Opinión
Televisores, economía y Shakespeare
Hay que crear una cultura de consumo razonado, democratizando el emprendimiento, evitando la explotación comercial que colapsa los ecosistemas o estableciendo la transparencia como norma.
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COLABORA2012
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El mundo que conocíamos parece desaparecer. Las tiendas que frecuentábamos están cerrando, tus amigos te anuncian que se encuentran en búsqueda activa de empleo, tus hermanos pequeños son unos críos y parece que ya han perdido, regalas una mesa por internet y te la piden veinte personas, regresas a casa por la noche y ves cada día a alguien distinto hurgando en la basura, los pomos de tu portal los roban, enfrente viven tres familias en una casa….
Yo, que empiezo a pensar que me crié en un lugar mejor, tengo una sensación de no retorno. Y no me siento ninguna visionaria al afirmar que estamos en el irrevocable fin de algo. Pero como todos finales anuncia el principio de cambios que podemos protagonizar.
Hoy en día es fácil concluir que lo mejor será arrendar una parcela en el pueblo de la abuela y quemar la tele de forma simbólica porque al cabo a la prima de riesgo no hay quien la detenga, no tengo una cuenta en Suiza y no me siento capaz de hablar chino. Sin embargo, aunque un incendio multitudinario de televisores es una imagen sugestiva, el nihilismo y la rebelión solitaria no son el camino.
Así pues, propongo desacralizar usos y herramientas allí de donde vienen los trucos y misterios que ahora desgastan nuestras vidas y, lo que es peor, la de los que vienen detrás. Ese lugar es la economía. A saber, esa ciencia inventada por el hombre que algunos consideran regida por sus propias leyes y razones, que de tanto respeto que le debemos está a punto de asesinarnos sin saber por qué.
Revisemos y cuestionemos la economía porque la “administración eficaz y razonable de los bienes”, según la define la RAE, es un invento de los hombres y ahora que se ha vuelto contra nosotros y el planeta que nos acoge la tendremos que reinventar. Esta vez entre hombres y mujeres.
Sin abandonar la raíz del capitalismo, aún queda mucho por añadir y cambiar a las estructuras, reglas y actores que gobiernan la economía de mercado para orientarla hacia el bien común.
Por ejemplo, creando una cultura de consumo no sólo responsable sino razonado, democratizando el emprendimiento, evitando la explotación comercial que colapsa los ecosistemas o estableciendo la transparencia como norma. Si, como vemos cada día, la economía parece regir nuestros destinos, avancemos en su colonización para hacer de ella una herramienta al servicio de todos.
La tarea es enorme pero ya ha comenzado. El pasado 15 de septiembre el TEDxMadrid nos presentó a un conjunto de proyectos y personas que están trabajando en la revisión de los modos de creación, producción y consumo desde al arte, la empresa o la iniciativa social. Os animo a conocer los proyectos de Inteligencias Colectivas, Goteo, Basurama, Open Source Ecology, Guifi.net, ColaBoraBora y Transition Culture.
Ellos representan la vanguardia del proceso pero su existencia señala hasta dónde está llegando un debate en el que debe participar el conjunto de la sociedad. Y aún más importante que el debate la acción. La participación es la meta. Huyamos del sillón. Citando a Shakespeare: los cobardes mueren varias veces, los valientes sólo una vez.
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