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¿Animales artificiales para el zoo del futuro?

Las nuevas posibilidades que ofrece la tecnología podrían reconciliar a los críticos y a los defensores de los zoológicos, pero plantean dudas sobre el valor de las interacciones virtuales.

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02
julio
2025

Una visita al zoo ha sido la experiencia por excelencia para acercar la vida salvaje al ser humano en los centros urbanos. Entre los objetivos del zoológico moderno se encuentran la conservación de especies y hábitats amenazados, la educación para la conservación, el bienestar animal, la investigación y el entretenimiento de los visitantes. El debate sobre si estos lugares están cumpliendo su propósito cuenta con defensores tan férreos como sus detractores. Lo cierto es que distintas investigaciones demuestran que los distintos objetivos del zoo pueden entrar en conflicto entre sí. «Por ejemplo, la misión de atraer visitantes y ofrecer vistas sin obstáculos de los animales de cerca pueden entrar en conflicto con el importante propósito de garantizar el bienestar de los animales».

Esto también se ve en las necesidades de equilibrar la conservación de especies con la demanda del público. Si bien es cierto que al menos 17 especies no existirían sin los programas de cría en zoológicos, también ocurre que «las expectativas del público sobre ciertos animales, junto con una tradición histórica de exhibir especies llamativas, ha generado un sesgo hacia animales de gran tamaño, carismáticos y, a menudo, menos amenazados». Pero eso no quita que los zoológicos sean uno de los principales proveedores de fondos para la conservación de especies a nivel mundial, aunque muchos critican que mantener a animales en cautividad no es conservación. Sus centros de investigación permiten estudiar la fauna para protegerla y cuidarla mejor, pero también han sido objeto de múltiples denuncias por maltrato animal.

Ante este conflicto, la tecnología parece abrir una posibilidad de reconciliación. Los animales robóticos, las proyecciones holográficas y la realidad virtual están apareciendo en los zoológicos para ofrecer experiencias inmersivas, contacto virtual con animales y cumplir con las exigencias de educación y entretenimiento. La tecnología de este tipo requiere una elevada inversión inicial, pero elimina por completo las necesidades de alimentación, entrenamiento y atención médica, además de evitar el sufrimiento derivado del cautiverio.

La utilización de animales robóticos en sustitución de los reales ya está en marcha en algunos países. En China, un tiburón ballena robótico se utilizó en un acuario como herramienta de educación ambiental para frenar el comercio de especies marinas. En Alemania, el circo Roncalli sustituyó en 2019 todos sus animales por hologramas. A estas experiencias se suman avances en realidad aumentada y entornos inmersivos. Parques como el Zoo de Madrid ofrecen experiencias 360º donde los visitantes pueden «nadar» entre tiburones o caminar junto a gorilas mediante gafas de realidad virtual. Por su parte, el proyecto Axiom Holographics en Australia ha creado el primer zoológico holográfico del mundo, donde animales virtuales se proyectan a escala real sin necesidad de que haya ejemplares vivos.

El proyecto Axiom Holographics en Australia ha creado el primer zoológico holográfico del mundo

Y, más allá de la industria del entretenimiento, lo cierto es que la tecnología también ofrece posibilidades ilimitadas para la conservación animal. Los robots animales están siendo utilizados para observar sin interferencias el comportamiento de especies salvajes, monitorizar espacios protegidos o detectar amenazas como la caza furtiva. Su uso permite recoger datos precisos sin generar estrés o alterar los hábitos de los animales. Además, la divulgación se beneficia de la posibilidad de representar especies extintas o en grave peligro que no tendrían otra manera de ser mostradas al público general.

Pero lo cierto es que estas tecnologías también plantean interrogantes. Es legítimo preguntarse qué incentivos hay para conservar y cuidar a los animales si pueden ser sustituidos por los robots. O cómo avanzará la investigación si no es sobre fauna real. Pero, sobre todo, está la pregunta sobre qué tipo de concienciación para proteger la naturaleza puede crear una tecnología que no necesita ser protegida. Hay muchas diferencias entre un encuentro real con un animal y uno virtual. Por ejemplo, los datos sobre la interacción en persona señalan que las experiencias en el zoo pueden reducir el estrés y mejorar la salud mental y los programas de voluntariado realizados en zoológicos han demostrado ayudar a las personas participantes.

El famoso explorador Jacques Cousteau afirmaba que «para proteger algo hay que amarlo, y para amarlo hay que conocerlo». La cuestión, entonces, es si el conocimiento que genera una experiencia virtual o robótica puede igualar la intensidad del contacto directo con un animal. ¿Puede la interacción artificial generar amor o conciencia?

Aunque lo que sí puede hacer la irrupción de la tecnología es asegurar que las demandas de entretenimiento no se vean satisfechas a costa del bienestar de los animales. Dedicar la tecnología a ofrecer experiencias distintas, que no sustituyan pero sí complementen la presencia de animales reales, puede equilibrar las necesidades que deben atender los zoológicos, de manera que sean auténticos centros de cuidado, investigación y divulgación.

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