Internacional

El Islam reclama su normalidad

Con el atentado de Charlie Hebdo aún en la retina, aumenta en Occidente la percepción de fractura con el mundo islámico. Los musulmanes quieren acabar con los tópicos que los emparentan con el radicalismo.

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01
febrero
2015

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Con el atentado de Charlie Hebdo aún en la retina, aumenta en Occidente la percepción de fractura con el mundo islámico. Los musulmanes europeos quieren acabar con los tópicos que los emparentan con el radicalismo.

El ensayista italiano Carlo Cocciolo, doctor en Ciencias Orientales y experto en el mundo musulmán, publicó a finales de la década de los 80 un trabajo sobre la fatwa de condena a muerte que dictó el ayatolá Jomeini contra el escritor Salman Rushdie. El entonces líder político-espiritual de Irán consideraba que su novela Los versos satánicos blasfemaba sin recato contra el Islam en general y el profeta Mahoma en particular. Lo chocante fue que el ensayista adoptaba una postura que divergía mucho de la tónica general pensante, especialmente en Occidente, que propugnaba en masa y a toda costa la libertad de expresión y por supuesto defendía al escritor británico nacido en la India, que aún hoy vive en paradero desconocido y amenazado de muerte a cada minuto que pasa.

Básicamente, el ensayo de Cocciolo, que se publicó con el título escueto título La sentencia del ayatolá, dejaba entrever que el autor no defendía a título personal la muerte de Rushdie a manos de musulmanes, pero que de alguna manera entendía las consecuencias de atentar de una manera tan “frívola” contra el Islam. En definitiva, la carga de la culpa la situaba en el escritor, no en sus potenciales ejecutores.

Al reciente asesinato a sangre fría en la redacción de la revista satírica parisina Charlie Hebdo no le precedió la fatwa de un líder político, pero sí multitud de amenazas durante los años precedentes con motivo de sus caricaturas de Mahoma. El mundo islámico, en una abrumadora mayoría, condena atentados como ese. Y aun sintiéndose ofendidos en sus símbolos y en su fe, los musulmanes distan mucho de comprender las acciones del islamismo radical. Coccioli erró el tiro en su ensayo, por tanto.

“El mundo islámico lo componemos ya cerca de 1.700 millones de personas; ¿cuántos integran los ‘ejércitos’ de grupos radicales como ISIS? ¿10.000? ¿20.000? Es una proporción ínfima con la que una abrumadora mayoría de musulmanes no estamos en absoluto de acuerdo”, aclara el madrileño Abdurrahman Adlbi, de padres sirios y estudiante de Medicina en la Universidad Complutense. Pertenece a la Asociación de Jóvenes Musulmanes de Madrid. “Somos musulmanes moderados, como la gran mayoría, y atentados como el de Charlie Hebdo nos hacen un flaco favor, especialmente a los que hemos nacido en occidente; el otro día escuché a un columnista decir que los musulmanes de nacionalidad europea somos una especie de caballo de Troya para el islamismo radical. Eso es una barbaridad”. Según afirma Adlbi, el terrorismo islamista o, mas concretamente, yihadista, les ataca a ellos por dos frentes: “El de las víctimas, porque para mí una víctima, sea o no musulmana, tiene el mismo terrible significado, y el de la culpabilidad: día tras día tengo que defender que soy igual que cualquier español, con las mismas inquietudes y anhelos, independientemente de mi religión”.

Para Abdelaziz Hammaoui, presidente del Centro Cultural Islámico de Valencia, “el extremismo es un refugio para jóvenes que viven en un estado de frustración, incertidumbre, injusticia social y desigualdad de oportunidades. A eso, habrá que sumarle la situación política de muchos países de mayoría musulmana”. Este ingeniero en Telecomunicaciones marroquí vive en España desde hace 14 años, es además diplomado en Teología Islámica y estudiante de Sociología y Ciencias Políticas. “El factor religioso en la aparición del extremismo es el menos atractivo para esos jóvenes radicales, y la prueba de ello es que la mayoría de ellos pasan de no practicar la religión al extremismo sin tener un conocimiento de las ciencias del Islam”, añade.

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Posiblemente, el descrédito injusto al que muchas veces se somete al Islam es fruto del barullo definitorio que supone para una parte importante de occidente. “A muchos les pilla de lejos, cada día me encuentro con gente que confunde árabe con islámico, que lo mete todo en el mismo saco junto al islamismo radical”, dice Adlbi.

Encarna Gutiérrez, psicóloga y secretaria general de la Fundación de Cultura Islámica (FUNCI) desde hace 20 años, cree que es necesario discernir conceptos. “El mundo árabe es sencillamente esos países en los que se habla árabe, que son 20; pero fuera de ahí hay muchos más donde se profesa la religión musulmana, como Indonesia, Filipinas, el propio Irán que es persa o en zonas de Europa del Este, por ejemplo. Si hablo de musulmanes son personas que profesan el Islam, pero si hablo del mundo islámico es un concepto más extenso, en el que puedes encontrar otras minorías, como de cristianos o de judíos, en muchos casos minorías muy importantes, pero son igualmente civilizaciones en la órbita de lo islámico. Puede haber un arte islámico, por ejemplo. Son sociedades con raíces en esa cultura. Finalmente, islamistas son quienes adoptan la doctrina política del Islam, la concepción de las creencias del Islam para un desarrollo del Estado. Pero eso no tiene por qué ser peyorativo”.

Según Gutiérrez, “el problema surge cuando grupos radicales se fundamentan en la religión para solventar problemas de índole político. El Islam dice que lo defenderás, pero sin justificar la violencia. Pero los extremistas se justifican en que no pueden entrar en ese diálogo, tienen una interpretación torticera, fuerzan las escrituras del Corán y hacen una lectura fanática de ellas”.

Según aclara Hammaoui, “El Corán enseña y protege los valores universales: la justicia, la igualdad, la paz, la generosidad y el respeto. La primera palabra revelada del Corán fue “lee” y con eso hace una invitación a toda la humanidad a leer, investigar y hacer uso de la razón para llegar a Dios y vivir en un estado de paz y equilibrio con el resto de las criaturas”. El presidente del Centro Cultural Islámico de Valencia, sin embargo, se lamenta de que “un error común entre los extremistas musulmanes y algunos medios de comunicación sea que ambos hacen una interpretación literal de algunos versos del Corán sin volver a un experto en la materia y suelen sacar conclusiones erróneas y a veces incluso peligrosas”. Para Hammaoui “algunos fragmentos del Corán pueden interpretarse de modos diferentes, pero esa labor la tienen que hacer los expertos en esa ciencia y no cualquier persona. El estudio del Corán y su interpretación es un trabajo académico que requiere muchos años de especialización y no es tan fácil como leer unos versos y sacar conclusiones inmediatas”.

Este es, probablemente, uno de los principales motivos que llevan a sacar en Occidente valoraciones precipitadas y en gran medida peyorativas acerca del mundo islámico, y que relacionan la religión musulmana con lo atávico y lo ultraconservador. El joven Adlbi aporta otra razón: “Por desgracia, el mundo musulmán se compone hoy en su mayoría de países pobres, colonizados y bajo dictaduras, son países más atrasados y por tanto con menos recursos para mejorar su imagen, para dar otro mensaje más positivo y acorde con la realidad”.

Este estudiante de medicina añade: “Los musulmanes de aquí, de España, no compartimos en general costumbres conservadoras como que, por ejemplo, la mujer deba ir cubierta. Aunque son costumbres ancestrales en países menos desarrollados que aceptamos siempre que sea por voluntad propia. Pero sí criticamos mucho, por ejemplo, que en países como Arabia Saudí se prohíba conducir a las mujeres. Lo vemos como una medida del Estado para controlar a la mitad de la población. Es una forma maligna de interpretar el Corán para ciertos usos políticos. A Occidente no debe escapársele que los musulmanes somos también víctimas del islamismo radical. Mis padres escaparon de la dictadura de Siria, porque mi madre es escritora. Los musulmanes son perseguidos en todos sus países. Más del 90% de las víctimas de los radicales del Estado Isámico. Y si no llega a ser por los fundamentalistas, la revolución siria posiblemente hubiera terminado hace dos años”. Y concluye con un razonamiento que da que pensar: “Si en Occidente tuvieran claras cosas como estas, nos verían de otra manera”.

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