Derechos Humanos

La «vuelta al cole» de los refugiados rohingya

Según Oxford Burma Alliance, más del 60% de los niños rohingya de entre 5 y 17 años nunca han asistido a la escuela. Yacob y Taslima viven en un campo de refugiados de Bangladesh y van cada día a uno de los centros de World Vision en la zona.

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01
septiembre
2018

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Grandes risas anuncian la llegada de 30 niños emocionados ansiosos por comenzar su día en el Centro Seguro para Niños de World Vision en este campamento de refugiados. Taslima y Yacob, de 11 años, atraviesan corriendo las puertas del centro.«Vamos a pasar lista», dice Adbul Bashar, responsable del centro. Mientras Adbul grita los nombres, Taslima se agrupa en la esquina con sus amigos y Yacob se apresura a ocupar su espacio designado.

Abdul comienza el día con ejercicios de storytelling y dibujo. Con un arco iris de lápices de colores, los niños transforman nítidas hojas blancas de papel en obras de arte vibrantes. Taslima y Yacob han sido alumnos habituales en el centro desde que huyeron de sus hogares en Myanmar hace un año. En agosto pasado, una ola de violencia en el estado de Rakhine después de décadas de discriminación y violaciones sistemáticas de los derechos humanos provocó un éxodo masivo de 706.000 rohingya, un grupo étnico predominantemente musulmán. Hoy, Taslima y Yacob viven en el campamento de refugiados más grande del mundo en Cox’s Bazar, Bangladesh, que ahora alberga a 890.000 refugiados. Más de la mitad son niños.

El año pasado, una ola de violencia provocó el éxodo de 706.000 rohingya

«Este ha sido el año más memorable de mi vida», confiesa Yacob. «Cuando vine a este país, estaba triste porque mi familia perdió todo lo que teníamos en Myanmar. No teníamos nada con lo que comenzar nuestras vidas». Yacob y su familia vieron incendiarse su casa mientras huían de su aldea bajo fuego de mortero. Caminaron durante días sin comida para llegar a Bangladesh. Llegaron hambrientos, agradecidos de estar vivos, de estar juntos.

Llevar a sus hijos a través del río Naf a las costas de Bangladesh es una prueba que la madre de Yacob, Nurankish, de 41 años, nunca olvidará. «Solo dependía de Dios para que nuestra familia superase eso», dice. «A mis hijos les decía que no se alejasen de mi vista ni un minuto. Tuvimos que estar en guardia todo el tiempo. Al llegar todo era nuevo para ellos y desconocido. Como madre, temes por el futuro de tus hijos», explica Nurankish.

Centros Seguros para Niños

En octubre de 2017, World Vision abrió su primer Centro Seguro para Niños cerca de la casa de Yacob. En la actualidad, gestiona 12 espacios aptos para niños de entre 5 y 12 años en los campamentos. Más de 1.700 están inscritos en los centros. Si bien, el centro no ofrece educación formal, son lugares seguros y divertidos donde los niños pueden jugar, aprender y recuperar la normalidad sensorial en sus vidas alteradas. Pero en ningún momento debemos pensar que sustituye la educación formal indispensable en los futuros de estos menores, más aún teniendo en cuenta que en sus localidades de origen tampoco tuvieron esa oportunidad.

Más de 1.700 niños están inscritos en los centros de World Vision en los campamentos de refugiados de la zona

Según Oxford Burma Alliance, una organización estudiantil de la Universidad de Oxford, más del 60% de los niños rohingya de entre 5 y 17 años nunca han asistido a la escuela debido a la pobreza, las restricciones gubernamentales a su movimiento y la falta de escuelas en el estado de Rakhine, Myanmar. Entre los adultos en los campamentos, se calcula que la tasa de analfabetismo llega al 80%. «Las personas que viven aquí eran granjeros, pescadores y dueños de negocios pequeños en Myanmar», dice Mohammed Salim, 20 años, un majhi (líder de la comunidad de refugiados), en el Campamento 19. «La educación nunca fue una prioridad para nosotros. Acabar la escuela e ir a la universidad era un objetivo inalcanzable».

Un reciente informe educativo del Grupo de Coordinación Intersectorial de las Naciones Unidas confirma esto: solo el 50% de las niñas y el 58% de los niños de 8 años o más en los campamentos informaron haberse graduado, antes de su desplazamiento, al menos del primer grado, en el sistema escolar de Myanmar. Por poner un punto positivo a esta situación, según el mismo informe, el 51% de los niños que nunca antes habían asistido a la escuela han comenzado a asistir a un centro de aprendizaje, como los mencionados Centros Seguros para Niños de World Vision, desde que llegaron a los campamentos.

¿Una nueva oportunidad para Yacob?

Yacob apenas ha faltado un día desde que el centro abrió cerca de su casa el año pasado. «Vengo aquí porque me gusta aprender. Quiero ser profesor cuando crezca», dice Yacob, un líder natural que disfruta de organizar juegos y cantar en grupo en el centro. Nurankish ha notado cambios positivos en su hijo. «Cuando regresa del centro, él comparte conmigo lo que aprendió», dice, sonriendo. «Toda la lucha de dejar nuestro hogar en Myanmar le afectó a él y a mis otros hijos, pero los veo mejorar ahora. Enviarlos al centro ayuda porque pueden aprender y jugar con otros niños. Les ha ayudado a superar sus preocupaciones. Están volviendo lentamente a sentirse normales otra vez. Quiero un futuro brillante para mis hijos, donde puedan ser lo que quieran ser».

Como la mayoría de los padres, Nuruankish quiere lo mejor para Yacob y sus hijos. Pero en los campos, las opciones de educación son limitadas. Si bien los Centros Seguros para Niños brindan algunas horas de recreación diaria, la enseñanza de habilidades importantes como la lectura y la escritura que los niños necesitan para un futuro mejor está restringida.

Unos 400.000 niños y jóvenes en los campamentos no reciben educación formal

Los rohinyga aquí no son reconocidos oficialmente como refugiados. Sin ese estatus, sus derechos bajo la Convención de Refugiados de 1951 no están protegidos, incluido el derecho a la educación. Actualmente, unos 400.000 niños y jóvenes en los campamentos no reciben educación formal. Los adolescentes corren un riesgo especial: menos de 2.000 adolescentes de los 117.000 que lo necesitan tienen acceso a educación o capacitación para la vida. «Estos niños rohingya corren el riesgo de convertirse en una generación perdida», dice James Kamira, especialista en protección infantil de World Vision. «Sin la protección de estar en la escuela, estos niños son cada vez más vulnerables al matrimonio infantil, el trabajo forzado, el tráfico y la radicalización».

Cuando Yacob cumpla 12 años este año, se espera que comience a trabajar, recolectando leña con sus dos hermanos mayores, de 13 y 16. Los 300 taka (4 euros) que pueden ganar al día transportando ladrillos tienen prioridad sobre ir a cualquier centro de aprendizaje.

El caso de las niñas y adolescentes

Las adolescentes en los campamentos tienen incluso menos oportunidades para la educación. Los padres las mantienen en casa por miedo a que las asalten en los campamentos, donde la incidencia de la violencia de género es alta. Las normas culturales impiden que las niñas se mezclen con el sexo opuesto, y las aulas segregadas no están disponibles en los pocos centros de aprendizaje para jóvenes. Entonces, mientras Taslima, de 11 años, disfruta al asistir a estos centros, su hermana mayor, Yajurjanat, de 13 años, se queda en casa.

Los padres mantienen a sus hijas en casa por miedo a que las asalten en los campamentos

«Quiero estudiar, pero no puedo porque soy demasiado mayor para ir a la escuela», dice Yajurjanat, quien pasa sus días barriendo el pequeño refugio de la familia, buscando agua y ayudando a su madre a cocinar. La madre de las niñas, Humaira, de 30 años, quiere que sus hijas reciban educación. «Me casé cuando tenía 13 años, pero no quiero eso para ellas», afrima. «A Taslima le gusta ir al centro. Se ha vuelto más segura en su discurso y se ha vuelto más inteligente. Su mente es aguda y le encanta aprender cosas nuevas. La educación es importante porque le enseñará a cuidar de sí misma. Necesito que mis hijas tengan la oportunidad de estudiar».

Taslima, como Yacob, quiere ser maestra también. «Amo a los niños», dice con confianza, mirando hacia arriba desde su cuaderno lleno de números en inglés. «Necesito estudiar para poder enseñar a los niños de nuestra comunidad cuando sea grande y ayudar a otras personas».

Cada vez más, los padres rohingya en los campamentos están reconociendo el valor de la educación y apelando por el acceso a la educación de sus hijos. En su apoyo, World Vision está instando al Gobierno de Bangladesh a llegar a más niños con servicios de alta calidad e inclusivos.

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