Pensamiento

Iluminaciones

«Leer hoy es una anacronismo, un vicio pecaminoso, un acto de onanismo. Quizás sea uno de los últimos gestos de rebeldía ante la invasión de la estulticia que soportan nuestros sentidos», señala Pedro G. Cuartango en ‘Iluminaciones’ (Círculo de Tiza, 2024).

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19
diciembre
2024

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La lectura es un hábito solitario. Me gusta leer solo, aislado, encerrado en una habitación, sin ninguna conexión con el mundo exterior. Leer me sigue produciendo una intensa emoción que supera a la de cualquier otro arte, incluida la música.

Recuerdo la turbación que me produjo el desmesurado amor de Swann por por Odette en la recherche proustiana. Yo acababa de sufrir el final de una relación con el mismo sentimiento de desesperación que experimenta el personaje.

Hay una pasaje en el que un veterano de guerra apunta en un desfile militar que Odette había ejercido la prostitución cuando MacMahon era presidente de la República. Ese cruel comentario reflejaba la dimensión de la tragedia de Swann, amigo del príncipe de Gales y árbitro de la moda parisina. Era una forma de decir que lo había apostado todo por un amor vulgar, que le habían hecho profundamente infeliz. Esas palabras me dejaron noqueado. ¿Acaso no es ese el sino de las grandes pasiones?

El amor se expresa mucho mejor en los libros que en la pintura, el cine, el teatro o la música. Y el amor es el tema que subyace en las obras de Tolstoi, Balzac, Dickens o Dostoievski. Estos autores eran populares en el siglo XIX y sus entregas llegaban al gran público. No había entonces ninguna diferencia entre lo clásico y lo popular. 

Esto me lleva a pensar que estamos asistiendo a la muerte de la lectura, que era esencialmente un hábito burgués, que requería tiempo, soledad y capacidad de abstracción. No digo que hoy no se escriban buenos libros, pero son para élites. La comunión que reinaba entre el público y los grandes autores ya no existe.

Hay que dejar que la letra impresa vaya penetrando en el espíritu sin ninguna resistencia ni prejuicio

Siempre he creído que la lectura es una costumbre absolutamente inútil. Se lee sin ningún propósito, lo mismo que se mira a las nubes o se pasea por un bosque. Hay que dejar que la letra impresa vaya penetrando en el espíritu sin ninguna resistencia ni prejuicio.

En una época dominada por las prisas y la idea de la utilidad, hay muy poca gente que lee por placer, por el gusto de sentir el tacto del papel y disfrutar de una frase como las de Flaubert en Madame Bovary, que exprime el lenguaje como un limón.

Un amigo me dijo una vez que no se podía entender a Nietzsche si no se leía en idioma original. Tal vez sea cierto, porque las expresiones son el pensamiento. Hay muchos matices que se escapan en la traducción. Pero hay una relación íntima entre el autor y el lector, que es quién realmente crea la obra al abrir sus páginas.

Leer hoy es una anacronismo, un vicio pecaminoso, un acto de onanismo. Quizás sea uno de los últimos gestos de rebeldía ante la invasión de la estulticia que soportan nuestros sentidos. Si, la lectura ha muerto y nunca va a resucitar en este mundo apocalíptico del siglo XXI en el que los predicadores han sustituido a los escritores.

La lectura ha muerto, pero nos quedan los libros. Polvorientos, olvidados, ocultos tras los anaqueles, pero están ahí. Siempre disponibles. En un mundo donde impera la lógica de la rentabilidad y la obsesión por lo práctico, no deja de ser una bella paradoja que el Premio Princesa de Asturias de Humanidades recayera en 2023 en el profesor Nuccio Ordine, autor de La inutilidad de lo inútil. Murió poco antes de recogerlo.

Por supuesto, coincido con la reivindicación de las letras y las humanidades, que son útiles en la inutilidad. No hay contradicción: su utilidad no es práctica, pero sí alimenta nuestro espíritu. También pueden ser de ayuda para desarrollar un trabajo científico o para formular nuevos modelos físicos o matemáticos sobre la realidad. El mejor ejemplo de esta afirmación es Einstein, cuya indagación le llevó a plantearse preguntas sobre la existencia de Dios y el origen de la materia.


Este texto es un fragmento de ‘Iluminaciones’ (Círculo de Tiza, 2024), de Pedro G. Cuartango

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