Sociedad

El despertar político de la juventud: una necesidad urgente

Aunque la situación política es la tercera cuestión que más preocupa a los españoles, la juventud está desinteresada en partidos políticos y elecciones. Su apatía electoral es un problema de graves consecuencias.

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20
julio
2023

Tic, tac, tic, tac. Quedan pocos días para que este frenesí electoral en el que llevamos enredados casi desde enero, con la precampaña de las municipales y autonómicas del 29 de mayo, termine. Y mientras los candidatos apuran la campaña y sus equipos empiezan a fantasear con un mojito en la playa, la sociedad española se aleja cada vez más de los partidos, de las instituciones, y de la política en general.

Un dato: en el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), correspondiente al mes de julio, la situación política repite como el tercer problema que más preocupa a los españoles (22% de los encuestados), solo por detrás de la situación económica y el paro. Si miramos a la juventud, esas preocupaciones empiezan a ser alarmantes.

Según el Informe Juventud España 2020, elaborado por el INJUVE, de entre un total de 15 temas políticos, los jóvenes declaran que las elecciones y, en última posición, los partidos políticos, son los asuntos que menos les interesan. Los datos de participación juvenil en las elecciones generales de 2019 confirman ese desinterés: los jóvenes de 18 a 29 años votaron un 6,6% menos que los adultos.

Esto no es una simple fluctuación o un fenómeno temporal, sino un problema sistémico (y muy grave). La tendencia es a la baja en cada cita con las urnas: si en 2011 la participación de los jóvenes de entre 18 y 24 años fue del 64,8%; en 2016 cayó al 58,2%. Cuatro años después, en 2019, descendió al 53%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La única excepción fue 2015, con la llegada de nuevas formaciones políticas y antes de la repetición electoral, cuando la abstención se redujo un 5%. Pero sorpresa: esas formaciones de la llamada nueva política ya no existen o están en declive. Veremos qué porcentaje nos depara el 2023.

«Esto no es una simple fluctuación o un fenómeno temporal, sino un problema sistémico (y muy grave)»

Si la abstención juvenil se moviera en cifras parecidas a 2019, casi uno de cada dos jóvenes no irá a votar el próximo 23 de julio. En todos los puntos de España, jóvenes llenos de ideas, de distinta ideología, se están quedando al margen del juego político. Esta desafección no es un simple capricho de millennials o gen Z, sino un problema serio que está frenando el avance de nuestra democracia y del que todos somos cómplices. La generación que se enfrentará a luchas como la acuciante emergencia climática y que podría (y debería) ser un motor de cambio está cada vez más desconectada de la política. Y esto, es espeluznante. Porque nos guste o no, la política es uno de los ingredientes imprescindibles para un sistema democrático sano.

Muchos jóvenes sienten la política como algo ajeno o muy lejano, carente de un impacto tangible en sus vidas, y que no proporciona soluciones a sus problemas del día a día. Lo  ven casi más como una fuente de memes y retuits que como una herramienta que les pueda ayudar a modular su futuro. Las causas de esta desconexión son tan diversas como intrincadas. Fallan el qué, el quién y el cómo.

Vayamos al «qué». Si echamos un vistazo a los programas electorales, la cosa está clara: las propuestas específicas de juventud (o para la juventud) brillan por su ausencia en la mayoría de los principales partidos políticos. Según la información analizada con la herramienta ProgramIA, desarrollada por Newtral, PSOE y Vox no incluyen en sus programas electorales para el 23J la palabra «jóvenes», aunque recogen algunas medidas vinculadas a la ampliación de las becas o el apoyo en el acceso a una vivienda. El PP menciona la palabra «jóvenes» en cuatro ocasiones, en propuestas sobre fortalecimiento de la formación y el empleo juvenil; mientras que Sumar le dedica un capítulo entero e incluye su propuesta de «herencia universal» de 20.000 euros para quienes cumplan 18 años.

En el «quién», la confianza en las instituciones y los políticos está en retroceso, y la valoración de los principales líderes pocas veces llega al aprobado según el CIS. Además, hay pocos jóvenes en primera línea política. Según un informe del Observatorio de Nuevos Liderazgos de BeBartlet, en el actual gobierno hay cuatro ministros menores de 40 años, y ninguno de menos de 30. Por su parte, en el último pleno del Congreso de los Diputados se sentaron solo 59 políticos menores de 40 años (el 17% del total), y sólo 5 menores de 30 años. Por mucho MrHandsome que haya, si la juventud no ve a sus coetáneos en los órganos democráticos, es complicado que se quieran acercar a ellos. Los partidos cada vez tienen más dificultades para atraer a los jóvenes a sus organizaciones: según el CIS, los jóvenes solo representan alrededor del 6% entre los afiliados a las formaciones políticas.

En otros casos, la apatía política es una consecuencia directa de un lenguaje y un estilo de comunicación cada vez más polarizado y es aquí donde entra el «cómo»: los medios de comunicación y las redes sociales a menudo magnifican los aspectos más conflictivos y sensacionalistas de la política, haciendo sombra a propuestas e ideas, y frivolizando la actividad institucional. Ese tono bronco y esa simplificación terminan expulsando del debate a aquellos políticos y aquellos electores centennials que buscan un enfoque más constructivo y orientado a los acuerdos.

El problema termina convirtiéndose en un círculo vicioso. Sin la voz de los jóvenes, los legisladores y los responsables políticos tienen dificultades para entender y abordar de manera efectiva los problemas que afectan a su futuro. Y sin sus votos, tienen pocos incentivos para revertir la tendencia.

«La apatía política es una consecuencia directa de un lenguaje y un estilo de comunicación cada vez más polarizado»

Como resultado, existe una falta de políticas públicas que traten adecuadamente las cuestiones que les preocupan, que no dejan de ser cuestiones de futuro (aunque no muy lejano) como la emergencia climática pero también de presente como la igualdad social, la educación, el empleo o la vivienda. Y esa falta de propuestas no solo termina alejando aún más a los jóvenes de la política y las instituciones, sino que incita a que se elaboren políticas públicas a corto plazo, sin esa mirada larga que tanto necesitamos (y que nos beneficia a todos).

Pero, y toda esta reflexión, ¿para qué? Tener en cuenta a la juventud en la política no es cuestión de egoísmo ni arrogancia. La falta de participación en la política institucional de la juventud española tiene repercusiones serias para el funcionamiento de nuestra democracia y parece que no queremos darnos cuenta. No es cuestión de que solo la juventud viva mejor, sino de que todos nosotros y nosotras nos demos cuenta de que un futuro mejor para nuestra juventud también es un futuro mejor para nuestras pensiones, nuestras jubilaciones y en definitiva, nuestro planeta.

El problema ya ha quedado claro: vayamos a las soluciones.

En primer lugar, debemos darnos cuenta de que la juventud sí está politizada (¡y mucho!). Solo hace falta ver como salen a manifestarse por causas como el cambio climático o la igualdad de género. Pero los mecanismos tradicionales son los que fallan.

Con esto en mente, hay tres ideas clave que no podemos dejar pasar por alto:

Uno. Es indispensable poner en valor de la juventud para influir en la agenda pública. Los y las jóvenes no solo deberían estar más presentes en las listas electorales y los puestos de responsabilidad, también deberían contribuir a la elaboración de las políticas públicas. En otras palabras: que si vamos a decidir sobre su futuro, que ya está bastante complicado, qué menos que tener en cuenta su visión.

«Ya es hora de desterrar la idea infantilizada que tenemos de la juventud»

Dos. La educación cívica debe volver a las aulas y ser una parte esencial de la formación de las nuevas generaciones. Así será más sencillo también fomentar su participación en partidos, sindicatos, asociaciones y movimientos sociales, donde puedan aprender de primera mano el impacto de la acción colectiva.

Y tres: La clase política y los partidos deben hacer un esfuerzo mayor para conectar con los jóvenes, hablar sobre los temas que realmente les importan, y usar sus canales y códigos de comunicación. Y no, esto no es solo ir a La Pija y el Quinqui en mitad de la campaña electoral, sino transformar la comunicación e interlocución de arriba abajo. Y eso, amigos, es otro temazo.

En definitiva: ya es hora de desterrar la idea infantilizada que tenemos de la juventud. Ellos y ellas no son solo el futuro de nuestra sociedad, sino una parte integral de nuestro presente y su participación es esencial para la construcción de una democracia dinámica, representativa y sólida. Ignorar su descontento y desafección no es una opción que podamos permitirnos. Todos los actores del sistema político deberían trabajar con el objetivo de invitar y valorar la participación de todos sus ciudadanos, con independencia de su edad. La salud de nuestra democracia depende de ello y de ellos: está en nuestras manos cambiarlo. ¿Lo hacemos?


Diego Bayón es director de Incidencia Pública en Harmon y co-impulsor de la campaña ConVozyVoto y Elsa Arnaiz es presidenta de Talento para el Futuro y co-impulsora de la campaña ConVozyVoto

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