Educación

La educación en el centro de gravedad

La crisis ha fortalecido las voces que exigen un sistema educativo que realmente impulse la innovación y la competitividad.

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22
enero
2013

La crisis ha fortalecido las voces que exigen un sistema educativo que realmente impulse la innovación y la competitividad. Una formación que sirva a las nuevas generaciones para controlar las herramientas que les permitirán hacer frente a los desafíos de un mundo cada vez más globalizado y complejo.

Hay quien defiende un Pacto de Estado sobre Educación entre las principales fuerzas políticas, un tipo de alianzas a las que nuestros representantes nos tienen muy poco acostumbrados. También existen voces que censuran la politización del sistema educativo por parte de los dos grandes partidos. «La educación en España está ideologizada. Además, ha habido una pereza, una inercia y una realidad muy triste: en España la educación no le interesa ni preocupa a nadie. Cuando se hacen las encuestas del CIS sobre qué preocupa a los españoles, la educación nunca aparece», afirma el filósofo José Antonio Marina.

Otro pensador de prestigio, Fernando Savater, coincide en subrayar las consecuencias negativas del duo partidista que tradicionalmente se le ha dado a la educación. «Los políticos nunca se preocupan de esto porque el tiempo de la educación es el largo plazo. Si mañana se empezara a educar bien a la gente de este país, los efectos se verían dentro de veinte años, no pasado mañana. Y no hay político que piense las cosas a veinte años vista. Por eso hay que resguardar la educación de la querella política»

Formación continua

«Para educar a un niño, hace falta la tribu entera». Podríamos completar este aforismo diciendo que la educación es, además, un proceso continuo, con muchas dimensiones y etapas, que realmente nunca acaba. Si ponemos el foco en la formación de los trabajadores -es decir, las personas que ya han cursado estudios medios o superiores y tienen un empleo- hay una conclusión en la que coinciden los informes realizados por universidades de prestigio como Harvard o Yale: existe una relación directa entre las horas de formación que una empresa dedica a sus trabajadores y su competitividad. No en vano, la última y polémica reforma laboral llevada a cabo por el Gobierno español, fruto de las exigencias de Bruselas para flexibilizar el mercado del trabajo, se mantiene firme en este aspecto y obliga a las compañías a impartir un mínimo de 20 horas anuales a la formación de sus empleados. Es decir una empresa con 100 empleados tendrá que decicar 2.000 horas al año, algo que algunos ven con muy buenos ojos, aunque el ciclo économico sea adverso. «Apostar por la formación en momentos difíciles es invertir y crecer. Una empresa con los empleados mejor formados y comprometidos es una empresa más productiva y rentable, que obtiene mejores resultados y que  contribuye en mayor medida a consolidar su proyecto empresarial, incluso en épocas difíciles», explica a Ethic Antonio Núñez, vicepresidente tercero de Mapfre y el director general Corporativo de Recursos y Medios. Desde 2007 Mapfre, que está presente en 45 países, ha incrementado la inversión en formación un 25%

«No es posible que una empresa avance si no lo hacen al mismo tiempo sus empleados. Una plantilla con buena formación es sinónimo de calidad en el trabajo y de éxito empresarial», añade Núñez.

La gestión de la educación en una empresa de cerca de 35.000 empleados no es sencilla. Núñéz nos explica que estructuran el modelo en torno a cuatro grandes ejes, según «el colectivo al que se dirige y la naturaleza de los contenidos formativos»: formación para la dirección, con contenidos comunes en management, comunicación, finanzas e idiomas;  formación técnico-comercial , concentrada en productos y conocimientos técnicos de los servicios ; y formación transversal, que es común a todos los empleados y donde incluyen cultura, habilidades e idiomas. Además, tienen cursos especiales para los empleados que más rinden.

Al igual que podemos establecer una relación directa entre el nivel educativo de un país y su educación, podemos trazar esa conexión entre la cualificación de los empleados de una empresa y sus ratios económicos. «En el terreno de la educación, no sólo las administraciones públicas son responsables. No podemos delegar en ellas todo el peso. Las empresas, como motores de creación de valor compartido y puntos de concentración de talento, tienen también que ser laboratorios que generen conocimiento, eminentemente práctico, a sus empleados, es decir, a los ciudadanos», apunta el sociólogo Isidre Salvá. Como ya habíamos dejado escrito en este análisis: «Para educar a un niño, hace falta la tribu entera».

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