Siglo XXI
Doppelganger
¿Qué pasaría si te despertaras una mañana y descubrieras que has adquirido otro yo, un doble que casi eres tú, pero que en realidad no lo es? Esa es la pregunta que da pie al nuevo ensayo de la periodista Naomi Klein, ‘Doppelganger’ (Paidós, 2024), un análisis sobre los dobles digitales y las sombras del mundo virtual.
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La palabra doppelganger procede del alemán y es una combinación de Doppel («doble») y Gänger («caminante»). A veces se traduce como «caminante doble», y doy fe de que la experiencia de tener un doble tuyo caminando por ahí es de lo más inquietante. De hecho, es siniestro; genera un sentimiento que Sigmund Freud describió como «esa especie de miedo que parte de lo que antaño conocíamos bien y hacía mucho que nos era familiar», pero que de pronto se torna ajeno. Ese sentimiento siniestro que provocan los doppelgangers es especialmente punzante y siniestro porque lo que te resulta extraño eres tú. Freud escribió que alguien que tiene un doppelganger «puede identificarse con otro y por consiguiente dudar de su yo verdadero».
No acertó en todo lo que dijo, pero en esto sí. Y aquí va una vuelta de tuerca más: mi doppelganger es una persona que ha experimentado una transformación política y personal tan profunda que muchos han dicho que parece un doppelganger de su yo anterior. Lo que, en cierto modo, me convierte en la doble de una doble, una escala de lo siniestro que incluso Freud no alcanzó a prever. No soy ni por asomo la única que se ha enfrentado a la sensación de que la realidad se está deformando. Casi todas las personas con las que lo comento me cuentan la historia de alguien a quien han perdido porque ha «caído en la madriguera»: padres, hermanos, mejores amigos, así como intelectuales y comentaristas en los que en su momento confiaron. Personas que un día conocimos bien y que ahora están irreconocibles, cambiadas. Empecé a sentir como si las fuerzas que habían desestabilizado mi mundo formasen parte de una red extensa de fuerzas que están desestabilizando el mundo entero, y pensé que comprender dichas fuerzas podría ser la clave para volver a pisar una tierra más firme. […]
Los individuos no son los únicos que pueden tener un doble siniestro; las naciones y las culturas también los tienen
Pero lo cierto es que los doppelgangers no solo son figuras de tormento, sino que, durante siglos, se han tenido por advertencias o presagios. Cuando la realidad empieza a duplicarse, a refractarse, a menudo indica que estamos ignorando o negando algo importante —una parte de nosotros mismos y del mundo que no queremos ver— y que, si no prestamos atención a esa advertencia, nos aguardarán todavía más males. Esto se aplica al individuo, pero también a las sociedades que están divididas, duplicadas, polarizadas o fragmentadas en varios bandos opuestos y aparentemente inescrutables. Es decir, a sociedades como la nuestra.
[…] Y así llegamos a la parte más escalofriante de mi travesía por el mundo de los doppelgangers: los individuos no son los únicos que pueden tener un doble siniestro; las naciones y las culturas también los tienen. Muchos percibimos y tememos un cambio decisivo. De democrático a autoritario, de secular a teocrático, de pluralista a fascista. En muchos lugares, ese cambio ya se ha producido. En otros, lo sentimos tan cercano e íntimo como un reflejo distorsionado en el espejo.
A medida que he ido avanzando en mi investigación, esta es la forma de doppelganger que me tiene más preocupada: el Estado fascista caricaturesco que es el gemelo omnipresente de las democracias occidentales y la amenaza perpetua de que nos engullan sus llamas hechas de pertenencia selectiva y brutal desprecio. La figura del doppelganger lleva siglos utilizándose para advertirnos de estas versiones umbráticas de nuestro yo colectivo, de esos monstruosos futuros posibles.
Este texto es un fragmento de ‘Doppelganger’ (Paidós, 2024), de Naomi Klein.
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