‘E-learning’, ¿un nuevo paradigma?
Durante los momentos arduos de la pandemia, las nuevas tecnologías tuvieron un papel esencial en la enseñanza y en el teletrabajo. Sin embargo, pasada la emergencia, parece que el formato presencial está regresando.
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Durante los meses de confinamiento debido a la pandemia de covid-19, actividades de carácter presencial, como la enseñanza, las actividades deportivas o el trabajo quedaron paralizadas. Había, por suerte, internet. La comunicación digital impulsó herramientas hasta entonces poco populares, como es el caso del teletrabajo y el e-learning. Este último concepto –la enseñanza a través de internet–tan pronto se convirtió en una práctica extendida como, una vez pasada la emergencia, ha vuelto a difuminarse en su popularidad. ¿Estamos sabiendo aprovechar el abanico de posibilidades de ofrecen las nuevas tecnologías digitales?
Hablar de e-learning es hablar de educación a distancia. Y de ahí los retos que implica. Importan poco los medios o si se da o no a tiempo real. El desafío que alberga y que explica su desuso en tiempos de «normalidad» no lo puede resolver ningún sistema digital: necesitamos vernos para que la comunicación sea rica. Los gestos faciales, la mirada, el tono de la voz o los gestos son algunos de los mecanismos que añadimos, unas veces de manera consciente, otras de forma inconsciente. Por otra parte, la enseñanza tradicional funciona bien en grupo –pero no excesivamente numerosos– y cuando existe debate. Esto se debe a la plasticidad neuronal: a más parámetros y más individuos distintos comunicándose entre sí de manera compleja mayor necesidad de atención y mayor relación de conceptos, lo que enriquece las redes neuronales del estudiante. En otras palabras, escuchar a nuestros compañeros, compartir ideas, exponer nuestros aciertos y fracasos y atender los ajenos, además de atender al profesorado permiten enriquecer la lección.
Por eso, en el contexto de la educación a distancia, las limitaciones son evidentes. El estudiante debe suplir mediante su reflexión y la lectura –o, en ciencias, el trabajo muy duro en la resolución de casos y de problemas, y la consulta sistemática a los profesores– la espontaneidad de preguntar al docente al finalizar la clase o el intercambio de impresiones con sus compañeros. En edades más precoces, como durante las etapas de Educación Infantil y de Educación Primaria, la socialización es clave para el correcto desarrollo de la personalidad de los futuros adultos. Precisamente, uno de los objetivos de la escuela tradicional consiste en que niños de diferentes familias, orígenes y circunstancias reciban, a priori, una misma educación, se conozcan entre sí y aprendan a convivir bajo la vigilancia protectora del cuerpo docente.
El ‘e-learning’ alberga un coste contextual que no puede parchear el entorno digital
El e-learning, como cualquier otro tipo de enseñanza a distancia, dificulta la interrelación fuera de clase de los estudiantes y reduce la retroalimentación con los profesores en torno a la lección. En otras palabras, el e-learning funciona muy bien cuando hay imposibilidad de asistir a clase de forma presencial, pero alberga en sí mismo un coste contextual que no puede parchear el entorno digital.
No obstante, y a múltiples niveles de actividad, las posibilidades que ofrecen las herramientas digitales están siendo desaprovechadas. La casi perfecta inmediatez de internet ha roto la baraja ante todos aquellos oficios –también en la formación– que no requieren un carácter presencial. También las diferentes herramientas mediante diferentes aplicaciones y, ahora también, a través de la inteligencia artificial. Estos medios, inexistentes en un ambiente analógico, permiten reforzar el aprendizaje y favorecer una simpatía por parte de los estudiantes, especialmente en el caso de los niños en las etapas iniciales de la enseñanza básica. No obstante, cuando se trata de formación con alumnado menor de edad es recomendable que la enseñanza sea presencial, aunque se combinen herramientas digitales con la intención de favorecer el aprendizaje.
También es esencial escribir a mano. En el lóbulo frontal se encuentra tanto la corteza prefrontal (cuyas neuronas se encargan de la toma de decisiones, la asociación de ideas, la motivación, el pensamiento abstracto…) y la corteza motora (neuronas relacionadas con la coordinación del movimiento voluntario). Leer un libro o escribir un texto a mano no equivale a recordar por dónde hemos paseado por el bosque para encontrar el camino de regreso al lugar seguro. Para nuestro cerebro, adaptado a cientos de miles de años de vida agreste, ambas clases de procesos son equivalentes. O, mejor explicado, empleamos circuitos neuronales originalmente destinados a otras tareas.
Por ese motivo es esencial el movimiento y la actividad física en los niños y jóvenes, ya que indirectamente desarrolla la complejidad cognitiva. También es esencial, por la misma causa, leer en papel, escribir a mano, aprender de forma presencial.
A pesar de que la realidad es tozuda y ofrece su ventaja a la presencialidad y al contacto directo con nuestros congéneres, para ciertos niveles de aprendizaje el e-learning resulta en un evidente progreso. Por ejemplo, con cursos de formación que no requieren grandes dosis de reflexión para superarlos. Una clara posibilidad es la impartición de conferencias, seminarios y encuentros culturales a través de internet reduciendo así los costos de los viajes para las instituciones que financian los encuentros.
Mediante las tecnologías digitales se abre ante la sociedad del siglo XXI un muestrario de potenciales usos tanto en un carácter positivo y fecundo para un grato desarrollo de nuestra civilización o negativos para los individuos y la sociedad. En nuestras manos está ser modernos sin sucumbir ante los efectos dañinos.
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