Opinión

Lo urgente para Europa

«La única salida posible para Europa no es el retorno al nacionalismo, sino la construcción de un nuevo proyecto europeo», escribe el politólogo Sami Naïr.

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Carla Lucena
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15
enero
2019

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Carla Lucena

Al amparo de la crisis mundial de 2008, Europa ha entrado en una tormenta que puede acabar con el mismo proyecto europeo. La globalización económica, incentivada por los EE UU, no solo se ha apoderado del planeta, sino que se está tornando, incluso, contra sus genitores, los mismos EE UU. Así se explica por qué este país, imponiendo la desregulación generalizada del mercado de capitales a principios de los 2000, en nombre de un liberalismo sin reglas, está hoy en día, con el «trumpismo» intempestivo, volviendo al proteccionismo más egoísta, desatando guerras comerciales contra China, Europa y casi el mundo entero. En tal contexto, Europa se halla en la encrucijada por dos razones fundamentales: el sistema económico mundial no se ha reformado desde la crisis de 2008 y la Unión, en vez de tomar la iniciativa para reorientarlo en función de su modelo de civilización, ha elegido, bajo la batuta de las élites financieras germano-francesas, la senda de una política de austeridad cuyo objetivo es acabar con los restos del Estado social de bienestar para salvar el capitalismo especulativo vigente.

Recordemos que la crisis se desarrolló, en Europa, como un cohete con varios niveles de explosión. Primero, crisis de liquidez: fueron los Estados europeos quienes tuvieron que tragarse los créditos subprime (productos financieros basura) con el dinero de los ciudadanos, para salvar sus sistemas bancarios culpables de delincuencia especulativa. Segundo, las empresas, por falta de crédito, tuvieron que echar a millones de personas a la calle: más de 20 millones de parados en Europa con un mínimo de 5 millones en España. Tercero, de allí vino la desestabilización de los sistemas políticos europeos. Y, en cuarto lugar, el estallido de los modelos sociales por doquier, con el auge, hoy en día, de movimientos identitarios neofascistas. ¿Por qué?

«Renunciar al proyecto europeo significa elegir la impotencia en un mundo globalizado»

El modelo inicial del euro, es decir, una construcción monetaria sin techo político, en vez de favorecer la convergencia global de la zona monetaria, ha reforzado sobre todo el poder de los países más ricos; de ahí que, al estallar la crisis, el precio para salvar el euro haya sido imponer a los países más débiles de la zona (Italia, España, Portugal, Irlanda, Grecia) una cura drástica peor que la crisis misma: la austeridad. Es decir, hacer pagar más a las capas sociales ya castigadas paralizando las capacidades redistributivas de los Estados, desarrollar como nunca la precariedad, incrementar la de ación salarial en los mercados de trabajo e impedir cualquier sueño de vida digna a los jóvenes que entran en la vida profesional, haciendo de lo social la variable de ajuste de la recomposición del sistema financiero europeo.

Se dibujan ahora unas sociedades en las que todo se vuelve inestable. El futuro es amenazante. La lucha por la supervivencia profesional se convierte en la regla; la solidaridad, en la excepción. Y, por fin, se ha dejado que se asiente en el campo político la patología del chivo expiatorio, acusando a los inmigrantes y extranjeros de competencia ilegítima y desleal en las sociedades europeas.

Frente a esta situación, la única salida posible para Europa no es el retorno al nacionalismo, sino la construcción de un nuevo proyecto europeo. Este objetivo diferencia, en mi opinión, la perspectiva progresista, humanista y laica, de las orientaciones regresivas vigentes. Pues renunciar al proyecto europeo, aunque haya sido manchado por la orientación liberal, significa elegir la impotencia en un mundo globalizado. Necesitamos, al contrario, reformular Nla perspectiva europea desde lo social y la profundización de la unión política. Lo urgente, hoy en día, para Europa, es poner en el centro de su estrategia, más allá del cortoplacismo y del economismo, la Política, es decir, un gran proyecto colectivo basado no solo en la defensa del mercado, sino más, mucho más, en la primacía del interés general de los ciudadanos europeos. Forjar, de una vez por todas, una unión política europea.

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