Cultura

Mary Shelley, la madre del monstruo

Tener una madre feminista en el siglo XVIII y que su padre fuera un precursor clave del pensamiento anarquista moldeó para siempre el espíritu de la creadora de ‘Frankenstein’.

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27
diciembre
2024

«Entregué todo el tesoro de mi corazón; todo fue aceptado de buena gana, y me pidieron más y más, y cuando ya no pude dar más, me traicionaron, me abandonaron». Estas son las últimas líneas del diario de Mary Shelley, según recoge Romantic Outlaws de Charlotte Gordon.

¿Qué tipo de vida llevó la autora de Frankestein para cerrar su diario con esta reflexión? Desde el inicio hasta el final, la vida de Mary Shelley estuvo marcada por la presencia de la muerte y por el desprecio de una sociedad victoriana que rechazó sus ideales y su vida poco convencional.

La vida de Mary Shelley comenzó ya bajó los brazos de la muerte. Su madre, la escritora y filósofa Mary Wollstonecraft, famosa por su defensa de la igualdad de los sexos y autora de la Vindicación de los derechos de la mujer, falleció diez días después por una infección contraída al dar a luz el 30 de agosto de 1797.

Desde ese instante, la pequeña Mary cargó sobre sus hombros con el legado de una madre que había desafiado todas las convenciones sociales y de un padre, William Godwin, considerado como uno de los más importantes precursores del pensamiento anarquista.

El cementerio de Saint Pancras de Londres fue el escenario principal de los primeros años de vida de Mary Shelley. Ahí estaba enterrada su madre y ahí es donde se refugiaba para huir de la conflictiva relación que mantenía con su madrastra. Ahí aprendió la pequeña Mary a leer su propio nombre escrito en una lápida. Ahí es donde iba a leer los libros de su famosa progenitora gracias a los cuales fue dando forma a sus propias ideas.

En una carta a una amiga, Mary Shelley confesaba la influencia de su madre en su propia vida: «El recuerdo de mi madre ha sido siempre el orgullo y el deleite de mi vida y la admiración de los demás por ella ha sido la causa de la mayor parte de la felicidad que he disfrutado. Su grandeza de alma [me ha] recordado constantemente que debo desviarme lo menos posible de aquellos de quienes provengo».

Su padre también estaba decidido a convertir a su hija en una mujer a la altura de los ideales que él siempre había defendido, y estaba volcado en la educación filosófica de Mary Shelley con una severidad que, en ocasiones, asfixiaba a la joven, pero que cimentó su carácter, sentó las bases de su pensamiento romántico y la convirtió en una auténtica intelectual en un momento en el que el matrimonio era la única aspiración posible para una joven de su edad.

Su padre la convirtió en una intelectual en un momento en que el matrimonio era la única aspiración para una joven

Fue también la tumba de su madre el lugar en el que una Mary de dieciséis años inició el romance que cambiaría su vida para siempre con el poeta Percy Shelley. Sus reuniones a escondidas, puesto que Percy estaba casado con otra mujer, culminaron en un plan de huida que hizo que Godwin renegara de su hija y que convirtió a la joven en una proscrita social.

En Diario de duelo, que recoge extractos del diario que Percy y Mary escribían de manera conjunta, se revela cómo esta primera etapa del romance estuvo marcada por un movimiento constante para huir de los acreedores, de la familia de Godwin y de Harriet Westbrook, la mujer abandonada por Percy. Mary no hace otra cosa más que escribir, leer y hacer y deshacer maletas. La indiferencia hacia la situación de Harriet roza la crueldad y la joven vive convencida de estar encarnando el ideal romántico. En ese tiempo, Mary da a luz a una niña que fallece antes de recibir un nombre, al igual que la criatura monstruosa que luego alumbrará en su novela.

Será el año 1816 el más trascendental en la vida de Mary. Muerte y vida siguen entrelazadas en la biografía de la joven que da a luz a su hijo William y se entera de los suicidios, con tan solo tan solo unos meses de diferencia, de su media hermana Fanny y de la esposa de Percy.

Y es en junio de ese año cuando ocurre el encuentro que ha pasado a la historia de la literatura. Los Shelley y el poeta Lord Byron se reúnen en una mansión, en compañía de Claire Clairmont, hermanastra de Mary, y de John William Polidori para pasar el verano. Las semanas que disfrutaron ahí sembraron el germen de la novela que con el tiempo sería Frankenstein.

En Frankenstein, que fue publicada por primera vez de forma anónima en 1818, año en el que también dio a luz a otra niña, Shelley vuelca todas sus reflexiones sobre la necesidad de aceptación y sobre el daño que causa el rechazo, sobre la responsabilidad del creador hacia la criatura y sobre los peligros de la ambición desmedida y el deseo de desafiar los límites de la naturaleza.

A pesar de su éxito actual, la publicación de la novela es apenas mencionada por la joven autora en sus diarios, cuya vida queda mucho más marcada por el fallecimiento de sus dos hijos y el nacimiento de su último bebé, Percy Florence.

Pero es en 1922 cuando ocurre el nuevo punto de inflexión en la vida de la escritora: la muerte de su marido tras una tormenta que pilló por sorpresa al velero en el que navegaba. Los diarios de Shelley recogen el duelo de la escritora, que se refugió en la disciplina inculcada por su padre y practicada por ella toda su vida: se entregó en cuerpo y alma al trabajo y a la educación de su hijo.

Tras la muerte de su marido, se entregó en cuerpo y alma al trabajo

La escritora vivió siempre con sus fantasmas y cargaba con reliquias de sus hijos fallecidos y con el corazón de su marido envuelto en la primera página del poema «Adonais». Para cuando la muerte fue a buscarla el 1 de febrero de 1851, Mary Shelley estaba más que familiarizada con ella. Falleció con cincuenta y tres años tras ocho días en coma por un tumor cerebral.

La escritora quiso ser enterrada junto a sus padres, dejando constancia una última vez de la responsabilidad que se sentía de estar a la altura de su legado. Solo el tiempo le daría un lugar propio como escritora de pleno derecho y como autora de una de las novelas más importantes del Romanticismo y cuyas preguntas filosóficas siguen vigentes hoy.

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