Última llamada para las empresas: la descarbonización no puede esperar más
Menos del 2% de las compañías de todo el mundo tiene un objetivo de neutralidad climática, a pesar de que el sector empresarial es el responsable de la mayor parte de las emisiones globales. Si queremos contribuir a alcanzar la neutralidad en 2050, urge adoptar unos objetivos de descarbonización que escuchen con atención a las peticiones del planeta.
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En el camino de la descarbonización, la senda hacia las cero emisiones netas todavía (el famoso Net Zero) es hoy un terreno arduo y lleno de obstáculos para las empresas. Alinear las agendas de grandes, medianas y pequeñas compañías con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y con el Acuerdo de París no se trata de una tarea sencilla, pues no solo implica realizar una potente inversión en la sostenibilidad de los procesos de producción y distribución, sino transformar el modelo de negocio por completo. Hacer borrón y cuenta nueva. Empezar, prácticamente, desde cero.
Pero esta es una necesidad con la que debemos cumplir si queremos garantizar el futuro del planeta: poner freno a las abrumadoras emisiones de dióxido de carbono que provoca el sector empresarial es una urgencia de primer nivel. El Carbon Accountability Institute no deja lugar a dudas cuando muestra que, en la actualidad, tan solo las 100 empresas de mayor tamaño del mundo son ya responsables del 71% de las emisiones de efecto invernadero. Si lo extrapolamos a las 300 millones de compañías que se reparten por el globo, la cifra provoca una enorme sensación de vértigo.
Las 100 empresas de mayor tamaño del mundo son ya responsables del 71% de las emisiones de efecto invernadero
Para hacer más sencillo ese proceso de descarbonización de las compañías, una buena respuesta podría ser la compensación de aquellas emisiones que no sea posible reducir o evitar, pues ayudaría al sector corporativo a superar algunos de los principales obstáculos que ralentizan la mitigación del cambio climático. Pero para ello hace falta voluntad y eso, aún hoy, es una quimera.
Así lo evidencia un reciente estudio elaborado por South Pole, Reivindicar la neutralidad climática: las cuatro prioridades principales, que desveló recientemente una cruda realidad: de las 60.000 corporaciones más importantes del mundo, apenas 1.075 cuentan con una estrategia de reducción de cero emisiones netas. En porcentaje, el número es minúsculo: 2%. De ese millar de empresas que sí han dado el paso, además, un 40% afirman que ya alcanzaron la neutralidad climática, pero solo un quinto se ha comprometido a establecer un objetivo de reducción de emisiones marcado por la ciencia, actualmente el estándar más creíble para validar los planes climáticos corporativos.
En otras palabras: además de ser pocas las empresas que se comprometen a alcanzar la neutralidad climática, la mayor parte ni siquiera sigue las indicaciones de la comunidad científica para descarbonizarse antes de 2050. Estamos ante la evidencia de que la ambición del sector privado para hacer frente a la crisis ambiental, el desafío más importante al que nos enfrentamos como humanidad, es insuficiente si realmente queremos reducir a cero nuestras emisiones para 2050 y garantizar un futuro más próspero a las generaciones venideras.
Las empresas tienen que priorizar la reducción de sus emisiones de forma creíble y acelerada. No hay lugar a discusión. Pero además deben hacerlo situando en el centro las tan mencionadas alianzas, fundamentales según los organismos internacionales de primer nivel para caminar en sintonía hacia un planeta más verde. Además de la reducción de CO₂ en las propias operaciones, la compensación con créditos de carbono o la inversión en mitigación climática más allá de la propia cadena de suministro ofrecen un mecanismo efectivo para impulsar proyectos en países que lo tienen complicado y necesitan un importante apoyo financiero de cara a a acciones clave como proteger sus ecosistemas, transformar sus industrias o apoyar a sus comunidades.
Todas las corporaciones deben comunicar de forma detallada y seria un plan climático que se ajuste a la realidad
En este sentido, la transparencia es fundamental. Para adoptar ese enfoque doble de, por un lado, reducir al máximo su huella y, por otro, invertir en la neutralización de carbono a través de proyectos de calidad, todas las corporaciones deben comunicar de forma detallada y seria un plan climático que se ajuste a la realidad con la urgencia que el planeta reclama. Y es que, si las empresas no se involucran en la crisis ambiental seriamente no estarán contribuyendo a minimizar sus emisiones, tan solo estarán promoviendo el greenwashing.
Necesitamos que el sector privado dé el paso, de una vez por todas, sin mirar atrás. De la misma manera que es responsable del grueso de las emisiones globales, también puede ser el protagonista del cambio. ¿Cómo? Con compromisos inspirados en la mejor ciencia climática disponible y la apuesta por planes elaborados con ambición y coherencia. Solo así las empresas serán líderes de la transformación verde que la sociedad (y el mundo) necesitan. Solo entonces el camino se hará más llano.
Por Mauro Accurso, Gerente de Desarrollo de Negocio y Asesor en Sostenibilidad, South Pole
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