La mentira del relato
Las palabras traducen el pensamiento y dan forma al mundo. Esta trascendencia se pierde en su consumo diario. Son tan accesibles, tan gratuitas que apenas nos paramos a analizarlas en perspectiva.
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Las palabras traducen el pensamiento y dan forma al mundo. Esta trascendencia se pierde en su consumo diario. Son tan accesibles, tan gratuitas que apenas nos paramos a analizarlas en perspectiva. La sociedad de mercado valora lo que monetiza. Y la palabra es gratis. Así que más que pensadores de palabras somos lanzadores de palabras operando en un mundo donde la tecnología premia lo inmediato y banaliza la pausa.
Pero la palabra da forma al mundo. Por eso, a pesar de su baja cotización, persiste en el continuo espacio tiempo. Eso le atribuye un poder estratégico. Su vigencia la hace peligrosa. Especialmente en esas etapas en las que a nuestra especie le da por rendirse a los cantos de sirena del totalitarismo. La palabra se contrapone a la emoción porque antepone la razón a la acción y la acción es nihilista. Todo lo que la palabra construye a costa de esfuerzo, de convicción, de diálogo, la acción totalitaria lo tumba a golpe de relato.
La palabra construye historia, el relato es más de historietas. Pocas palabras, mucha repetición y más emoción. Todo para legitimar el constructo de una realidad mentirosa, la que somete lo empírico a la pasión. La que convierte la existencia en una mera pulsión de testosterona.
La palabra se contrapone a la emoción porque antepone la razón a la acción y la acción es nihilista
Son tiempos de acoso a la palabra. A las que se dicen y a las que se callan. El relato de la mentira necesita suprimir palabras para consolidar esa ficción de realidad. El relato de la mentira censura la palabra genocidio en Gaza, mientras la saca a pasear para referirse a los afrikáners perseguidos por el gobierno de Sudáfrica. La confusión es tan profunda y la presión es tan grande que el día a día naturaliza el silencio prudente, la opacidad del pensamiento, el exilio de la palabra.
El genocidio de Gaza es criticado por ideológico: es un invento de la izquierda. Es descalificado por antisemita: el holocausto se emplea como justificante para matar civiles indiscriminadamente. Es legitimado como respuesta al terrorismo de Hamás: todos los palestinos son terroristas. Y finalmente, se normaliza por el peso de la balanza comercial: estar con los ganadores es estar en el lado correcto de la historia.
Así es como hemos desmontado la aplicación de genocidio tanto como significado como significante en lo que atañe a la guerra emprendida por el Estado de Israel contra la población civil palestina. La palabra cuenta. La palabra pesa. Tanto por lo que dice como por lo que calla. Se matan personas. Se matan palabras. Y el relato de la mentira parece consolidarse como verdad revelada.
Sucede que el relato por tramposo también tiene su trampa. Es una estructura prendida con alfileres que aparenta una fortaleza que no tiene. Su fuerza radica en la cesión de nuestras palabras, crece con nuestra timidez social, con ese miedo a llamar a las cosas por su nombre porque enfrente hay quien dice lo contrario en voz más alta y con mucho aspaviento. Disentir no es malo, intimidar sí. Y la aceptación de palabras clave como daño colateral no es polarización, es sometimiento.
Como profesional de la comunicación estoy acostumbrado a cabalgar relatos. Soy parte de ese sistema de espejos cóncavos y convexos que deforma la realidad. Pero también siento pasión por las palabras. La paradoja, en última instancia se resume en la idea de que prefiero una historia de verdad mal contada que una historia sumamente cautivadora pero trufada de mentira y mala intención.
La forma en la que intento buscar el equilibrio es obligándome a pensar diferente, no solo a la contra, sino diferente. Hay que buscar la forma de sortear las actuales reglas del juego comunicativo. Además de previsibles y narcotizantes no nos llevan a ningún lugar. Al menos, a ninguno bueno.
Hay que buscar la forma de sortear las actuales reglas del juego comunicativo
Ante el acoso a las palabras, no solo propongo su defensa y reivindicación basada en hechos contrastables y datos, sino que más allá, propongo la creación de palabras que contribuyan a sumar razón y emoción. Siguiendo esta premisa hemos buscado en los orígenes de nuestra razón de ser como humanos y hemos llegado a la conclusión de que en la base de nuestra efímera existencia todo se reduce al derecho de ser y el derecho de estar. Y que estos derechos son propios e inalienables de cada persona. Ser. Estar. La suma de ambos conceptos alumbra BELAND. Una palabra para el mundo y una palabra para la convivencia armónica entre todos: respetando tus ideas, respetando las mías, construyendo espacios comunes desde el antagonismo.
BELAND es solo una palabra. Es nueva. Tiene toda la vida por delante. Ahora la siento como una criatura: débil, expuesta, inocente. Pero siento su corazón, late con la fuerza de la razón y la emoción. Es una fuerza transformadora. Una invitación a dar forma a un mundo más auténtico, más verdadero que conceda más importancia a la palabra y menos al relato, o que lo disfrute como lo que es: una ficción.
Xurxo Torres es patrono de la Fundación Alba Torres Carrera y consejero delegado de Torres y Carrera.
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