Cambio Climático

‘Fracking’: ¿solución o desastre medioambiental?

Menor dependencia energética, menos emisiones de CO2 y generación de empleo. Es el mantra que repiten una y otra vez desde el Gobierno para defender la implantación de esta técnica.

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19
diciembre
2014

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Menor dependencia energética, menos emisiones de CO2 y generación de empleo. Es el mantra que repiten una y otra vez desde el Gobierno para defender la implantación de la técnica de fracturación hidráulica para la extracción de gas no convencional, conocida comúnmente como ‘fracking’. El último empujón del Consejo de Ministros en este sentido fue la remisión al Parlamento de la modificación de la ley de Hidrocarburos, que incluye incentivos económicos a aquellas poblaciones que alojen yacimientos terrestres.

Varias comunidades autónomas se habían negado hasta ahora a este tipo de prospecciones en su territorio por considerarlas especialmente agresivas con el entorno, y algunas como Andalucía incluso las prohibieron por ley. El Tribunal Supremo y el Constitucional han devuelto al Estado esta competencia que ahora, en términos generales, depende de lo que se vote en el Parlamento, con un partido que actualmente gobierna con mayoría absoluta.

“Solo si la práctica produce en un bien sustantivo como un parque natural, por ejemplo, la legislación local tiene algo que decir”, aclara Manuel Peinado, catedrático de Universidad adscrito al Departamento de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá. Participó hace dos semanas junto a otros ponentes en el debate que organizó el Congreso Nacional del Medio Ambiente (Conama) sobre las polémicas prospecciones. Un debate, por cierto, que subió el tono en su recta final.

¿Qué es el ‘fracking’ que tiene tan apasionados detractores como defensores y no logra conciliar posturas intermedias? Como su nombre indica, es un sistema para extraer gas no convencional mediante la fracturación de la roca madre. Se perfora hasta 5.000 metros de profundidad y unos cuantos kilómetros en horizontal, y en las fisuras se inyecta agua con arena y una serie de aditivos químicos a alta presión. Esto provoca que la roca se fracture y libere el gas que asciende a través de un pozo.

“Mucha gente focaliza el problema en que parte de la mezcla inyectada vuelve a salir a la superficie con esas sustancias químicas que pueden ser dañinas con el entorno”, opina Peinado, “pero eso no es lo peor: también se extraen las sustancias que estaban en el subsuelo, un fluido muy sucio que puede contener radón, por ejemplo, que es cancerígeno”. El proceso de fracturación es sin duda agresivo con el medio natural pero quienes lo apoyan, como es el caso del Gobierno y algunas empresas de hidrocarburos en nuestro país, se ciñen a los beneficios de la utilización de ese gas una vez que es extraído. “Los argumentos que han dado los representantes del ministerio en el Conama son de libro”, comenta Francisco Ramos Muñiz, del área de Energía de Ecologistas en Acción: “Independencia energética, lucha contra el cambio climático y generación de empleo. Ellos entienden que el gas sustituiría al carbón en la generación eléctrica, pero no hablan de las fugas de metano por esta expansión de pozos, que serían peor que las emisiones de CO2”.

La dependencia energética de España es uno de los problemas que nuestros gobernantes nos plantean como acuciantes para defender la práctica de ‘fracking’. En 2013 se consumieron, en nuestro país, 34.000 millones de metros cúbicos de gas, de los que solo produjimos 48 millones. El caso del petróleo es aún más significativo: el año pasado requerimos un millón y medio de barriles diarios; en España se produjeron 52. “Somos dependientes, pero eso no lo va a solucionar el ‘fracking’”, contradice Peinado, “¿por qué? Sencillamente, porque es una quimera decir que hay gas bajo nuestro suelo”, y argumenta: “Aquí no hay cuencas como las americanas, esto es una excusa para que grandes multinacionales de aquí y de fuera se enriquezcan en las tareas de investigación”. En España se conceden tres permisos: exploración, investigación y explotación. El primero es para un mero reconocimiento del terreno; el segundo sí que conlleva pequeñas perforaciones (prospecciones) y, solo si se confirma la existencia de gas, se puede obtener el tercero. Según opina Peinado, “nunca se llegará a hacer ‘fracking’ en nuestro país porque no hay reservas de gas que lo justifiquen, solo se busca obtener rentabilidad de la fase de prospección, que requiere transferencia de tecnología, por ejemplo”.

El director general de Shale Gas España, David Alameda Carrillo, también estuvo en el debate del Conama. Esta plataforma reúne a la industria, expertos independientes y académicos “para compartir y comunicar la ciencia y tecnología existentes detrás de la exploración y explotación del ‘shale gas’ (gas de esquisto o no convencional). La industria son los miembros de ACIEP, que incluye a las principales compañías de hidrocarburos de nuestro país. “El debate sobre el ‘shale gas’ es importante para el futuro energético de España, el potencial que supondría para nuestro país desarrollar, de manera responsable y segura,  los recursos de gas no convencional”.

Tal vez ahí esté el quid de la cuestión. Según el ponente de Ecologistas en Acción, “sí que podría ser posible realizar una extracción segura si se aplican los controles adecuados, pero siempre habría un mínimo factor riesgo; en España, para que una tecnología tan cara saliera rentable, harían falta muchísimos pozos para extraer el gas suficiente y eso, estadísticamente,  aumenta mucho el riesgo de que haya fugas de residuos no deseadas”. El representante del ministerio de Medio Ambiente argumentó en Conama que las sustancias químicas que se introducen en el subsuelo – antioxidantes, biocidas, bactericidas…- son solo un 2% respecto al gua y arena, y que “se pueden encontrar bajo el fregadero de cualquier cocina española”. Efectivamente,  las llevan productos domésticos como un limpiacristales o un matamosquitos, “pero no nos los bebemos, precisamente”, añade Peinado.

“En el Conama quedó patente el impacto que hace el ‘fracking’ sobre el paisaje, por las imágenes que nos mostraron de Estados Unidos”, recuerda Sandra Edresa, asistente al debate y miembro de la ONG Amigos de la Tierra. “Entre los ponentes que lo apoyaban no encontré ni una sola argumentación sólida, solo datos generales y vaguedades”, reclama.

El caso estadounidense genera debate: unos lo consideran un éxito y otros, un auténtico desastre medioambiental. Lo cierto es que la extracción de gas mediante fracturación está permitiendo en ese país sustituirlo en muchos casos por el uso de combustibles fósiles, a todas luces más contaminantes. Según informan desde la plataforma Shale Gas España, “los científicos del IPCC (Expertos sobre el Cambio Climático del la ONU) confirman que el desarrollo del gas no convencional en los Estados Unidos ha contribuido a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, y esto incluye específicamente la técnica de la fracturación hidráulica como una de las que pueden mitigar las emisiones asociadas con la extracción, transporte y conversión de combustibles fósiles”. Sin embargo, desde Naciones Unidas han desmentido que pusieran el foco exclusivamente sobre el ‘fracking’, sino que lo incluían entre otras muchas medidas, como el desarrollo de renovables tales como la energía eólica y solar. “No cabe duda de que muchos están interesados en colocar en ‘fracking’ en la agenda”, declaró el autor del informe del IPCC a la web Responding to Climate Change, y añadió: “Nunca hemos defendido un uso masivo de este sistema de extracción”. Precisamente, los detractores del ‘fracking’ lo ven como un tapón a la entrada de las energías renovables. “Se emplean recursos y dinero en las prospecciones de gas que deberían destinarse a desarrollar más energías como la solar o la eólica, verdadera vía para ser, el futuro, sostenibles y autosuficientes”, sentencia Muñiz de Ecologistas en Acción.

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