Medio Ambiente

Deforestación: cuando la Tierra muere a hachazos

Solo en 2018, el planeta perdió masa forestal de bosques tropicales equivalente a una superficie del tamaño de Bélgica. La tala indiscriminada, los incendios y el uso del suelo para fines agrícolas y ganaderos se encuentran detrás de estas alarmantes cifras.

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03
mayo
2019

Aunque para combatir el cambio climático y prevenir una sexta extinción masiva es necesario proteger los bosques y selvas vírgenes, la deforestación sigue avanzando. Según muestra una investigación llevada a cabo por el Global Forest Watch (GFW) y la Universidad de Maryland, las pérdidas de masa forestal en 2018 fueron menores que en 2016 y 2017 —cuando las sequías a nivel mundial provocaron infinidad de incendios—, pero aún así supone el cuarto peor año desde que empezara a registrarse la deforestación en el año 2002.

Frances Seymour, investigadora del World Resource Institute, institución que colabora con el GFW, explica en declaraciones a The Guardian que «los bosques del mundo están en Urgencias, gravemente heridos, a punto de morir desangrados a hachazos». «Los parches como respuesta no sirven de nada. Por cada hectárea que perdemos estamos un paso más cerca de ese escenario aterrador que nos depara el cambio climático», puntualiza. A la luz de los datos de la investigación, parece que los esfuerzos de gobiernos e instituciones públicas y privadas llevados a cabo en los últimos años para frenar la deforestación a nivel mundial no están obteniendo sus frutos. O, al menos, no los suficientes.

«Los bosques del mundo están en Urgencias, a punto de morir desangrados a hachazos», explica Frances Seymour.

El análisis del Global Forest Watch pone especial foco en la pérdida de bosques primarios en el trópico,  ya que sus árboles, en ocasiones, pueden llegar a tener cientos e incluso miles de años. Además, allí se almacenan ingentes cantidades de carbono de la Tierra –conformando verdaderos pulmones verdes para el planeta– y se antojan irremplazables por su biodiversidad, ya que en ellos habitan las mayores concentraciones de vida salvaje existente, desde orangutanes a tigres salvajes. Su destrucción supone una pérdida irreversible que nos abocaría a una nueva extinción masiva. Por desgracia, en 2018 desaparecieron 3,8 millones de hectáreas de este tipo de masa forestal y, de ellas, 1,3 millones fueron arrasadas en la Amazonía.

Como se puede observar en la evolución de los datos recogidos por Global Forest Watch, en 2002, cuando se comenzaron a estudiar los bosques y selvas del mundo, tan solo Brasil e Indonesia sumaban el 71% de pérdidas primarias. Por el contrario, en 2018 solo estos estados suman el 46% del total de la deforestación mundial. Países como Colombia, Costa de Marfil, Ghana o República Democrática del Congo han sufrido incrementos dramáticos en términos de pérdida de masa forestal durante el último año. Los motivos varían de un territorio a otro, pero la agricultura y la ganadería se encuentran en entre los más comunes en todas las zonas en peligro.deforestacion

La tala masiva de árboles en los bosques para reconvertirlos en terreno de pasto está detrás de la deforestación brasileña, que además pone en peligro a los indígenas que viven en la Amazonía. Por ejemplo, la reserva de Ituna Itata —que ha permanecido años completamente intacta—, sufrió talas ilegales en 4.000 de sus hectáreas durante los primeros meses del año pasado. Llama la atención el caso de esta reserva por ser hogar de una de las últimas tribus existentes en el mundo que aún no han sido contactadas. Aunque los datos recopilados por la investigación de Global Forest Watch pertenezcan al Gobierno anterior, la tendencia en el Brasil de Bolsonaro parece continuar por el mismo camino mientras los indígenas (y el resto del planeta), impasibles, ven cómo sus bosques desaparecen.

Indonesia, por su parte, es el único país afectado gravemente por la deforestación en el que el gobierno ha empezando a tomar medidas contundentes para frenarla. Los nuevos protocolos gubernamentales ya se están haciendo notar: en 2018 el país perdió menos masa forestal que la media anual entre 2002 y 2016, pérdida que es aún menor en los bosques protegidos legalmente. Sin embargo, no se puede cantar victoria ya que, aunque los últimos dos años han sido relativamente húmedos en la región y no se han producido grandes incendios, las previsiones de El Niño para 2019 podrían hacer que las tornas cambiasen. De hecho, en lo que llevamos de año el fuego ya ha calcinado mil hectáreas.

En 2018 desaparecieron 3,8 millones de hectáreas de bosques primarios tropicales, de las que 1,3 millones en la Amazonía

Las selvas de Sudamérica también están en peligro, y Colombia, Bolivia y Perú viven un aumento de la deforestación de sus bosques primarios. En Colombia, por ejemplo, es consecuencia directa del proceso de paz, ya que áreas de la Amazonía tradicionalmente ocupadas por las FARC ahora se han abierto al «desarrollo». En Bolivia, por su parte, se debe esencialmente a la reconversión de terrenos para la agricultura de gran escala y el pastoreo. En Perú, por el contrario, la deforestación es resultado directo de la agricultura de pequeña escala —incluyendo la producción ilegal de coca—, la minería ilegal de oro y la construcción de carreteras en zonas remotas.

También en África se está abriendo una nueva frontera a la deforestación masiva. Ghana y Costa de Marfil han registrado el mayor aumento porcentual de destrucción de bosques a nivel mundial debido a explotación ilegal minera de oro y a la producción de cacao. A finales de 2017, tanto los Gobiernos de ambos países como las principales empresas productoras de cacao se comprometieron a acabar con la deforestación en su cadena de suministros. Según la investigación de GFW, a pesar de ello, la pérdida de masa forestal no cesa. Agricultura a pequeña escala, explotación mineral, tala de madera para uso particular o grandes desplazamientos internos por conflictos armados como el que se vive en República Democrática del Congo son otros de los motivos que, si no se afrontan a tiempo, pueden poner en riesgo la supervivencia de la biodiversidad africana… y mundial.

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