Leer para refugiarnos de la incertidumbre
La venta de libros solo cayó en un 4% durante la pandemia en 2020, un «milagro editorial» que vuelve a evidenciar las bondades de la lectura: nos ayuda a desconectar, a calmarnos y a disminuir las sensaciones de inseguridad e incertidumbre.
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Decía Jorge Luis Borges que, de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro. Y no le faltaba razón. A través de los libros podemos descubrir nuevos mundos, aprender de otras culturas, toparnos con nuevas gentes. Su lectura no solo hace que nos sintamos acompañados, sino que nos entretiene y, a veces, hasta nos entiende. ¿Cuántas veces nos hemos identificado con un personaje y su situación? ¿Cuántas otras esos textos nos han hecho reflexionar, dar el paso y cambiar algo? ¿Cuántas nos han inspirado grandes ideas? Con ellos podemos crear, crecer, soñar, cantar, bailar, reír, llorar, amar, viajar.
Durante este largo año que llevamos de incertidumbre y estrés, los beneficios de la lectura y las bondades de los libros han vuelto a quedar patentes: nos han ayudado a desconectar, a calmarnos, a compartir experiencias con otros intercambiando opiniones, aunque fuera a distancia. Tal vez por eso, la caída de venta de libros se sitúo solo en torno al 4% en 2020 (lo definen como «un milagro editorial», aunque no lo parezca), siendo la ficción la categoría más vendida.
La lectura fue una buena actividad en tiempos de confinamiento, porque leer sirvió de factor de equilibrio frente a la fatiga digital y la sobrecarga de información durante la cuarentena. «Esta sobrecarga informativa es una de las fuentes primarias de estrés. Nuestra realidad actual está inundada de información repetitiva que nos mantiene alerta y enfocados en la amenaza. Cuando nos centramos en información amenazante, mantenemos activada la respuesta de estrés; cuando nos redirigimos hacia contenidos distintos, facilitamos que se active la respuesta de la calma», explica Rocío Lacasa, psicóloga y autora experta en estrés y ansiedad.
Lacasa: «Leer contribuye a disminuir las sensaciones de inseguridad e incertidumbre»
El ocio, en general, ayuda a liberar tensión, estrés y demás cargas negativas. Sin embargo, no todos los pasatiempos provocan el mismo efecto curativo que los libros. Consumir series o películas en bucle a través de plataformas digitales (sin pasar por mencionar la ingente cantidad de horas enganchados a las redes sociales), lejos de calmarnos, puede provocar el efecto contrario. Según Lacasa, leer requiere una concentración más activa y una mayor implicación por parte del lector. «Eso supone una mayor exigencia, pero también mayores beneficios. Leer facilita el procesamiento de la información y desarrolla el pensamiento crítico, lo que contribuye a disminuir las sensaciones de inseguridad e incertidumbre». A través de la lectura expandimos nuestros horizontes, nos planteamos perspectivas distintas y estimulamos nuestra creatividad, fortaleciendo así nuestra capacidad resolutiva y nuestra confianza. «Leer nos hace más fuertes y flexibles», resuelve.
También mejora la salud de nuestro cerebro. Así lo muestra un documento sobre neurociencia y lectura del Laboratorio Contemporáneo de Fomento de la Lectura –una organización sin ánimo de lucro que trabaja en el fomento de actividades culturales– cuya principal conclusión es que leer genera reservas cognitivas: cuanto más leemos, más neuronas producimos, un hecho que puede ser crucial a la hora de prevenir o mitigar la degeneración neuronal y las enfermedades relacionadas, como la demencia.
La actual crisis sanitaria lo demuestra. «Los libros en tiempos de pandemia son grandes aliados para el cerebro. Al leer, generamos nuevos escenarios mentales que redireccionan nuestro foco de atención hacia nuevas sensaciones y emociones», señala Lacasa. Pero advierte: no hay que leer por obligación, sino por gozo y deleite. «Muchas personas están experimentando lo que llamamos fatiga pandémica y pueden ver mermada su capacidad de concentración. Si se acercan a la lectura como una exigencia, puede convertirse en nuevo factor de estrés». Por eso, concluye, «la lectura ha de ser contemplada como un acto de placer y desconexión, que a su vez mejorará la fatiga y la falta de concentración a medida que se convierta en un hábito».
Una costumbre que, de practicarla con más frecuencia, nos llevaría a un mundo… ¿mejor? Cuanto menos, seríamos menos ignorantes, más tolerantes, más curiosos, más analíticos, más competentes. Porque si algo ha quedado claro es que fomentar el hábito de lectura es una de las mayores destrezas que las personas podemos desarrollar. No es casualidad que las sociedades más avanzadas cuenten entre sus ciudadanos a ávidos lectores. Decía Confucio que «no importa lo ocupados que pensemos que estamos, debemos encontrar tiempo para leer… o bien entregarnos a la ignorancia autoelegida». Una peligrosa ineptitud con la que perdemos la curiosidad, las ganas de explorar, investigar, crecer, volvernos resilientes, sentirnos mejor. Así que, hoy más que nunca, déjalo todo, desconecta y date el placer de una buena lectura.
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