Siglo XXI
¿Qué está pasando con Twitter y Facebook?
Buena parte del planeta sigue con desapasionada curiosidad el devenir de los acontecimientos en los feudos de Elon Musk y Mark Zuckerberg. Al fin y al cabo, sus empresas se han visto envueltas en grandes propagaciones de desinformaciones y, ahora, en despidos masivos: el CEO de Starlink ha acabado con la mitad de la plantilla y, Facebook, centrada en el metaverso, espera que salgan 11.000 empleados de sus oficinas.
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Para los pertenecientes a la generación Z –incluso para los millennials más recientes– Facebook y Twitter son empresas que han estado ahí toda su vida. Al menos, toda su vida adulta. Por eso los últimos movimientos sísmicos que están sacudiendo los cimientos de ambas están provocando especial perplejidad e inquietud entre los nativos de las redes sociales. No son los únicos.
Buena parte del planeta sigue con desapasionada curiosidad el devenir de los acontecimientos en los feudos de Elon Musk y Mark Zuckerberg. Al fin y al cabo, sus empresas son las principales canalizadoras y propagadoras de la mayoría de los rumores, fake news y desinformaciones que recorren Internet. Un oligopolio del amarillismo del siglo XXI del que no solo no se han arrepentido, sino que les ha permitido convertirse en grandes polos de influencia y poder.
Ahora son estas redes sociales las que protagonizan las noticias confusas y encabezan los trending topics de la rumorología. A la llegada de Elon Musk tras la compra de la compañía del pájaro azul le siguieron inmediatamente 3.500 despidos (la mitad de la plantilla) como parte del plan del magnate para ahorrar dinero, a los que hay que sumar los cientos de renuncias voluntarias de los últimos días. «Con respecto a la reducción de la fuerza laboral de Twitter, desafortunadamente no hay otra opción cuando la empresa está perdiendo más de cuatro millones de dólares al día», dijo Musk en un tuit. En el caso de Facebook, por otro lado, se espera que salgan 11.000 empleados tras su conversión en una empresa 100% centrada en el metaverso.
La novedad del caso de Twitter viene provocada, en gran parte, por la atracción magnética que provoca su nuevo CEO, Elon Musk
Pero lo que más llama la atención es el timing. En apenas quince días, la guerra en Ucrania, la inflación desatada, las dificultades para acceder a la financiación o unas plantillas claramente sobredimensionadas durante los años de bonanza han empujado a más gigantes tecnológicos a optar por despidos masivos. Aún así, el caso de Twitter es el más llamativo, en parte por la novedad (nos habíamos acostumbrado a ver a Facebook en el ojo del huracán, pero no tanto a esta empresa), en parte por la atracción magnética que provoca su nuevo CEO.
Se diría que el artífice de Tesla, SpaceX y tantos otros proyectos innovadores tiene el dinero por castigo, lo que no impide que en su nueva aventura en la plataforma de mensajes cortos se haya puesto especialmente quisquilloso con eso de la rentabilidad. De ahí los despidos y las advertencias a sus empleados no purgados de que tendrán que batirse el cobre si quieren conservan sus puestos.
Llegó incluso a dirigirse a los usuarios, avisándoles de que tendrán que pagar una suscripción mensual de ocho dólares si querían seguir manteniendo el conocido tick azul que, hasta ahora, se obtenía de forma gratuita y demostraba la autenticidad de las cuentas oficiales de interés público a través de una verificación interna por parte de la compañía. La polémica decisión de Musk recibió tal oleada de críticas y suplantaciones de identidad de diversas marcas, que Twitter finalmente acabó por posponer el controvertido sistema de manera indefinida.
La pérdida de credibilidad de Facebook tras Cambridge Analytica es una sangría difícil de revertir y son millones los usuarios los que han ido clausurado definitivamente sus perfiles
No están acostumbrados los excelentemente pagados empleados de las grandes tecnologías a que les hablen en esos términos. Y menos con la chulería de la que hace gala el empresario de origen sudafricano con sus ultimátum y sus tuits provocadores. «El sistema es una mierda», escribió hace poco para justificar la llegada de Blue, el nuevo servicio de suscripción. Para los anales de casos de éxito de las escuelas de negocio quedará su llegada a la sede de Twitter acarreando un lavabo con el que anunciaba de forma nada sutil sus intenciones: simulaba que dejaba (let) al lavabo (sink) entrar (in) en el edificio, un juego de palabras con la expresión en inglés que puede traducirse como «dejad que esto se asimile».
En el otro extremo de la contienda, los empleados salientes y dolientes se lamentaban, emoticono de lagrimilla incluido, de que el hashtag que durante tanto tiempo había definido la experiencia de trabajar en Twitter, #LoveWhereWeWork, se había convertido en #LoveWhereWeWorked, en pasado. En paralelo a estos movimientos, miles de usuarios han anunciado airados que dejan la red, más por antipatía hacia Musk o resentimiento por los ocho dólares –«trash me all day, but it’ll cost $8», escribía el magnate fiel a su estilo en otro tuit, lo que podría traducirse como «ponme a caldo todo lo que quieras, pero te costará 8 dólares»– que por los cambios de política de la red o en solidaridad con sus trabajadores. La jugada del superempresario parece ser aguantar hasta que pase el temporal y salirse, como suele hacer, con la suya.
Facebook, eclipsado por el planeta Musk
Mucho menos interés despierta el caso de la empresa de Mark Zuckerberg, herida de muerte tras los escándalos Cambridge Analytica, fugas de datos y otros clamorosos «ups» deficientemente explicados. El órdago de Zuckerberg por el metaverso parece más una huida hacia adelante que un meditado cambio de estrategia producto de una apuesta tecnológica. La pérdida de credibilidad de Facebook es una sangría difícil de revertir y son millones los usuarios los que han ido clausurado definitivamente sus perfiles o se han cruzado a la acera de Instagram o TikTok.
¿Logrará detener la caída esta reconversión total del modelo de negocio o solo se trata de una distracción para retrasar temporalmente lo inevitable? Por si acaso, Zuckerberg está borrando el rastro de sus andanzas pasadas con un atrevido rebranding. Para su nueva aventura en el metaverso Facebook ha sido rebautizada como Meta, una nueva etapa adelgazada en cuatro letras y 11.000 empleados menos. Y es que en los mundos virtuales el sueño de la esbeltez, ya sea en el aspecto de un avatar, en el nombre comercial de la empresa o en el tamaño de la plantilla, es mucho más fácil de alcanzar que en la vida real.
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