdirector general de Mutualidad de la Abogacía.

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10
junio
2020

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Entre los grandes desafíos que tienen ante sí las sociedades del siglo XXI, tales como el cambio climático, el envejecimiento poblacional, la lucha contra las desigualdades o el desarrollo de la inteligencia artificial, destacamos este último por su poder de transformación sobre el progreso humano. Sin embargo, este progreso nunca deberíamos entenderlo como tal si no somos capaces de dotar de ética y principios a esas máquinas que tomarán decisiones por nosotros, pues valores como la dignidad, diversidad, equidad, privacidad o justicia entre otros, deben ser la base inmutable para que las decisiones algorítmicas puedan tener un impacto positivo en la sociedad. Para que esto suceda, será clave el compromiso y el desempeño de gobiernos, organizaciones y ciudadanos.

Los gobiernos, desde la regulación y educación de sus ciudadanos, tienen la oportunidad de garantizar la dimensión humana en la inversión, desarrollo y uso de la inteligencia artificial. Si bien las grandes referencias que actualmente tenemos son el ‘gran hermano’ chino, que explota los datos para el control de sus ciudadanos, y Estados Unidos, cuya principal preocupación es el beneficio económico, la UE puede aún erigirse en actor principal como garante de la ética y protección de los consumidores, tal como ya lo hizo con otras regulaciones complejas como la del cambio climático, la energía nuclear o la clonación. A la larga, solo irá a la cabeza la tecnología que goce de la confianza de las personas.

Solo desde la educación se podrán hacer frente a los retos y desafíos de las generaciones del mañana

En las organizaciones existe una creciente toma de conciencia de los aspectos éticos de la inteligencia artificial. Ante la falta de regulación, algunas establecen pautas de autorregulación como las referidas por la llamada Partnership on AI (Amazon, Facebook, Google, IBM y Microsoft), otras impulsan y supervisan toda iniciativa sobre su uso ético mediante la creación de códigos y comités de ética específicos para la inteligencia artificial como es el caso pionero en España de la Mutualidad de la Abogacía. En todo caso, será prioritario que en las empresas sean las personas quienes lideren la tecnología y no a la inversa.

Respecto a los ciudadanos, resultará fundamental que estos adquieran el conocimiento y competencias digitales necesarias para poder liderar esta transformación. Los temores de que la automatización genera desempleo, que se remontan al siglo XIX, ahora se acrecientan en la medida en que las máquinas ya no solo sustituyen la capacidad física de las personas, sino que también empiezan a sustituir otras hasta ahora exclusivas de los humanos como son las capacidades cognitivas de aprender, analizar, comunicar o comprender las emociones humanas, y es que hasta la propia intuición no deja de ser un reconocimiento de patrones. Sin embargo, la mejor forma de proteger a los humanos no será la de competir contra la tecnología sino, desde la cualificación, centrase en su mantenimiento y uso.

Si bien hemos comprobado con la crisis de la Covid-19 que la ética y los valores en cualquiera de sus órdenes facilitan sociedades más unidas, robustas y equitativas, cuando hablamos de inteligencia artificial y de dotar de ética a las máquinas no será tarea fácil, pues en la medida en que estas toman como referencia la inteligencia humana y nuestros valores no siguen un patrón universal en todas las personas, organizaciones, sociedades, culturas o épocas, será muy difícil eliminar todos los sesgos y prejuicios ya sean estos conscientes o inconscientes.

En definitiva, el futuro puede ser fantástico, pero cualquier sociedad está expuesta a un colapso ético y social, por eso debemos reflexionar y aceptar que la ética de la inteligencia artificial es un asunto de todos, y que solo desde la educación de hoy se podrán hacer frente a los retos y desafíos de las generaciones del mañana, pues como decía Marie Curie, «no debemos temer nada, solo debemos entenderlo».


Fernando Ariza es subdirector general de Mutualidad de la Abogacía

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