Sociedad

«Seremos más longevos, pero la edad dejará de ser una barrera»

La periodista Raquel Roca plantea cómo será el futuro laboral de los ‘silver surfers’, aquellos que ya pintan canas y siguen queriendo trabajar y demostrar que su conocimiento es útil (y necesario) para la sociedad.

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04
octubre
2019

El envejecimiento de la población ya es una realidad: en 2050 habrá más personas mayores de 65 años que menores de cinco. Por ello, en su libro ‘Silver Surfers: El futuro laboral es para los mayores de 40′, Raquel Roca aboga por darle una vuelta de tuerca al mercado laboral español. Hablamos con esta periodista, ‘speaker’, consultora y docente sobre el futuro del trabajo y sobre cómo podemos afrontar los efectos que tendrá la pirámide social invertida en un futuro no tan lejano.

¿Qué es lo que define a los silver surfers?

Silver, como la palabra inglesa indica, significa plateado, no tanto orientado al color de pelo o a las canas –una característica que tarde o temprano nos va llegando a todos–, sino a poner en valor el talento plata. Cuando llevas trabajando cuarenta o cincuenta años, lógicamente tienes un bagaje detrás, aunque es verdad que no todo silver es surfer. Cuando llegas a esa edad entre los cuarenta, cincuenta o sesenta –idealmente 45 o 55–, la parte interesante es poder trabajar ciertas cosas para tener la capacidad de surfear o navegar las olas de cambio que te vas a encontrar en los siguientes años laborales.

4 de cada 10 españoles tendrá más de 60 años en 2060, por lo que hay que abrir un debate social y político sobre la posibilidad de las personas de seguir trabajando más allá de la edad de retiro. ¿Cómo garantizamos un sistema en el que dejar de trabajar sea una decisión voluntaria y que la jubilación no sea un lujo que se puedan permitir muy pocas personas?

Las jubilaciones están aún por resolver. Ningún partido político lo ha tratado en profundidad porque genera polémica, malestar y las políticas son siempre cortoplacistas, por lo que las soluciones que se ofrecen también lo son. Está claro que, en la situación actual, fijar la edad de jubilación en 67 años es una medida completamente insuficiente desde la perspectiva demográfica –más allá de lo que supone para las arcas del Estado–. Demográficamente hablando, no tiene ningún sentido subir solo dos años la edad de jubilación, pero hablar de subirla más genera un malestar social brutal, porque las personas y la sociedad en general tenemos muy poco conocimiento respecto al tema demográfico. Pensar que tenemos que trabajar más allá de los 67 es algo que, en general, no queremos. El libro Silver Surfers lo que propone es que empieces a trabajar tú, sobre ti mismo, y que la corporación –en especial la privada– empiece a tomar medidas que ayuden a que este maremágnum se aclare en algún momento y que, de paso, nos ayuden a tener un futuro profesional y personal. Esta nueva longevidad, si todo va bien, nos afectará a todos, por lo que habría que hacer una planificación financiera para atacar cambios de políticas estructurales en las empresas, que son las que pueden incidir para permitirnos una mejor organización a largo plazo.

¿Se están dando respuestas desde la política? Y desde el mundo corporativo, ¿nos podrías dar un ejemplo de modelo de éxito?

«No podemos mantener 20 o 30 años de inactividad con las pensiones. No salen las cuentas»

Lo primero que hay que tener en cuenta es que no es necesario esperar a tener esta plantilla de silver surfers para tomar medidas relativas a la edad. Es importante hacer una estrategia de gestión que afecte a todos los empleados, es decir, si tengo gente muy joven en la plantilla y les ayudamos a tener mejor conocimiento de planificación financiera, –si parte del dinero que ganan lo meto en un fondo de pensiones particular en vez de confiar en las pensiones públicas y como empresa fomento el ahorro independientemente de la edad que tengan–, estoy generando una ayuda. Cuanto más ahorres, más posibilidades tienes de poder resolver la situación económica cuando seas más mayor. En España no hay ejemplos concretos de empresas que se comporten de esta manera, pero en el libro hablo de compañías internacionales que sí están empezando a hacer pequeños «picoteos» en distintas áreas. Por ejemplo, L’Oreal es una gran corporación internacional, pero en España es pionera en generar una estrategia de age management orientada a la planificación del retiro y alineada con la preparación del emprendimiento, pero se está dando al final de la etapa laboral. Sin embargo, no es ideal porque falta el seguimiento de principio a fin. La empresa cuida mucho al trabajador cuando llega a la empresa, pero nos olvidamos de su salida de la misma: ¿por qué no le tratamos bien cuando se va? En este caso, L’Oreal sí que está trabajando muy bien esa parte de salida para que las personas no se desvinculen del mundo laboral, aunque se desvinculen de la compañía.

¿Qué barreras hay en el mercado español a la hora de emprender más allá de los cuarenta o los cincuenta?

El caso español es una cuestión cultural. A pesar de tener una composición de prácticamente 80% de pymes, no tenemos una mentalidad de emprendimiento. Además, venimos de una tradición de muchísimos años de vidas estructuradas asalariadas, y el paso al emprendimiento supone un abismo. No somos conscientes de las vidas tan longevas que tendremos –viviremos hasta los 90 o más– y de que las pensiones no van a permitirnos que nos mantengamos durante 20 o 30 años de inactividad. No salen las cuentas, pero el pensamiento de una vida profesional asalariada tan larga tampoco se sostiene. Si sales de tu empresa con 50 o 55 años en caso de prejubilaciones, o con una jubilación actual de 65 años, y te quedan 20 más de vida por lo menos, vas a tener que buscarte una manera de ganarte la vida diferente. ¿Cómo? Con emprendimiento, que no significa estrictamente montar un negocio, sino que puede darse en forma de colaboraciones. Necesitamos tener en cuenta que dentro de unos años el trabajo no va a ser como lo entendemos ahora. Los horarios se van a reducir y las políticas de flexibilidad, que ahora mismo todavía asustan, van a ser la normalidad. Por lo tanto, estamos hablando de trabajar muchas menos horas de las que trabajamos ahora, de la digitalización que hace que el trabajo sea mucho menos duro y pesado, sobre todo cuando somos más mayores, pero también de políticas muy flexibles de adaptabilidad a la persona casi del 100%. No podemos hacer una proyección muy real de lo que tenemos hoy en día para nuestros futuros profesionales. Ahora, no vas a ser capaz de adaptarte a esa nueva mentalidad del mercado laboral si mantienes esa forma de pensar rígida de asalariado que no te va a permitir dejar atrás los modelos del pasado.

«A pesar de tener una composición de prácticamente 80% de ‘pymes’, no tenemos una mentalidad de emprendimiento»

El edadismo es la discriminación por motivos de edad. ¿Crees que estamos poniendo mucho el foco en los milenials y el valor de la tecnología y quitando el foco del talento sénior?

Totalmente, de hecho, hay cosas muy humanas que hemos perdido por el camino y que sería muy interesante recuperar también en el entorno social. Deberíamos volver a poner la figura del anciano o de la anciana –ya no hablo de los silver– en el centro, tenemos que volver a cuidarles y mimarles porque les hemos dejado a un lado. Dicho esto, el edadismo no solo se da respecto a las personas de más edad: si no escuchas a un niño por el mero hecho de serlo y no das importancia a su opinión, la situación es la misma. Es cierto que en los últimos diez años hemos desarrollado una cultura de exageración laboral de atractivo por la gente joven porque la empresa ha necesitado dos conceptos: el de innovación y el de la digitalización. Hemos asociado que lo digital y la innovación están 100% asociadas a la juventud y eso es un prejuicio. Como la empresa necesita estos dos conceptos y piensa que la gente joven es la que los posee, ha habido un deslumbramiento brutal por la juventud dejando de lado a las personas sénior. Da igual la edad que tengas: nunca va a ser una cuestión de edad sino de mentalidad. En el libro me centro más en los silver porque tienen una serie de complejidades asociadas que no tiene una persona más joven. Son los que sufren edadismo laboral, pero tú puedes ser una persona sénior y ser, a la vez, junior en muchas cosas y viceversa. Cuando consigamos dejar de lado la edad y compartir conocimiento conseguiremos hacer la integración generacional de manera adecuada.

«Hemos asociado que lo digital y la innovación están 100% asociadas a la juventud, pero no es así»

La brecha tecnológica existe. Según un estudio de UGT, el 45% de las personas mayores todavía tiene dificultades con la informática. ¿Cómo rompemos esta brecha que frena a la hora de entrar en el mundo laboral y emprender?

La mayoría de las start-ups tienen una composición 100% joven y 100% digitales. Sin embargo, cuando están compuestas por personas de 40 años o más, la capacidad de supervivencia de esa empresa se duplica: esa persona de más edad estaría aportando un expertise, unos contactos, un capital social… Y eso te lo dan los años de trabajo. Las habilidades blandas, por ejemplo, las vas desarrollando por el simple hecho de estar muchas horas trabajando. Hoy en día, una empresa cuyos empleados no tengan bien desarrolladas sus habilidades blandas no va a tener ningún tipo de futuro. Eso es algo que sí podría aportar el talento sénior, pero también conozco a mucha gente joven que tiene destreza digital para actuar en su vida social, aunque no laboralmente. Si consigues hacer una buena integración intergeneracional, que es de lo que se trata, ganas en todos los aspectos.

«Una ciudad en la que los ancianos mueren solos no puede ser una ciudad sostenible por mucho que se cuide el medio ambiente», dijiste una vez. ¿Cómo conjugamos el envejecimiento de la población con esa realidad demográfica del crecimiento de la urbe?

«Tendríamos que impulsar los sénior ‘labs’ en los que sean las personas mayores las que realmente testen las innovaciones necesarias»

Hay que rediseñar completamente el concepto de ciudad, pero primero el cambio tiene que ser de mentalidad, para poder aplicarlo a las cosas reales. En el libro trabajo el tema de los colivings, que son brutalmente positivos para la gente mayor: de repente ya no estás aislado solo en una casa, sino que tienes tu propia intimidad, pero formas parte de una comunidad. Los edificios y las viviendas que tiendan hacia esta forma de convivencia van a crecer. Si vivimos unas vidas mucho más largas, evidentemente crece el índice de soledad. Ahora bien, los estudios dicen que la gente que se siente más sola no es precisamente la más mayor, sino que hay muchos jóvenes que tienen esa sensación de soledad. Vivimos una época de movilidad: hoy en día trabajar fuera de tu país o de tu ciudad es bastante fácil porque los costes de la movilidad se han reducido mucho. Esto conlleva una serie de circunstancias que hace que gente que se va muy pronto de casa desarrolle depresiones. Aunque seamos seres sociales, todos tenemos nuestras raíces y necesidades, independientemente de la ciudad. Por eso, necesitamos rediseñar la ciudad en todo: la forma de vivir, la forma de andar… Se nos olvida que cuanto más mayor seas más despacito caminas. Lo que tendríamos que hacer es impulsar los sénior labs en los que sean las personas mayores las que realmente testen las innovaciones necesarias.

Una ciudad rediseñada para integrar la diversidad acaba beneficiando al resto.

Hay una cuestión muy importante: un hombre no va a ser nunca una mujer. Es decir, a lo mejor no empatizo con la maternidad de alguien porque  no sé lo que es subir seis pisos con una barriga enorme. Pero todos vamos a ser mayores y ancianos. La pregunta y la reflexión es qué tipo de ancianidad quiero yo vivir. ¿Quiero estar aislado y relegado de la sociedad como estamos haciendo ahora o quiero vivir una ancianidad normal? Por ejemplo, ser mayor no quiere decir dejar de tener sexualidad –que es una cosa que anulamos o vemos como asqueroso–, también habrá que borrar esas expresiones de «vistes como una persona mayor». Cuando hablamos de los silver surfers parece terrible que a los 40, 50 o 60 años a la gente le cueste encontrar trabajo a pesar de que eres (y te sientes) joven. Las empresas tendrían que estar preparadas para ser capaces de trabajar y colaborar con esa franja de edad y, puntualmente, incluso con personas de 80. Si la masa en los próximos años va a estar entre los 40 y 50, vas a tener que trabajar con ellos porque no te queda otra. Pero, ¿tú estás preparado para trabajar con gente de 80? Cuando hablamos de la silver economy, vemos que la gente de 80 años tienen que ser los propiciadores, y ahí es donde encontraríamos una manera de darles ese sentido de utilidad a las personas –cuando tienes sentido de utilidad te apetece vivir y, además, generar unos ingresos que seguro necesitan y necesitaremos–. Es más, una persona de 80 de hoy no se parece en nada a nosotros cuando tengamos 80 años, ya que tendremos otro tipo de envejecimiento. Si eres silver tienes que formar parte de la silver economy.

«Es terrible que a los 40, 50 o 60 años a la gente le cueste encontrar trabajo a pesar de que eres (y te sientes) joven»

El estado del bienestar funciona así: cuida a sus mayores y a sus niños, porque a la hora de la verdad, tener o no hijos a veces se escapa de la elección…

Me sorprende mucho porque creo que es algo generacional. Me encuentro a mucha gente joven que tiene muy claro que no quiere tener hijos y me sorprende. Biológicamente hemos ganado diez años a la cronología. Eso que se dice de que los 40 son los nuevos 30 es cierto. Al ganar esos diez años lo retrasamos todo, incluso la maternidad.  Todavía no hemos encontrado el equilibrio y las generaciones que vengan van a tener que hacerse a la idea de que la estabilidad no es real y que nunca vas a poder tener un hijo en estabilidad máxima. Tenemos que cambiar la sensación que tenemos de que hay que esperar a comprarse un piso, a vivir con tu pareja… nunca hay un buen momento para tener un hijo y si vivimos en un mundo cada vez más líquido e inestable también tendrá que cambiar nuestra idea de lo que significan la maternidad y la paternidad. Desde un punto de vista poblacional –luego cada uno que haga lo que quiera– merece la pena tener hijos porque las sociedades tan envejecidas como la nuestra tiene muchísimos problemas. Dentro de unos años nos daremos cuenta de que no somos tan competitivos en algunas cosas, a no ser que se desarrolle la tecnología y la robótica para que se alivie esa falta de mano de obra joven.

¿Cómo te imaginas el mundo de aquí a 50 años?

Creo que la vida de 150 está aquí. Si nuestros niños tienen una esperanza de vida que llega a los 100, lo exponencial del crecimiento nos va a dar una vida de 150 dentro de nada. Las grandes tecnológicas están invirtiendo mucho en la erradicación de enfermedades y también en la longevidad. Hoy en día ya la pérdida cognitiva del cerebro está solo a diez años antes de tu fallecimiento, por lo que me imagino a los ciudadanos sénior en actividad e integración total dentro de medio siglo. Creo que no miraremos las edades a la hora de hacer nada. Seremos más longevos, pero la edad dejará de ser una barrera. De la misma manera que, aunque nos haya costado, ya estamos en el camino de la integración de la mujer en casi todo, pasará lo mismo con la edad. Vamos a ser una mayoría envejecida en el mundo, por lo que la mirada que tenemos ahora no va a parecerse en nada: observaremos el mundo desde una mirada más anciana y, por lo tanto, creo que admiraremos y valoraremos a los ancianos. Ahora bien, también hay que apoyar las políticas de natalidad porque un mundo con pocos niños también será triste.

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