El reloj del apocalipsis
Creado por quienes contribuyeron al desarrollo de la bomba atómica, este reloj mide las amenazas nucleares, climáticas y tecnológicas para la humanidad. En 2025, se acercó a su nivel más peligroso hasta la fecha: 89 segundos.
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Quienes contribuyeron al desarrollo de la bomba atómica reconocieron que los grandes avances suponen también grandes riesgos. Por eso, poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, en diciembre de 1945, Albert Einstein, Robert Oppenheimer y miembros del Proyecto Manhattan fundaron el Bulletin of the Atomic Scientists, un foro para reflexionar sobre las implicaciones éticas, políticas y sociales de la ciencia. Conscientes del poder que habían creado, querían advertir a la opinión pública sobre el riesgo de un nuevo conflicto atómico y promover un debate global sobre el control de las armas nucleares. Por eso, buscaron una forma clara e impactante de transmitir el peligro que corría la humanidad ante el mal uso de los avances científicos, y en 1947 presentaron el «Reloj del Juicio Final» o «Reloj del Apocalipsis» (Doomsday Clock en inglés).
Diseñado por la artista Martyl Langsdorf, la medianoche en este reloj simboliza el fin del mundo. Cuanto más cerca se sitúen las manecillas de las doce, mayor es el peligro para la humanidad. No mide el tiempo real, sino el grado de amenaza a la que nos enfrentamos según el Consejo de Ciencia y Seguridad (SASB, por sus siglas en inglés). Es un símbolo, una advertencia y, también, una pregunta: ¿seremos capaces de detener las manecillas antes de que den las doce? Para Daniel Holz, presidente del SASB, «reflexionar sobre estos problemas de vida o muerte y comenzar un diálogo son los primeros pasos para alejar las manecillas de la medianoche».
La primera vez que este reloj midió la posibilidad de un colapso mundial, marcaba siete minutos para la medianoche. Desde entonces, sus manecillas se han ido ajustando hacia adelante o hacia atrás según diferentes factores. Durante décadas midió casi exclusivamente el riesgo nuclear. Por ejemplo, en 1953, tras la prueba de la bomba de hidrógeno, se situó a dos minutos de la medianoche. En 1991, con el final de la Guerra Fría y los acuerdos de desarme, se alejó hasta diecisiete minutos, el punto más esperanzador de su historia, percibido como el principio de una nueva era.
Pero las amenazas evolucionaron y el Bulletin of the Atomic Scientists ha ido ampliando su mirada para incluir también los riesgos climáticos y tecnológicos, como el calentamiento global, la biotecnología o la inteligencia artificial. En 2024, el Reloj del Apocalipsis marcó ya 90 segundos para la medianoche. En enero de 2025, avanzó un segundo más: sus manecillas se situaron a solo 89 segundos del fin del mundo, la posición más cercana a la medianoche en sus 78 años de historia. Los motivos no son pocos: conflictos geopolíticos como la guerra de Ucrania y sus implicaciones nucleares, el apoyo de Estados Unidos a Israel, el aumento sostenido de las emisiones globales y el desarrollo acelerado de tecnologías emergentes que, sin una regulación adecuada, podrían volverse incontrolables.
En enero de 2025, las manecillas se situaron a solo 89 segundos del fin del mundo, la posición de mayor riesgo en sus 78 años de historia
«A pesar de las señales inequívocas de peligro, los líderes nacionales y sus sociedades no han hecho lo necesario para cambiar el rumbo», explicaron al anunciar la hora. En este sentido, Manpreet Sethi, experta en seguridad nuclear, alertó que el riesgo nuclear seguía creciendo «debido al desarrollo de capacidades y al incumplimiento de los tratados». Entre los hechos que han aumentado este peligro, Sethi cita la suspensión del cumplimiento del tratado New START o el aumento del arsenal nuclear de China, pero también el rol que Estados Unidos está adoptando a nivel mundial, «que refuerza la creencia de que el uso “limitado” de las armas nucleares puede controlarse. Esa confianza mal depositada podría llevarnos a caer en una guerra nuclear», afirmó.
A pesar de todo, desde el Bulletin esperan que «los líderes reconozcan la situación existencial en la que se encuentra el mundo y actúen con valentía para reducir las amenazas que representan las armas nucleares, el cambio climático y el posible uso indebido de la ciencia biológica y de diversas tecnologías emergentes».
El reloj que nació para medir el riesgo nuclear es, al final, un reflejo de uno de los mayores temores de la humanidad: el miedo a nuestra propia capacidad de alterar la naturaleza, manipular la información o crear sistemas que escapen a nuestro control. Ya no advierte solo sobre una amenaza concreta, sino sobre los riesgos que se combinan y se potencian entre sí: el cambio climático, la carrera armamentística, la inestabilidad política, la aceleración tecnológica y la desconfianza social. Además, representa una advertencia ética: la posibilidad de avanzar tan rápido que olvidemos el sentido de usar el conocimiento con responsabilidad.
Este miedo también se refleja en nuestro imaginario colectivo y en cómo este reloj se ha convertido en un símbolo cultural. Ha aparecido en películas y cómics como Watchmen, e inspirado canciones como 2 Minutes to Midnight, de Iron Maiden, o Doomsday Clock, de Smashing Pumpkins. También ha ocupado portadas de revistas y ha sido reinterpretado por artistas en instalaciones que exploran el miedo al colapso. Cada vez que el Bulletin anuncia una nueva hora, la imagen de las manecillas acercándose a la medianoche se multiplica en titulares, debates y redes sociales. En la cultura digital, su figura se ha convertido en meme y una forma más de traducir esa ansiedad colectiva en humor, ironía o crítica.
En el fondo, más que anticipar el fin del mundo, el reloj del apocalipsis simboliza la tensión entre el conocimiento y la responsabilidad, entre el poder de crear y el riesgo de destruir. Tal vez sea una imagen alarmista, pero también es un recordatorio de que el futuro depende de nuestra capacidad para usar la ciencia y la tecnología con conciencia.
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