Opinión

Política sin frenos

En España, todos los partidos han vivido sin frenos. Han dejado tras de sí una política de bloques, polarizada, emocionalizada y fragmentada.

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16
julio
2019

Los padres fundadores de la Constitución estadounidense nunca usaron la palabra «democracia» para referirse a la joven república que alumbraron. Porque para los antiguos, y para los teóricos del liberalismo, la democracia era el gobierno de la demagogia, la tiranía de la mayoría, todo lo contrario de la separación de poderes, los controles y contrapesos (checks and balances) y el imperio de la ley (rule of law) que ellos estaban instaurando como método para evitar la dictadura. Y aún así, no pudieron evitar una terrible guerra civil desencadenada por la ruptura de las instituciones, la ausencia de poderes moderadores y la incapacidad de los políticos de frenar a tiempo.

Los frenos, y su ausencia, son uno de los elementos centrales de la historia política española. Durante gran parte del siglo XIX y comienzos del siglo XX, España fue adalid de la inestabilidad política, las crisis de gobierno y los cambios constitucionales. Un país roto por fracturas múltiples: monarquía-república, campo-ciudad, capital-trabajo, Iglesia-Estado, fascismo-comunismo, y así sucesivamente hasta llegar a la II República y la Guerra Civil. Política sin frenos que arrasó con todas las instituciones moderadoras y condenó a la joven democracia española a la misma funesta suerte que a muchas de sus contemporáneas de los años treinta.

«La Transición española a la democracia fue un ejemplo de cómo acelerar y usar los frenos»

La Transición española a la democracia fue un ejemplo de cómo acelerar y usar los frenos. Para llegar antes a la libertad y la integración en Europa, hubo que frenar mucho: los militares aceptaron el comunismo, los comunistas la monarquía, los socialistas renunciaron al marxismo, y así sucesivamente. Los Pactos de la Moncloa fueron un gran ejemplo de cómo frenar la conflictividad social para poder acelerar el crecimiento económico. Otro ejemplo de liderazgo responsable y moderado.

Ahora, después de un periodo de extraordinaria estabilidad política, España vive en una extraña legislatura que se inició en octubre de 2015 y que todavía no sabemos si desembocará en un gobierno estable. Acostumbrados a mayorías absolutas o, como poco, a sólidas mayorías parlamentarias, los españoles han visto una repetición de elecciones en junio de 2016 y una convocatoria anticipada de elecciones en abril de 2019 para poner fin a un gobierno de menos de un año nacido, por primera vez, de una moción de censura. En esta legislatura que comenzó en 2015 todos los partidos han vivido sin frenos. Han dejado tras de sí una política de bloques, polarizada, emocionalizada y fragmentada. España ha convivido con tres desafíos populistas de diferentes intensidades y trayectorias: la extrema izquierda, en retirada, el independentismo, derrotado, y la extrema derecha, en proceso de contención. Ahora que los extremos se están frenando, solo falta que los centros también lo hagan.


(*) José Ignacio Torreblanca es politólogo, director de la Oficina de ECFR en Madrid y profesor de Ciencias Políticas en la UNED.

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