La crisis silenciosa del liderazgo empresarial
El modelo tradicional de liderazgo ya no está sincronizado con la realidad social, económica y cultural en la que operan hoy las empresas. Y cuando un modelo de poder se desajusta del tiempo que lo sostiene, pude llegar a colapsar.
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Desde hace años, el modelo clásico de liderazgo —jerárquico, autoritario, infalible— empieza a mostrar fisuras profundas. Hoy las organizaciones exigen resultados y el equipo demanda bienestar y cuidados. Se reclama al líder visión de negocio y flexibilidad emocional. Una tensión legítima, pero cuya presión recae sobre la persona que hay detrás del cargo, muchas veces olvidada hasta por sí mismo.
En mi propio camino también llegó un momento en el que tuve que elegir desde dónde quería liderar. Las reglas que me habían funcionado hasta entonces ya no eran efectivas. Y asumí el riesgo de mostrarme tal cual era como persona. Una experiencia compleja que transformó la relación con mi equipo. Desde mi autenticidad no conectaron con Eva Díaz la CEO, sino con Eva Díaz la persona. Y fue desde esa lealtad —a la persona, no al cargo— desde donde conseguimos reflotar y hacer crecer la organización.
He visto en muchos directivos la misma tensión y agotamiento de sostener un personaje que se debate entre quiénes son como persona y cómo deben comportarse cómo líder. Un desgaste silencioso que termina erosionando la motivación como directivo y la desconexión con uno mismo como persona. Y, finalmente, la capacidad de inspirar. El liderazgo, cuando se ejerce desde una máscara, termina perdiendo el sentido.
El liderazgo, cuando se ejerce desde una máscara, termina perdiendo el sentido
Así, el punto crítico no es la capacidad técnica de quienes lideran, sino el coste personal que están asumiendo para sostener la legitimidad del cargo. Ese desgaste ha dejado de ser una cuestión privada y empieza a convertirse en un factor estructural: cuando el líder se desconecta de sí mismo, la organización se desconecta de él. Y cuando no hay conexión, disminuye la confianza, se resienten los equipos y empieza a degradarse la calidad de las decisiones. No es solo un problema emocional: impacta directamente en la ejecución, en la innovación y, finalmente, en los resultados y la viabilidad futura de las compañías. Porque sin líderes inspiradores, las organizaciones pueden seguir funcionando… pero dejan de evolucionar.
Debemos subrayar por tanto que lo emocional, en las compañías, es estratégico. Las organizaciones hoy sobreviven sin inspirar, todos cumplimos pero ya casi nadie siente. Y el escenario es aún más complejo: vivimos una época en la que valores tradicionales ligados al liderazgo como el esfuerzo o la exigencia son reinterpretados como tóxicos en algunas narrativas.
Bajo mi punto de vista la clave no reside en hacer más cursos ni aumentar tus habilidades para liderar, o para ser empático cómo si eso se pudiera aprehender. La mayoría de los programas de acompañamiento y consultoría a directivos son una lista de atajos que conducen al mismo camino en el que ya estás. Así, la clave está en reencontrar lo que se ha perdido: la autenticidad. Liderar desde la coherencia. Que como pienso, siento y actúo convivan en armonía. Solo si nos mostramos tal cual al otro, entonces sabrá qué esperar de ti. Es un compromiso, no una técnica.
Un líder inspirador sabe que el camino para llegar a emocionar a los demás no se recorre a través del poder, ni tampoco de la humanidad, sino que sus acompañantes serán el autoconocimiento, la claridad y coherencia. Es escuchar a todos con humildad, pero empoderado para tomar decisiones difíciles siendo fiel a su esencia y experiencia.
Cuando se lidera con autenticidad, el propósito de las organizaciones deja de ser un discurso y se convierte en una experiencia compartida. La cultura deja de ser un ideal y trasciende como lugar en el que coexisten los valores compartidos por todos, que además se viven en las acciones del día a día.
La transformación del liderazgo exige una narrativa distinta: menos héroes solitarios, más personas que construyen. Desde esta mirada, propongo dejar atrás el modelo del líder infalible y desmitificar al líder humano para abrazar la figura del líder inspirador, quien no lidera a costa de su autenticidad, sino desde ella. Una nueva posición del liderazgo que no es aspiracional, sino urgente.
Y es urgente porque hemos llegado a un punto de inflexión: el modelo tradicional de liderazgo ya no está sincronizado con la realidad social, económica y cultural en la que operan hoy las empresas. Y cuando un modelo de poder se desajusta del tiempo que lo sostiene, pude llegar a colapsar.
Si no actuamos el liderazgo corre el riesgo de convertirse en un lugar inhabitable, y esa deriva tiene consecuencias profundas: organizaciones menos competitivas, equipos que no se atreven a innovar, culturas corporativas sin vínculo emocional y, en último término, un deterioro del tejido empresarial, uno de los pilares estructurales de cualquier sociedad desarrollada. Cuando el liderazgo pierde legitimidad, está en juego el futuro de las empresas, y por lo tanto de los países.
Eva Díaz es CEO de Shaping The New y fundadora de The Space
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