El dañino negocio de la venta de aves por internet
Las redes sociales se han convertido en un productivo canal de venta para todo tipo de productos. Sin embargo, cuando se comercia con seres vivos, pueden presentar muchos peligros.
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Harley es una cacatúa con 127.000 seguidores en Instagram. Aunque sus cifras están lejos de alcanzar las del loro sin plumas Rhea, que murió en 2021 (y que contaba con 321.000 seguidores), y por supuesto, las de otros perros y gatos famosos. En cualquier caso, cuando la mayoría de las personas pensamos en la relación de las redes sociales con las aves, nos imaginamos simplemente este tipo de cuentas, y los vídeos divertidos, curiosos o entrañables que pueden circular ahí. Para los amantes de la ornitología, además, las redes sociales suponen una herramienta útil para compartir su pasión. Pueden crear grupos donde informan dónde avistar determinadas especies o cómo cuidar mejor a sus mascotas. Incluso pueden colgar contenidos sobre la importancia de proteger a los animales de nuestro entorno. Pero internet también es un lugar dónde acceder a la compra de distintos tipos de aves.
Así lo demuestra un estudio publicado el año pasado en la revista Ardeola. Un equipo de investigadores del CSIC analizó la venta de aves a través de redes sociales a lo largo de un año para averiguar si esta actividad es habitual en España y si se relacionaba con la popularidad de cada especie. Hay que tener en cuenta que, en la actualidad, el mercado de animales está muy regulado y que, por ejemplo, en Europa no se permite la venta de aves capturadas en libertad, únicamente de aquellas criadas en cautiverio. Por supuesto, tampoco es legal el comercio de especies invasoras.
En cualquier caso, la comercialización de pájaros es una industria millonaria que utiliza los mismos canales publicitarios que las demás: es decir, cada vez más, las redes sociales. Así, los investigadores localizaron alrededor de 11.332 publicaciones en Instagram, YouTube, Twitter y, especialmente, Facebook en los que pajarerías y aviarios hacían referencia a la venta directa o indirecta de especímenes de 313 especies diferentes.
En Europa no se permite la venta de aves capturadas en libertad, únicamente de aquellas criadas en cautiverio
Lo primero que sorprende del estudio es que además de pájaros domésticos que tradicionalmente se han tenido como mascotas, como periquitos o canarios, aparecen muchísimos animales exóticos como loros, cacatúas o agapornis. También contabilizaron hasta 15 publicaciones para la venta de especies invasoras como la cotorra de Kramer, el Bulbul Orfeo, la Barnacla canadiense, la Estrilda azulada o la Estrilda Pico de Corral.
Y a pesar de que se analizaron empresas registradas que, a priori, realizan una actividad legal (frente a lo que puede ocurrir en el mercado negro, donde las excentricidades son más habituales), no siempre cumplen con la normativa de tráfico de especies, lo que supone un peligro potencial para la conservación de estos animales y sus entornos. Muchas de las aves comercializadas pertenecen además a especies en peligro de extinción. Como explica una de las investigadoras, «este potencial incumplimiento de las leyes de tráfico de animales establecidas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) hace necesario que haya un seguimiento de esta comercialización para poder establecer las medidas de conservación necesarias».
No es la primera vez que un estudio advierte de los peligros de las redes sociales para la conservación de los pájaros. Por un lado, como ocurre con el resto de mascotas, crean tendencias, haciendo crecer el interés por unas u otras especies en personas que no siempre saben (o tienen interés en) dar el mejor entorno a esos animales. Por el otro, facilitan la compra-venta de animales, en muchos casos al margen de la legalidad.
En 2018, investigadores de World Parrot Trust examinaron el comercio de loros grises africanos de origen salvaje a través de redes sociales, localizando 259 publicaciones. En al menos el 70% de ellas se presentaba un comercio que infringía las leyes nacionales, y en muchas de ellas tampoco se cumplían las condiciones básicas de bienestar.
Se han llevado a cabo estudios similares en muchos otros países. Por ejemplo, en la revista Conservation Science and Practice se publicó una investigación que analizaba el rol de las redes sociales en la venta ilegal de animales salvajes en Irán. Examinando las publicaciones de Instagram y Telegram durante los años 2019 y 2020, se localizaron 305 anuncios (el 29% de ellos, de aves). De los 90 anuncios sobre pájaros, el 57% eran de especies amenazadas.
Los autores de estos estudios insisten repetidamente en que monitorear las redes sociales de forma regular podría ser una herramienta útil para detectar actividades ilícitas y para prevenir el impacto negativo de la venta tanto legal como ilegal.
Y más allá de la comercialización, las redes sociales también presentan otras amenazas. El Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell determinó en 2017 que el uso excesivo de las redes sociales puede dañar a las aves al potenciar el turismo ornitológico descontrolado, o que los observadores de aves se acerquen en exceso a los animales en busca de una mejor foto que coseche el mayor número de likes. Usar trucos como reproducir grabaciones del canto de las aves para atraer ejemplares para fotografiar no solo los estresa, sino que incluso puede ponerles en peligro de depredación.
Por ello, desde eBird (plataforma social creada por el laboratorio de Cornell donde los observadores de aves pueden registrar avistamientos) se ha optado por no revelar las ubicaciones exactas de las especies más sensibles. Porque de la misma manera que internet se puede utilizar para concienciar sobre el cuidado y el respeto a la vida salvaje, también puede contribuir a masificar y destruir el entorno natural sobre el que esa vida salvaje se sustenta.
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