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«Sufrimos las consecuencias del capitalismo de casino»

La cita para esta entrevista se resuelve en un par de tuits. @Ethic_: Cristina, soy Pablo, de Ethic. Nos encantaría entrevistarte. @CristinaNarbona: Genial. ¿Qué tal este martes a las 19 horas en el Congreso?

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04
septiembre
2012

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La cita para esta entrevista se resuelve en un par de tuits. @Ethic_: Cristina, soy Pablo, de Ethic. Nos encantaría entrevistarte. @CristinaNarbona: Genial. ¿Qué tal este martes a las 19 horas en el Congreso? Llegamos pronto y mientras esperamos en un pasillo en el que no está el cuadro de José Bono que costó más de 80.000 euros, oímos, aterrados, cómo los leones de la Cámara Baja rugen airadamente. ¿Ellos también están enfadados con esa clase política que cada día pierde más legitimidad social? ¿O acaso esos llantos en forma de rugidos no son otra cosa que la impotencia, el desconsuelo, ante el trágico zigzag al que los mercados someten cada día a nuestro país? La ex ministra de Medio Ambiente más reputada entre los grupos ecologistas abre la puerta de su despacho. Está atardeciendo pero un chorro de luz se ha posado sobre su mesa. Empieza la función.

¿Cómo ve el futuro del proyecto de la UE?

Es un proyecto cada vez más necesario. Creo que el proyecto europeo en cuanto a construcción de un espacio integrado en lo política, en lo económico y en lo social es hoy mucho más urgente que nunca. La crisis en la que estamos es, sin duda, una crisis de valores que tiene mucho que ver con el paradigma económico occidental dominante, que ha jugado todas las cartas al incremento del PIB como manifestación nítida del progreso humano. Esa no es una manifestación del progreso humano, es un indicador más; pero ha ido configurando una economía excesivamente sesgada en el corto plazo y ajena a los efectos ambientales, sociales e incluso económicos del funcionamiento de nuestras instituciones públicas y privadas. Necesitamos una Europa más potente fundada, además, sobre los valores que creo siguen siendo mayoritarios en la sociedad europea.

Estamos viendo cómo los mercados son capaces de derrocar gobiernos y cambiarlos. ¿Se está deslegitimando la democracia?

Los mercados han ido ocupando el espacio que les hemos permitido desde la política. Si los mercados funcionan con libertad, si se pueden hacer operaciones en bolsa como las que se hacen es porque se ha ido desregulando la actividad económica, en particular la actividad financiera, y porque ha habido una convicción que ha alcanzado no sólo a partidos conservadores, sino también a partidos socialdemócratas de que todo lo que condujera al incremento del PIB era bueno en sí mismo. Y que, por tanto, cuanto más libres los mercados y más pequeños los estados, cuanto más mercado y menos impuestos, cuanto más iniciativa privada y menos presencia pública, tanto mejor. Hoy pagamos las consecuencias del avance de un capitalismo de casino, un capitalismo financiero hipertrofiado que nos ha llevado a poner contra las cuerdas a las instituciones que representan al conjunto de los ciudadanos. Por eso creo que la respuesta sólo puede estar en una voluntad política que, además, represente las aspiraciones de la mayoría de los ciudadanos. Hoy los ciudadanos se quejan de la política y con razón, porque la política ha permitido que los mercados lleguen a tener el poder que tienen.

¿Hacia dónde ha de avanzar el sistema capitalista?

El capitalismo es un sistema que puede tener plasmaciones diferentes. No es lo mismo el capitalismo financiero globalizado (en el que estamos ahora), que el capitalismo socialdemócrata de la década de los años 50, 60 ó 70, con un pacto explícito entre clases sociales y con políticas nacionales con capacidades de manejar la economía a escala nacional. La globalización financiera ha ido superando eso y hoy día tenemos una fase de capitalismo que está llegando a su propia autodestrucción. Ante esa globalización financiera tenemos que oponer una globalización de la política; ante la globalización de los mercados tenemos que plantearnos la globalización de la ciudadanía y de los derechos y las responsabilidades de los ciudadanos. Y eso significa repensar la relación entre política y economía, para qué tiene que servir la economía, a quién tiene que servir.

¿Cuál debe ser el sistema financiero del siglo XXI?

Un modelo financiero donde las finanzas estén al servicio de la economía real y la economía real esté al servicio del progreso humano, que sólo es duradero si tiene en cuenta los límites planetarios. Yo he participado durante los últimos dos años en un panel de Naciones Unidas sobre sostenibilidad global, donde 22 personas de trayectorias muy diferentes coincidíamos ampliamente en la urgencia de un cambio de paradigma económico en  el cual la sostenibilidad, entendida como la interdependencia entre lo ambiental, lo económico y lo social, impregnara un nuevo modo de hacer política; un nuevo modo de estructurar tanto la gobernanza de lo público como la gobernanza de lo privado. La transparencia es uno de los requisitos de una buena gobernanza, pública o privada: transparencia, rendición de cuentas, exigencia de responsabilidades.

¿Qué es lo mejor y lo peor de movimientos ciudadanos como Occupy Wall Street o el 15-M?

Estos movimientos son la punto de un iceberg muchísimo más amplio, resultado del malestar ciudadano ante el poder creciente de poderes no democráticos y ante la evidencia de desigualdades cada vez más grandes. Las desigualdades han aumentado dentro de los países desarrollados y entre países también. Hoy hay enormes distancias entre el modo de vida de las clases dirigentes o entre la elite dirigente y el trabajador precario, muchos de ellos jóvenes que ven muy limitadas sus perspectivas vitales. Hay demasiada concentración de renta, de riqueza, de poder y de información y hay, además, una desigualdad inmensa en el uso de los recursos del planeta. Cuando hablamos del hambre, normalmente se piensa que para combatir el hambre hay que aumentar la producción de alimentos. Pero no es así necesariamente. En estos momentos mueren casi 1.000 millones de personas por desnutrición y están enfermos, e incluso mueren, casi otros 1.000 millones de personas por exceso de dieta proteica. Lo que hay es una mala distribución de los recursos. Con los alimentos que puede producir el planeta hoy en día, se podría dar de comer a todo el mundo razonablemente bien. El problema es que se ha desarrollado una dieta hipercalórica que condiciona extraordinariamente las posibilidades de producir alimentos para los más pobres. Hay todo un proceso de acaparamiento de tierras, por ejemplo en África, que limita las posibilidades de autonomía alimentaria y de seguridad alimentaria de los países más pobres. Abordar los desafíos globales, que hoy día son también desafíos locales, requiere un esfuerzo de esa redistribución mucho más potente.

Parece que la crisis económica y el desempleo están eclipsando la lucha contra el cambio climático…

En el cambio climático hay que tener en cuenta que aunque no existiera el cambio climático, aunque todo fuera una patraña, como pretenden algunos (sobre todo en Estados Unidos), el planeta se enfrenta al agotamiento de los combustibles fósiles. Todos los combustibles fósiles tienen fecha de caducidad, incluyendo el uranio. La propia Agencia Internacional de la Energía, que no es sospechosa de radicalismo ecologista, viene diciendo en sus últimos informes que es necesaria una profunda revolución energética, basada sobre todo en mayor ahorro y eficiencia energética y en el desarrollo masivo de las fuentes renovables. Por tanto, hay que ir en esa dirección por interés propio, por egoísmo. Eso es lo que explica que China, sin haber firmado ningún protocolo, sea el país que invierte más en energías renovables de todo el planeta, por delante de Estados Unidos. Porque son conscientes de que tienen un problema gravísimo con la contaminación que se produce en su propio país: más de un millón de chinos muere todos los años sólo por la contaminación del aire, a los que hay que sumar los que mueren y no lo cuentan por la contaminación del agua del suelo. La mala calidad el aire, que tiene que ver con combustión de determinados combustibles, es un problema gravísimo en China. Se han lanzado a una carrera para ser los grandes productores de energía eólica, de energía solar, de coches eléctricos y en estos momentos van ganando en esa carrera, sin estar en ningún protocolo todavía vinculante.

Sin embargo, es uno de esas grandes potencias que no firma nunca tratados contra el cambio climático, que no se compromete. En Europa existe cierta sensación de soledad…

Claro, pero también hay otra cosa de la que Europa y Estados Unidos tienen que ser conscientes y es que buena parte de las emisiones que se generan en China tiene que ver con los productos que compramos fuera de China. Más del 25% de las emisiones de China están incorporadas en productos que compramos en los países desarrollados. Si no cambia nuestro modelo de desarrollo, si no vamos a un modo de producción y de consumo más sostenible, no podemos exigir a otros países que tengan en cuenta determinados límites. Nunca aceptarán límites si nosotros no nos autoimponemos ciertos límites.

¿España y Europa, con su dependencia energética, pueden prescindir de la energía nuclear?

Sí, en un periodo de tiempo razonable, igual que se lo ha planteado Alemania. He publicado un libro, La energía después de Fukushima, donde defiendo que tomemos buena nota de lo que ha pasado en Fukushima, como han hecho en Alemania, Suiza, Bélgica, Chile o Italia. Países que tenían perspectivas de desarrollo de energía nuclear las han aparcado y han optado por el camino correcto: el de usar energías seguras, que no comprometan ni nuestro presente ni el futuro de la humanidad. Porque no hay energía más insostenible que la que genera residuos que tienen una vida de miles de años.

 

En España, unos y otros gobiernos han puesto nuestro litoral en manos de la especulación inmobiliaria. ¿Dilapidaremos todo nuestro paisaje hasta que sólo quede cemento?

Lamento muchísimo que uno de los proyectos estrella del actual Gobierno sea cambiar la Ley de Costas para hacer más compatible todavía lo que llaman desarrollo económico con la protección del litoral. Hemos destrozado suficiente como para entender que nos jugamos mucho en el litoral español desde todos los puntos de vista. Hoy es mucho más evidente que en el año 88 (cuando se aprobó la Ley de Costas) el proceso asociado al cambio climático, es mucho más evidente que hay una erosión creciente del litoral y que esa erosión además la favorece el establecimiento de edificaciones o de infraestructuras en las zonas próximas al mar. En España tenemos casos de construcción en zonas dunares que interrumpen el circuito de generación permanente de playas, del que la duna es una manifestación muy visible. Eso hace que las playas se retiren todavía más y se pida dinero para playas artificiales. Esto es es fruto de una extraordinaria miopía. Cuando llegué al ministerio en el año 2004 uno de mis objetivos fue precisamente culminar el deslinde  y llegamos hasta el 95% del litoral. En ese proceso pude apreciar cómo la lentitud en deslindar el dominio público había producido muchos abusos que ahora era muy difícil revertir. En el caso del Algarrobico (cuya expropiación comencé siendo ministra y que está interrumpida por toda la cadena de recursos del ayuntamiento y de la empresa constructora), después de la última sentencia donde se dice claramente que no se podía construir en los 100 metros de zona de servidumbre, si el Ministerio quisiera seguir adelante ese proceso de expropiación que yo inicié podría. No lo quieren hacer. Y me temo que esto es un problema no sólo de este Gobierno; yo he tenido muchos problemas internos en mi partido por defender la protección del litoral frente al acoso del urbanismo salvaje. Creo que es un extraordinario error creer que podemos mejorar nuestra oferta turística a base todavía de edificar más el litoral. España afortunadamente todavía tiene zonas vírgenes o zonas poco urbanizadas; no quedan muchas, pero querer agotar las que quedan, al margen de las consecuencias ambientales, me parece una miopía extraordinaria. Porque la calidad de nuestra oferta turística no se puede basar en cada vez más cemento junto a las playas o en los lugares de mayor valor ambiental.

Ustedes los políticos, ¿se merecen la pésima reputación que tienen?

Seguro que tenemos mucha culpa de aparecer así. No creo que haya más políticos deshonestos que empresarios deshonestos, o que médicos, arquitectos o periodistas deshonestos. La sociedad y los valores que impregnan una sociedad afectan transversalmente a todas las categorías sociales. Este es un país un poco de nuevo rico, donde hay mucha gente que se ha hecho rica muy rápidamente y eso va en contra de una actitud moral y de unos valores que deberían prevalecer y no han prevalecido. Eso ha arrastrado a políticos, empresarios, médicos, periodistas… Lo que pasa es que los políticos tenemos mucha más responsabilidad que el resto de los ciudadanos. Se supone que representamos, o debemos representar, los intereses generales del país. Estamos representando a ciudadanos que nos eligen para que su vida sea mejor y, por tanto, cualquier error que cometamos, deshonestidad o corrupción tiene una dimensión mucho mayor. Por eso tenemos que luchar de una manera visible contra la corrupción y tenemos que ser capaces de representar a los ciudadanos mucho mejor.

¿Y los sindicatos?

Los sindicatos tienen una afiliación en España más baja que en otros países de nuestro entorno y estoy segura que dentro de los sindicatos hay una reflexión sobre cómo conectan con la sociedad y con sus propios afiliados. El mundo está cambiando a gran velocidad y es verdad que hoy los problemas del mundo del trabajo no se pueden resolver como se resolvían hace 20 ó 30 años. Hoy, igual que tenemos que buscar instituciones europeas para que haya una gobernanza europea, los sindicatos trabajan cada vez más en el ámbito internacional con la Organización Internacional del Trabajo, con instancias que obliguen a todos los países a aceptar determinadas reglas del juego. No pueden limitarse al ámbito de lo nacional. Es verdad también que los sindicatos se encuentran con una situación dramática en el caso de España de desempleo y muchos ciudadanos pueden pensar que los sindicatos no representan más que a los que tienen trabajo, los cuales son vistos como unos privilegiados por parte de quien no tiene trabajo. Todo esto tiene que ver con esa reflexión, esa búsqueda de nuevas maneras de actuar en la que están los sindicatos.

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