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El último naufragio: cómo acabar con la basura marina

Cada año terminan en los mares y océanos más de ocho millones de toneladas de plástico, poniendo en serio peligro el entorno y alterando su función natural de reguladores de la temperatura y pulmones del planeta. Coca-Cola en España ha lanzado Mares Circulares, una iniciativa integral para limpiar las aguas y fomentar la economía circular.

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21
enero
2019

«Qué inapropiado llamar Tierra a este planeta, cuando es evidente que debería llamarse Océano». Con esta frase, el escritor y científico británico Arthur C. Clarke (autor de la novela 2001: una odisea en el espacio) ilustró la composición real de nuestro mundo: tres cuartas partes de su superficie están cubiertas de agua. No es azar, sino la condición sine qua non para que haya vida, incluso en suelo firme. «Los océanos del mundo mueven sistemas que hacen que la Tierra sea habitable para la humanidad. Nuestras precipitaciones, el agua potable, el clima, el tiempo, las costas, gran parte de nuestros alimentos e incluso el oxígeno del aire que respiramos provienen, en última instancia, del mar y son regulados por este», señala el ODS 14 de Naciones Unidas, referido a la vida submarina.

A pesar de su importancia y del papel fundamental que juegan en la contención del cambio climático (absorben aproximadamente el 30% de las emisiones globales de dióxido de carbono y el 80% del calor generado por los gases efecto invernadero, según un informe de Oceana), la actividad humana ha puesto en riesgo la salud de los océanos y los mares. La creciente acidificación de las aguas consiste en «la disminución del pH debida a la transferencia de dióxido de carbono desde la atmósfera», como explica Aridane González, investigador posdoctoral de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Pero la mayor amenaza, y el desafío más urgente, es la contaminación por residuos.

González, que también preside el Comité de Personas Expertas para el estudio del Cambio Climático en Canarias y el Fomento de la Economía Circular y Azul, advierte: «De la cantidad de basuras marinas solo sabemos una parte. A medida que los resultados científicos se vayan publicando, sabremos el daño que estamos haciendo realmente al medio marino. De momento, en términos generales, solo tenemos conocimiento de lo que ocurre en las costas, donde es fácil acceder. Pero ¿qué pasa en el océano profundo?». En mayo de 2017, la ONU situó la contaminación marina por residuos plásticos como uno de los grandes problemas de nuestro siglo a nivel global. No en vano, alertan de que en 2050 habrá más plásticos que peces en el mar. Por su parte, la Unión Europea ha elaborado la Directiva Marco sobre la Estrategia Marina, en vigor desde 2008 e incorporada en el derecho nacional de cada Estado miembro desde julio de 2010.

Aridane González: «Solo sabemos lo que ocurre en las costas, pero ¿qué pasa en el océano profundo?»

Lo cierto es que, más allá de las ONG ecologistas, la ciudadanía, los Gobiernos, las empresas, las fundaciones y las instituciones internacionales y nacionales se muestran cada vez más concienciadas con la lucha contra la invasión plástica de los océanos. «Llevar trabajando mucho más tiempo que los Gobiernos e instituciones, por un lado, ha tenido efectos positivos», reconoce Estíbaliz López-Samaniego, directora de Proyecto de la Asociación Vertidos Cero. «Hemos impulsado un proceso de investigación y de cambio, y vemos cómo, en general, las instituciones ahora se están poniendo las pilas y los diferentes organismos están más receptivos a escuchar nuestras propuestas y recibirnos. Creo que está llegando el punto en el que las ONG, a medio plazo, debemos soltar ese pulso fuerte para que sean los Estados quienes tomen las riendas», añade.

Pastora Bello, coordinadora del grupo de investigación Tecnología para la Economía Circular de la Universidad de Santiago de Compostela, coincide con López-Samaniego: «Sin los políticos, no es posible solucionar el problema». Para ella, una de las claves es «incluir los criterios necesarios que desarrollen leyes cuyo fin sea implantar la economía circular y mantener el principio de ‘quien contamina, paga’».

Con un año de margen para que los miembros de la Unión Europea tengan que presentar sus estrategias de limpieza y recuperación de los océanos, con poco más de 30 años para evitar que se cumplan los peores augurios de la ONU y con un vertido actual de plásticos en los océanos que supera los ocho millones de toneladas anuales (según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), surgen dos preguntas: ¿Cómo se pueden limpiar las playas, los mares y los fondos oceánicos? ¿Qué medidas de prevención habría que aplicar para no seguir vertiendo residuos?

En la unión está la fuerza

González, López-Samaniego y Bello coinciden en que la respuesta tiene que ser global: todos los actores deben unir esfuerzos para devolver a los mares y océanos su salud, que es también la nuestra.

Conocedora de la urgencia del problema y de su poder como agente de transformación social, Coca-Cola en España ha puesto en marcha el proyecto Mares Circulares, para recoger residuos en las costas, playas, reservas y fondos marinos de la península ibérica. «En 2016, realizamos un análisis muy profundo para determinar cómo estábamos internamente en temas de sostenibilidad y, posteriormente, en 2017, hicimos un estudio de las expectativas que tenían nuestros grupos de interés. Ahí nos dimos cuenta de que nos pedían que usásemos nuestra capacidad de llegar a la gente para convertirnos en un agente de cambio positivo», cuenta Ana Gascón, directora de Responsabilidad Corporativa de Coca-Cola Iberia, para explicar el nacimiento de Mares Circulares dentro de su estrategia medioambiental Avanzamos.

Mares Circulares pretende recoger del entorno marino el 100% de los envases que ponen en el mercado

El proyecto, cuyo objetivo es recoger del entorno el 100% de los envases que ponen en el mercado, consta de tres pilares de actuación: recogida de los residuos tanto en las playas como en los océanos; concienciación, sensibilización y apoyo a la economía circular mediante la financiación de tres estudios universitarios; y la elección de una startup elegida por la asociación Chelonia (una organización sin ánimo de lucro para la conservación, investigación y planificación de recursos naturales marinos, costeros y continentales), que recibirá un capital semilla de 5.000 euros para llevar a cabo su idea de reutilización de la basura marina. Para que todo funcione, Coca-Cola cuenta con socios en todas las fases. «Nosotros no somos los expertos, lo que hacemos es movilizarnos y facilitar la coordinación entre las diferentes ONG, que son las que realmente saben cómo limpiar los mares», matiza Carmen Gómez-Acebo, directora de Responsabilidad Corporativa de Coca-Cola European Partners Iberia.

La asociación Vertidos Cero trabaja, dentro de Mares Circulares, con cofradías españolas y portuguesas para recoger los residuos del fondo oceánico. Una acción ambiciosa, pero, según afirma López-Samaniego, fácil de poner en marcha, ya que «los pescadores llevan mucho tiempo conociendo el problema y quieren sentirse actores de la solución». Además de la recogida, en Vertidos Cero les preocupaba el destino final de esa basura. «Era muy importante que se ideara una gestión adecuada en tierra y eso lo entendieron rápidamente en Coca-Cola. Los residuos los reciben expertos y se llevan a plantas específicas para su gestión».

basura marina

Por su parte, las playas y reservas marinas, gran escaparate del desastre medioambiental de los plásticos, se están limpiando gracias a la actuación de Chelonia y Ecomar. «Antes de recoger, hacemos un taller, porque trabajamos con niños. Allí les enseñamos cómo es la dinámica y los tipos de residuos que nos podemos encontrar. De esta forma, ya se hace una recogida selectiva en la que los residuos se clasifican desde el principio», relata Theresa Zabell, presidenta Ejecutiva de Fundación Ecomar.

«La recogida, que es lo más urgente, quedaría muy coja si no se afianzara la sensibilización y el conocimiento de la población para que los residuos no acaben en los mares», dice Gascón. La educación tiene que empezar en las edades tempranas porque, en palabras de Zabell, «están tomando el mando y son la generación que va a liderar el cambio». En última instancia, debe materializarse en investigaciones científicas que permitan encontrar la solución definitiva a los residuos marinos.

Queda camino por recorrer, pero, como asegura convencida Pastora Bello, en el futuro sí se va a lograr: «Tenemos la tecnología para conseguirlo. Ahora solo falta que nos concienciemos de verdad sobre la necesidad de que los plásticos sean biodegradables o se fabriquen con materiales alternativos a los actuales».

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