«Estamos viendo un ataque contra los medios de comunicación independientes y críticos»
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La injerencia rusa planea sobre las democracias occidentales desde hace casi una década. El objetivo: debilitarlas y desestabilizarlas. En Cataluña en concreto, Rusia encontró las circunstancias perfectas para intentar tambalear el Estado español y extender desde ahí sus tentáculos a toda Europa. El periodista David Alandete (Algemesí, Valencia, 1978), corresponsal en la Casa Blanca del diario ABC, recoge en La trama rusa (La esfera de los libros, 2024) una exhaustiva investigación que revela la relación entre Putin y Puigdemont. Hablamos con él sobre el papel de Rusia en los planes de independencia catalanes, el estado de los medios de comunicación en la actualidad y la actitud del presidente Pedro Sánchez con ellos.
¿Cuándo empieza exactamente a gestarse esta trama rusa?
Desde que el fiscal anticorrupción Grinda empieza a ir detrás de gente ligada al crimen organizado ruso con conexiones con el poder. Hay un cable de WikiLeaks filtrado en 2010 o 2011 que revela que el fiscal Grinda se ha reunido con funcionarios de la embajada americana, algunos de inteligencia, donde afirma que ya en 2007 Rusia, implantada en España a través del crimen organizado, tiene intereses del Gobierno del Estado en ese crimen organizado. En esa reunión, Grinda viene a decir que Rusia no es un estado en el que haya mafia, sino que la mafia es parte del Estado. Desde ese momento, España empieza a interesarse un poco por las actividades del crimen organizado ruso en la costa –en Cataluña, pero también en Málaga y Alicante– comienza una cierta injerencia que luego se aprovecha de las peores crisis en España: una, la independentista catalana; otra, la irrupción del populismo en España, sobre todo con el auge de Podemos. No es baladí que en 2015 Pravda –un diario que todavía depende del Estado ruso y que es parte de una gran campaña de desinformación– publique que «un partido prorruso irrumpe en España». Se refiere a Podemos.
¿Qué ganaría Rusia con la independencia de Cataluña?
La tesis que yo manejo –que viene en los informes principales, sobre todo del Centro de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN, el Senado de Estados Unidos y la fiscalía que investigó la trama rusa– es que, por lo general, el interés de Rusia en la independencia, en concreto de regiones en Europa, es una voluntad de fomentar divisiones dentro de la Unión Europea. Directamente, no le representa nada, porque el independentismo como concepto está penado con cinco años de cárcel. Pero, por un lado, permite a Rusia acusar a la Unión Europea y a Occidente de doble rasero, porque reconocieron la independencia de Kosovo y de Ucrania (tras el derrumbe de la URSS), pero no reconocen sus propios problemas de independentismo. Por otro lado, le permite dividir. Cuanto más dividida estén España, Francia, Italia, Alemania mejor para ellos. En Cataluña, además, la implantación del crimen organizado ruso en España desde el final de los años 90 hace que cualquier acción de la fiscalía con respecto a la mafia rusa acabe provocando en Rusia una voluntad de perjudicar al Estado español.
El juez del caso Volhov, Joaquín Aguirre, ha abierto una pieza separada sobre la supuesta injerencia rusa en el «procés» que implica, entre otros, a Carles Puigdemont, su abogado Gonzalo Boye o Artur Mas por delitos de traición y malversación; la única manera en la que ha podido sortear la orden de la Audiencia Nacional de Barcelona que paraliza la investigación de la trama rusa. ¿Conseguirá la justicia española imputar finalmente a Puigdemont?
En este momento, depende del Supremo, que es el que tiene la llave. El juez Aguirre ha hecho un auto y ha pedido al Supremo que tome las medidas pertinentes, que son imputarle delito a Carles Puigdemont por eurodiputado y a Rubén Wagensberg por diputado autonómico. El principal impedimento no es la decisión del Supremo, sino la amnistía, porque los delitos de malversación y traición no estarían contemplados. Lo que el Supremo tiene que ver es si estos delitos son sospechosos de ser malversación y alta traición, así como terrorismo, que tampoco estaba contemplado. Todo depende en última instancia del Tribunal Supremo.
Corrígeme si me equivoco, pero Gonzalo Boye, abogado de Puigdemont, te ha llamado a declarar…
Ha intentado recusar al juez y la causa alegando una especie de trama en contra de él por parte de un juez que actúa al margen de la justicia; una serie de acusaciones que no son normales en un Estado de democracia, un ataque a la justicia por parte de los imputados. A mí me extraña que esto no provoque una mayor indignación en España, pero también es un poco por cómo está la situación política.
«En España el independentismo no tiene una mayoría social suficiente, por eso fracasó»
Al hilo de esto que comentas, a lo largo de las páginas de La trama rusa mencionas en varias ocasiones que España no le dio la misma cobertura a las injerencias rusas en Cataluña que Estados Unidos en las elecciones estadounidenses de 2016. ¿A qué crees que se debe?
Hoy creo que el caso de las elecciones de Estados Unidos fue más relevante, porque Trump ganó y siempre ha estado esa sospecha de una ayuda, aunque él lo niegue o el fiscal Müller dijera que Trump no era consciente a la hora de recibirla. Hace poco, el que fue el primer consejero de seguridad nacional de Trump, H.R. MacMaster, dijo que siempre le extrañó lo bien que trató Trump a Putin y que Putin siempre conseguía lo que quería de Trump. El tema en España es que el independentismo no tiene una mayoría social suficiente, por eso fracasó. No hay independencia. No era posible declararla, porque no está contemplada en la Constitución y porque no hay una mayoría suficiente para cambiarla. Y al no triunfar, el interés fue menor. Esto ocurrió en 2010, el pico fue en 2017 con el referéndum y en 2018 hay una moción de censura donde el Gobierno español pasa a depender de los independentistas. Desde entonces, depende de la abstención o voto favorable de Esquerra Republicana y del partido de Puigdemont, así que al gobierno no le interesa que esto se investigue.
Hablemos de la evolución de los medios de comunicación. Las redes sociales se han convertido en un fuente importante de información. Pero en estos tiempos de fuerte polarización y posverdad, las fake news están a la orden del día. «En una jornada en la que hacer periodismo fue, esencialmente, desmentir una falsedad tras otra», dices en tu libro refiriéndote al 1-0. ¿Qué papel juegan los medios de comunicación tradicionales en esta lucha contra la desinformación?
Es difícil. Por un lado, está la deriva en la que la parte empresarial de los medios de comunicación ha metido a muchos de ellos. Es una competición constante por la rapidez, la inmediatez, las alertas para que salga todo ya y estar siempre los primeros y con exclusivas. Eso ha creado una la crisis de confianza y de calidad. En el caso de la trama rusa, durante el 1-O y días posteriores, yo cito el caso de La Vanguardia, uno de los periódicos más respetables de España, cuando llegó a publicar que a una mujer le habían roto todos los dedos de una mano y habían agredido sexualmente a una observadora. Era todo mentira, pero lo publicaron y luego lo matizaron. Por otro lado, está la creciente ideologización o instrumentalización de los medios de comunicación. Un medio de comunicación tiene su línea editorial, pero los medios independentistas en Cataluña no informan, sino que publican propaganda y están altamente subvencionados por la Generalitat. Y eso es un problema muy grave. Reporteros sin Fronteras habla de que en 2017 y 2018 el clima para el periodismo en Cataluña es «irrespirable». En el libro cuento muchos ejemplos de periodistas catalanes con los que yo colaboro, amparados por grandes medios españoles, que no se atreven a publicar noticias, que piden que se oculte su nombre y que no quieren entrar en determinados temas.
«La competición constante por la rapidez y la inmediatez en los medios de comunicación ha creado una crisis de confianza y de calidad»
«Respecto a la prensa española –citas en el libro–, creo que aqueja de un problema cada vez más grave: la rapidez en publicar puede llevar a omitir pasos críticos en la verificación de hechos, lo que genera confusión y difunde información dudosa como si fuera verdad». ¿Crees que la desinformación debería combatirse con medidas de regulación?
Yo siempre he dicho que creo que debe haber una regulación básica sobre periodismo, información y desinformación. Lo que pasa es que ahora mismo esto está desvirtuado y llega a quedar manipulado y politizado. La realidad de los hechos me obliga a ser mucho más cauto, porque de repente el Gobierno español muestra interés cuando imputan a la mujer del presidente del Gobierno. Con esto quieren regular los bulos; con el 1-O, no. Las recomendaciones que hice en otro libro que publiqué, Fake news [Deusto, 2019], son, básicamente, sancionar a los medios de propaganda del Kremlin y no acreditar como periodistas a sus empleados, porque estaban intoxicando y difundiendo mucha desinformación. Se intentó, pero puedo decirte que hoy voy a ruedas de prensa en Washington y me cruzó con empleados de los medios de propaganda rusos haciendo preguntas que son ataques a los portavoces. Hace poco estuve en una conferencia de prensa en la que empleados de Rossyia Segodnya y otros medios estatales atacaban a un portavoz de la Casa Blanca porque no se había invitado a Rusia a la celebración del desembarco de Normandía de la II Guerra Mundial.
Esto me hace pensar en casos recientes en los que el presidente del Gobierno ha dado ruedas de prensa sin conceder turno de preguntas o vetando a ciertos medios de comunicación que pudieran ser más críticos él. ¿Cómo afecta esto a una democracia?
Mucho. Te voy a poner un ejemplo directo: estuve en la última cumbre de la OTAN en Washington y Pedro Sánchez dio solo una rueda de prensa, el último día, de unos ocho minutos, y solo tomó preguntas de tres periodistas: Radio Nacional de España, Efe y El País. Yo le quería preguntar por el auto del juez Aguirre, que hablaba de amenaza híbrida para España, relevante en el contexto de la OTAN que tiene una campaña contra la guerra híbrida de Rusia, pero no pude. Y tampoco pudimos preguntarle por la estrategia de que la OTAN empezara a prestar atención al conflicto de Gaza. Sánchez llevó el tema de Gaza a todas las reuniones y nadie tomó el guante. Yo creo que tenía que responder por esto, pero no lo hizo. Me parece que, de todos los presidentes del gobierno que hemos tenido en democracia en España, con este es cuando hemos visto el mayor retroceso en libertad de prensa y de expresión de los medios de comunicación. Estamos viendo un ataque contra los medios independientes y críticos por parte del Gobierno que son más dignos de un país autoritario. El hecho de que se firmara un manifiesto en contra de determinados medios de comunicación a los que se acusaba de bulos, en el que pusieron la firma grandes periodistas, algunos empleados de la cadena pública, me parece un despropósito y una instrumentalización de la prensa que pone en grave riesgo la libertad de información en España.
«Con Sánchez es cuando hemos visto el mayor retroceso en libertad de prensa y de expresión en los medios de comunicación»
¿Está en riesgo la prensa libre?
Sí, porque tenemos un gobierno que está atacando a los medios de comunicación. Es el caso del ministro de Transporte, Óscar Puente, que está atacando e insultando a periodistas y a medios. Se está intentando regular lo que el gobierno considera es verdad y son bulos y hay una serie de medios, completamente radicalizados e ideologizados, que han hecho de su único cometido la defensa de Pedro Sánchez. Y mientras tanto, a eso se suma, como dice Reporteros sin Fronteras, un clima irrespirable para la libertad de prensa en Cataluña, uno de los principales ecosistemas mediáticos de España.
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