Agua

El agua se muere de sed

Mientras la población global crece exponencialmente, los cauces de los ríos se secan. Científicos, líderes de la sociedad civil, directivos, emprendedores y periodistas se dieron cita en Planeta Agua.

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David Maroto
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28
abril
2016

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David Maroto

El 70% del planeta está cubierto de agua y solo el 0,5% es apta para consumo humano. Mientras la población crece exponencialmente (en una década llegaremos a los 8.000 millones de habitantes), los cauces de los ríos se secan o, en el mejor de los casos, se degradan por el arribo de productos tóxicos. Los países más pobres, víctimas en muchos casos de la actividad industrial de los más ricos, se llevan la peor parte: 748 millones de personas no tienen, a día de hoy, acceso a agua potable.

Un panorama poco alentador que protagonizó las prioridades de los Objetivos de Desarrollo Sostenible pactados el año pasado por las principales potencias y agentes sociales. De los 17 compromisos solo uno se refiere al agua, pero la mayoría dependen de ella: con su gestión sostenible, su disponibilidad y saneamiento universales se podrán cumplir otros objetivos como «erradicar la pobreza en todo el mundo», «poner fin a las hambrunas», «garantizar una vida sana» o «reducir la desigualdad entre países», por poner cuatro ejemplos.

Este problema tan global y acuciante es el motor de Planeta Agua, un espacio de debate organizado por Ethic y Coca-Cola y enmarcado dentro del ciclo Globalmente Responsables, que apuesta por la colaboración y en el que hoy han participado científicos, representantes de la sociedad civil, académicos, directivos, emprendedores, periodistas y bloggers.

La marca de bebidas (de las que el 90% es agua) lleva años sensibilizada y lo demuestra con hechos. Solo en nuestro país, en colaboración con la ONG WWF, la compañía tiene actualmente proyectos activos en Castilla-La Mancha, Andalucía, Extremadura, Aragón, Comunidad Valenciana y Cataluña. Desde la restauración de la cuenca del Guadiana hasta la infiltración en acuíferos costeros de Castellón, pasando por su fábrica de Can Fenosa, el único caso en el mundo en que una planta industrial, mediante la reutilización del 100% del agua que utiliza en sus procesos, ha regenerado una laguna y su ecosistema.

«748 millones de personas no tienen acceso a agua potable»

Es una buena noticia que una multinacional de este calibre rectifique y no solo cambie la forma de hacer las cosas, sino que cree nuevos paradigmas ejemplarizantes para otras. «El acuerdo con WWF es un acuerdo mundial», explicó durante la jornada Juan José Litrán, director de Relaciones Externas y Responsabilidad Social de Coca-Cola España. «Una de nuestras prioridades es reducir el uso en nuestros usos industriales, pero sobre todo reabastecer el agua utilizada para producir nuestras bebidas, no de cualquier manera, sino para influir en la mejora del entorno. Eso conlleva mucha implicación social y mucho diálogo con las partes afectadas. La relación que tenemos en España con WWF, que ya es de largo recorrido, inspiró el acuerdo mundial».

El secretario general de la ONG, Juan Carlos del Olmo, valora especialmente el compromiso de Coca-Cola ante una crisis medioambiental que se puede paliar o al menos ralentizar, pero en muchos casos es irretornable: «Casi el 40% de las especies terrestres y marinas han desaparecido por culpa de la escasez o la degradación del agua. El 80% en los ecosistemas de agua dulce. Es prioritaria para nosotros la protección de las grandes arterias del agua del planeta como las cuencas del Amazonas o el Mekong. Y tenemos claro que para afrontar retos de semejante tamaño es necesaria la confluencia de varios actores al mismo tiempo. Entre ellos el empresarial. Por eso es tan importante que se impliquen empresas líderes como Coca-Cola. Son las únicas capaces de lograr no solo un cambio dentro de sus compañías, sino también hacia todos sus proveedores y al resto del tejido industrial».

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La solución tiene dos patas: pública y privada

La Red Española del Pacto Mundial de Naciones Unidas, con 2.600 empresas adheridas, hizo una consulta entre sus socios sobre el desarrollo de la Agenda Post-2015 o, lo que es lo mismo: cómo afrontar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de aquí a 2030. El resultado fue claro: de todos los retos, consideraron que el agua y saneamiento es el segundo más importante, solo por detrás de la erradicación de la pobreza. Y reclamaron un papel activo a los poderes públicos: entre otras cosas, evitar el exceso trámites burocráticos y dar a las empresas el papel de socio experto, además de financiero. «De aquella consulta inferimos que las empresas quieren participar primero solucionando los problemas a nivel local, para ser más efectivas, pero que igualmente son conscientes de que el problema del agua es un problema global y requiere soluciones globales», explicó en el transcurso del debate Marta Tomás, directora de Desarrollo del Pacto Mundial de Naciones Unidas. «En cualquier caso, la colaboración con los poderes públicos es esencial para cumplir estos retos».

Es fundamental que haya acuerdo entre las diferentes fuerzas políticas respecto a la gestión del agua, algo que, desgraciadamente, no sucede en Europa. «Palestina e Israel, dos países tan opuestos, se entienden sin embargo en las políticas sobre la disponibilidad y el tratamiento en el agua», reclama Elvira Carles, directora de la Fundación Empresa y Clima, que ha mediado en primera línea en las negociaciones entre empresas y poderes públicos de todo el mundo sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Acto seguido puso un ejemplo meridiano: «Aquí tenemos a Noruega, por ejemplo, con una visión largoplacista y, por tanto, acertada, que choca con las políticas cortoplacistas de otros países».

«Los ríos son un espejo de la sociedad, que hoy es desigual y cortoplacista»

Según Carles, la coordinación política es más que urgente. Lo demuestra con cifras: «El aumento de la temperatura agudizará la escasez y la calidad del agua. Habrá un aumento de la precipitación en las latitudes altas y en parte de los trópicos, pero una disminución en el resto del mundo. El cambio climático afectará a la accesibilidad y la generación de los alimentos. Según la OCDE, en 2050, casi 4.000 millones de personas vivirán en zonas con estrés hídrico. A los agricultores les será más difícil prever el tiempo y, por tanto, planificar las cosechas. Y estas repercusiones variarán cada vez más de un lugar a otro. Beneficiarán a la agricultura en un 10% del mundo, en el resto la perjudicará. Habrá una gran inseguridad alimentaria».

Esto nos lleva, una vez más, a la desigualdad, otro de los retos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: «El hielo del Himalaya disminuirá más de un 30% en 2030. En 2080 el 75% de la población africana tendrá hambre por falta de agua. En el África subsahariana, a partir de 2080 no se podrá cultivar». Carles pintó un panorama muy oscuro en el transcurso del debate, pero también dio las llaves para clarificarlo. Una vez más, basadas en acuerdos y políticas coordinadas: «Promover medidas técnicas y de gestión para aumentar la flexibilidad de técnicas de secano e irrigación. Difundir buenas prácticas. Promover políticas nacionales. Mi experiencia de estos ocho años en primera línea de negociación es que el binomio cambio climático y agua es el principal reto. Enfrentémoslo».

Un reto transversal, una respuesta transversal

«Nuestra misión es encontrar cómplices para un cambio», dijo durante el debate Cristina Monge, directora de Conversaciones de Ecodes, asociación de profesionales por un desarrollo sostenible. «Y para eso hay que sentarse a conversar. Hablemos de la eficiencia en el agua. El agua es un espejo de la sociedad y, ¿qué vemos hoy? Una sociedad desigual y cortoplacista. La escasez del agua es un fenómeno global y como tal hay que abordarlo». Según Monge «tiene que haber un cambio de mentalidad. Las cuestiones ambientales son transversales. El cambio climático en sí mismo no es nada. Es un síntoma, una fiebre. Hay que trabajar con alianzas para lograr resultados. Porque no lo olvidemos: el cambio climático hace más pobres a los pobres. El  Derecho humano al agua es previo a todo lo demás. Sin ese derecho, ¿pueden existir otros?», se preguntaba, y se respondía con una situación irrefutable: «Desde 1992, en Europa, la directiva marco dice que el primer usuario del agua es el río. Pero seguimos poniendo en peligro acuíferos, deltas, entornos naturales… Porque seguimos viendo el agua como un recurso, no un bien fundamental. Ese es el error. Nuestra falta de miras». Monge terminó su intervención entreabriendo una puerta: «Vivimos en la sociedad del conocimiento. Nunca como ahora hemos tenido los medios para encontrar soluciones. Hagámoslo, pero no solo desde la tecnología. También desde nuestra manera de relacionarnos con el planeta. Y siempre de manera transversal, viendo el problema como un todo».

Actualmente, el 67% de los países del mundo no tienen recursos financieros para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Belén García Amor, directora general de Ongawa, ONG enfocada en poner la tecnología al servicio del desarrollo humano, partió de este dato para seguir la línea de debate marcada por Ecodes. «Cada vez se habla más del derecho al agua como un Derecho Humano. Y eso implica el principio de igualdad y no discriminación. La asequibilidad es imprescindible para la sostenibilidad. No basta con llevar el punto de agua a una población desfavorecida. Las personas deben poder mantener la gestión y el mantenimiento del propio sistema. Eso lo vemos también aquí, en España. Hay familias que, por la crisis, se han empobrecido y de pronto no pueden pagar la factura. La solución no es cortarles el suministro, sino darles las vías para mantenerlo, porque es algo básico».

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I+D+i: la eterna asignatura pendiente en España

Leticia Fernández es investigadora de la Royal Military Academy de Bruselas, ingeniera química y doctora en Ciencia de los Materiales por la Universidad de Oviedo. Sus investigaciones en el campo de los materiales de carbono tuvieron como fruto el desarrollo de sistemas de depuración de aguas, de bajo coste y medioambientalmente sostenibles, basados en el uso de radiación solar. Una solución tajante contra agentes tóxicos hoy por hoy infalibles como los fármacos, los cosméticos o los pesticidas. Ríos limpios, en definitiva. Tuvo que irse a Bélgica para desarrollar su proyecto, porque en España no encontró apoyo financiero. Ni público, ni privado. «Hace 20 años la Unesco estableció que la ciencia debía convertirse en un valor compartido y solidario con todos los pueblos. Hay que acercar al científico a la persona de a pie. Y hay que acercar a la industria a los centros de investigación para que haya resultados tangibles», reclamó la científica durante su ponencia.

Un caso similar es el de Abel Martínez, fundador de TubEnergy. Él no tuvo que emigrar de España, pero durante el debate relató el proceloso camino para lograr llevar su proyecto adelante. Una turbina no más grande que una caja de zapatos que genera electricidad limpia a partir del agua. La solución definitiva para tantas comunidades agrícolas apartadas, un invento tan prodigioso que no se explica cómo no ha tenido el apoyo directo de instituciones públicas. O tal vez sí. «Las grandes hidroeléctricas están en manos de unos pocos. Muchos agricultores en zonas remotas tenían que afrontar un gasto enorme para acceder a energía. Tras 10 años de investigación dimos con unas turbinas que permiten dejar pasar el agua para que llegue a su destino y logre, al mismo tiempo, generar electricidad de forma eficiente. Ya hay agricultores que llevan años sin necesidad de conectarse a una red. Imaginad las ventajas para el tercer mundo. Y las fabricamos con una impresora 3D a partir de botellas de plástico usadas». Martínez remató su intervención con un escenario preocupante: «La estructura financiera española no está preparada para la cantidad de proyectos de emprendimiento y startups. Es normal que la mayoría de nuestro talento se vaya fuera».

«El cambio climático perjudicará en unos años al 90% de la agricultura»

Ricardo Sagarminaga, fundador de Alnitak, opinó que «la colaboración antes que la confrontación es un buen arma para lograr apoyos». Ha ejecutado con éxito un modelo de conservación marina con la participación directa de todos los actores que influyen (directa o indirectamente) en la gestión de los recursos marinos, especialmente las comunidades pesqueras, entre las que ha obtenido una sorprendente aceptación y, sobre todo, implicación. Un elemento central de su estrategia consiste en asegurar la aplicación de métodos científicos en el día a día de los pescadores en primera línea, así́ como en el proceso de toma de decisiones de políticos y grupos del sector marino. «He logrado incluso apoyo de sectores inesperados, por ejemplo, Defensa, cuando he planteado la problemática del uso de sónares con el perjuicio que suponen para las ballenas. Supongo que la clave está en dejar bien claro cuáles son los beneficios para la comunidad afectada, aquí y en cualquier otra parte del mundo donde actuamos». Respecto a la financiación, coincidió con sus dos colegas: «Esa es la batalla de siempre. Nunca es fácil».

Las destrezas del agua

Si en algo han coincidido todos los ponentes es en que el agua no solo es un líquido compuesto de H2O, es el fundamento de la vida y, hoy por hoy, desgraciadamente, un problema que tenemos que resolver cuanto antes. Nadie mejor que un naturalista, agricultor, escritor, columnista y divulgador científico como Joaquín Araújo para dar fe de su importancia: «Avanzamos, y no nos puede dominar el pesimismo. Pero empecemos con una mala noticia, o una metáfora sobre las destrezas del agua: sigue imperando una extraordinaria carencia, sobre todo intelectual, a la hora de abordar la gestión de algo tan básico. El agua no es un recurso: es la vida de la vida. Es nuestro pensamiento. El verbo de todas las oraciones».

«¿Las destrezas del agua? –se pregunta el naturalista− Todas. El ser humano se muere entre la parcialidad, el raquitismo y la arrogancia. Nos lleva a equivocaciones flagrantes. Por eso se nos escapa que el agua se ahoga. Se ahoga en plásticos. En sed. El agua tiene sed. El aire respira, el agua bebe y la tierra come. Hay que situarla en el eje de nuestras consideraciones. No es lo mismo gestionar el agua como un recurso que como algo vital. Algo que nos constituye. El agua funda. Cualquier fundamento intelectual del ser humano se lo debemos al agua. El agua es sabia. Y constitutiva de nuestro sistema nervioso en más de un 90%. El agua participa en toda nuestra vida. No hay ni una sola reacción bioquímica en la que el agua no esté presente. El agua vivifica. El agua logra que todo crezca. Crecimiento, ese concepto principal en cualquier sociedad. Y sin embargo es un fantasma en las contabilidades económicas. Un grano de maíz con agua se convierte en mil granos en unos meses. Eso es crecimiento, no las especulaciones financieras. Y es el principio de la totalidad de la salud a través de la higiene». Araújo finalizó su exposición con un verso tan acertado como epitomador de Octavio Paz: «El agua nace, y canta en paraísos».

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