¿Crees en la nueva filantropía?
La actuación de un grupo de multimillonarios nunca despertará la simpatía social de movimientos como el 15-O, pero lo cierto es que sus fundaciones influyen en las agendas de los distintos gobiernos del mundo.
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El amor por el género humano, es decir, la filantropía, está evolucionando. La tecnología, la globalización, las distintas catástrofes naturales o las diversas crisis del siglo XXI han dado lugar a lo que los expertos llaman el “filantrocapitalismo” o filantropía 3.0.
Las reglas que regían las clásicas obras benéficas que desarrollaban ONG han dado un giro con la entrada en escena de grandes corporaciones y personajes como Bill Gates, Warren Buffett, Bill Clinton o George Soros. Gracias a su poder e influencia levantan fundaciones que gestionan con su propio capital y ponen sus fortunas personales a disposición de la filantropía.
Así, el sector privado no sólo ha provocado una nueva ola de altruismo, si no que se ha convertido en su motor. Y ha decidido aplicar las técnicas empresariales en la planificación y ejecución de las actividades no lucrativas, con el objetivo de maximizar los resultados. De esta manera, tales figuras han pasado a tomar la iniciativa y abanderar las causas que de verdad suponen un freno en el desarrollo de los países más desfavorecidos, encarando los problemas que los gobiernos no quieren o no pueden afrontar.
Dos de los ejemplos más significativos de esta nueva ola son la Fundación Melinda y Bill Gates y la Iniciativa Global Clinton. Su poder e influencia son tan grandes que, además de conseguir movilizar el dinero y los medios de los personajes más ricos y destacados de la escena internacional, también influyen en las agendas de los distintos gobiernos del mundo.
La Fundación Gates es la organización filantrópica más grande y potente que existe. Desde su punto de vista, lo que de verdad puede acabar con la pobreza en el mundo es el crecimiento económico y la estabilidad política de esos países en vías de desarrollo. Su objetivo final es proporcionar a estas localidades la infraestructura necesaria para poder salir adelante por ellos mismos y luchar contra enfermedades como el sida o la malaria, proporcionando los medios que los gobiernos o el sector privado no facilitan.
Esta es otra gran diferencia en la nueva ola filantrópica. Se trata de entender las necesidades y capacidades de las comunidades afectadas y trabajar con ellas para que puedan desarrollarse sin necesidad de terceros países. Pero para esto se necesita un presupuesto considerable, por lo que el dinero, la tecnología y la infraestructura de las figuras y corporaciones internacionales más potentes son fundamentales.
En esta línea se mueve la nueva filantropía: cambiar la manera en la que los países desarrollados y en vías de desarrollo interactúan e involucrar a los más poderosos.
Efecto catalítico
Bill Gates se refirió una vez al “efecto catalítico” que fundaciones como la suya pueden llegar a provocar con esta especie de trabajo en cadena. Es decir, «no sólo actuar uno mismo, sino hacer que otras personas se involucren y hagas en ese mismo proyecto«. Y estas “otras personas” provienen de todos los ámbitos.
“Hemos aprendido que si gobiernos, sector privado y ONG trabajan juntas las cosas pueden hacerse más rápido, más barato y mejor”, explicaba Bill Clinton en unas declaraciones recogidas por el periódico canadiense The Globe and
Mail.
El caso del ex presidente de los Estados Unidos es otro buen ejemplo. Su reunión anual congrega a un buen número de conocidos y no tan famosos, todos con potentes fortunas, dispuestas a invertir buena parte en estas causas y a formar ellas mismas sus propias organizaciones para trabajar todos juntos en pos de un mundo mejor. Así, poco a poco se va tejiendo la influyente red de la filantropía 3.0.
Pero en este punto surgen las discrepancias. Por un lado, muchos opinan que se trata de un pequeño grupo de millonarios que, por algún motivo (culpabilidad, reputación, vanidad, altruismo), deciden ayudar a miles de millones de personas desfavorecidas. Y para este grupo, «más que donaciones se trata de inversiones con las que obtendrán un notable beneficio económico de una u otra forma». Por otro lado, otros afirman que da igual qué motiva a estas personas a emprender dichas acciones, porque al final se trata de grupos influyentes que utilizan su poder para intentar solucionar los problemas que los gobiernos no resuelven.
Una cosa está clara, la filantropía tal y como estábamos acostumbrados a verla, aquella de las clásicas actividades benéficas desarrolladas por ONG, donde la actividad empresarial estaba separada de las donaciones altruistas, está desapareciendo con el devenir de la Historia. La nueva ola impulsada por figuras como los Gates o Clinton ha borrado esa división para tejer una red en la todos (y todo) interactúen. De momento es pronto para ver los resultados, pero el debate está servido.
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